Liam Denning
Un dicho utilizado en los círculos petroleros para advertir sobre la posibilidad de un punto de máxima demanda dice que “la edad de piedra no terminó por falta de piedras”. En lo que respecta a los vehículos eléctricos, ahora preocupa más que la era eléctrica desaparezca por falta de litio.
Las baterías de iones de litio alimentan los teléfonos inteligentes, los computadores portátiles... y los vehículos eléctricos. Cando escribí esto en 2016, los analistas de Citigroup especulaban sobre el efecto transformador en la demanda de litio si, en 2020, las ventas de vehículos eléctricos con batería alcanzaran el millón. Resultó que ese año se vendieron más de dos millones, y casi cinco millones en 2021, sin incluir los híbridos enchufables.
Había litio más que suficiente para satisfacer esa demanda adicional, hasta el punto que los precios empezaron a bajar en 2018 y no tocaron fondo hasta 2020. Pero, desde entonces, los precios se han disparado. El carbonato de litio de grado de batería en China superó los US$40,000 por tonelada en recientes operaciones al contado, según el proveedor de datos e inteligencia de mercado con sede en Londres Benchmark Mineral Intelligence, en contraste con los menos de US$6,000 de hace 18 meses. Aunque los precios pagados en los contratos a largo plazo no han aumentado tan rápido, está claro que el mercado se ha ajustado drásticamente.
El riesgo político también parece estar aumentando. Serbia acaba de bloquear los planes de Rio Tinto Plc para desarrollar lo que habría sido la mina de litio más grande de Europa, a raíz de protestas generalizadas. En Chile, el segundo mayor proveedor del mundo, la elección de un joven presidente de izquierda —y, al parecer, fanático de Taylor Swift—, que ha pedido la creación de una empresa nacional del litio, ha generado preocupación por los futuros proyectos en el país.
Las predicciones de una inminente escasez de litio se han escuchado durante años, pero ahora se están convirtiendo en un consenso. Hay cierta ironía en el hecho de que tanto los fanáticos del petróleo como los defensores de su aparente némesis, el litio, advierten que la escasez de inversiones alimentará la escasez y los dolorosos aumentos de precios. Es importante recordar que la dinámica es conocida, aunque el contexto de la transición energética sea nuevo.
“Es una especie de momento ‘duh’”, dice Emily Hersh, experta en litio y actual directora ejecutiva de la compañía de exploración y desarrollo Luna Lithium Ltd., refiriéndose a las expectativas de escasez que existen desde hace tiempo. Pero, agrega, “el litio es cíclico como cualquier otra materia prima”.
No hay escasez real de recursos de litio en sí; todo es cuestión del apoyo económico y político al desarrollo. Recuerdo el nerviosismo que se percibía en una conferencia de litio en 2018, cuando algunos predijeron que los productores sudamericanos explotarían rápidamente sus reservas e inundarían el mercado. Este ciclo de esperanza y desesperación es familiar para cualquiera que haya observado, digamos, el mercado del petróleo durante décadas, y es, de hecho, un motor vital, aunque a veces desestabilizador, de la inversión. El reciente repunte y el creciente pánico a la escasez son necesarios para despertar la actividad y evitar esa escasez.
Del mismo modo, aunque el riesgo político puede estar aumentando, la cuestión es demasiado compleja para describirla diciendo, por ejemplo, que un Gobierno de izquierda en Santiago presagia el fracaso. En el caso de Chile, los largos plazos necesarios para el desarrollo de los proyectos y las licencias que ya poseen los operadores actuales sugieren que incluso un nuevo presidente enérgico necesitaría tiempo para tener un gran efecto sobre la oferta. Hersh, que vivió en Sudamérica durante años, también advierte que no hay que dar demasiada importancia a lo que dicen los políticos chilenos. Si bien el país es vital para el suministro de litio, el litio es solo una pequeña fracción de la economía de Chile —a diferencia del cobre, por ejemplo—, y eso hace que el litio sea un tema de conversación político fácil mientras se calienta el debate sobre una nueva Constitución.
La repentina medida de Serbia contra Rio Tinto, por su parte, debe considerarse en el contexto de las próximas elecciones en ese país. Como descubrieron los “fracturadores” en Estados Unidos, los productores de materias primas deben proteger su licencia social para operar si quieren evitar una reacción violenta. El litio puede ser vital en términos de lucha contra el cambio climático, pero eso no da a la industria un pase libre para ignorar los problemas asociados a la gestión del agua salada y las preocupaciones habituales de la minería.
Sobre todo, el riesgo político está presente en todos los tipos de energía. ¿Ha oído algo últimamente sobre Ucrania y Rusia y los flujos de gas de Europa? ¿O sobre Medio Oriente? Se han gastado décadas y billones de dólares en construir y defender las cadenas de suministro de petróleo. El litio y otros minerales críticos requerirán sus propios acuerdos de seguridad. Es un problema que hay que abordar, sí, pero no es precisamente una novedad.
Un problema estructural al que se enfrenta el auge de los vehículos eléctricos contrasta con el de los vehículos tradicionales. Cuando los automóviles se popularizaron hace un siglo, la industria petrolera que los abastecía ya estaba bastante desarrollada; Standard Oil se disolvió en 1911. Los productores de petróleo buscaban una nueva salida cuando la luz eléctrica acabó con la demanda de lámparas de queroseno. Así que la unión del automóvil con la gasolina se produjo en un momento en que ya había un exceso de combustible (y de capital fijo) en busca de un mercado.
Cien años después, la unión del automóvil con el litio implica el desarrollo simultáneo tanto de los vehículos eléctricos como de la cadena de suministro de minerales para sus baterías. Además, Morgan Bazilian, director del Instituto Payne de la Escuela de Minas de Colorado, señala que el precio del litio sigue siendo en gran medida opaco (al igual que el de las emisiones de carbono que se supone que los vehículos eléctricos deben resolver). Esto agrava un desafío ya de por sí enorme: convertir el parque mundial de más de mil millones de vehículos en modelos eléctricos. Benchmark Minerals estima que para cumplir los objetivos fijados en la conferencia climática COP 26 del año pasado se necesitaría 17 veces más litio del que se produjo en 2021.
Que nadie dude, por tanto, que en las próximas décadas vamos a necesitar mucho más litio. La bondad inherente a esa situación es razón suficiente para pensar que los proveedores y los Gobiernos encontrarán la forma de aprovecharla.