La pugna entre mantener un alto ritmo de crecimiento económico y recortar fuertemente las emisiones de dióxido de carbono convierten los objetivos medioambientales de China, el país más contaminante del mundo, en un complicado ejercicio de malabarismo.
Los planes del Gobierno chino apuntan a alcanzar el pico de emisiones de CO2 antes del 2030, y la neutralidad de emisiones antes del 2060, además de una reducción de la intensidad de carbono de más 65% respecto a los niveles del 2005 para el 2030.
Asimismo, el 2030 sería la fecha para la que Pekín aspira a conseguir que los combustibles no fósiles procuren el 25% de la energía generada en el país, en el que actualmente el carbón es protagonista absoluto, con en torno al 60% de la generación de esta.
Sin embargo, según el consejero de políticas climáticas de la rama china de la organización ecologista Greenpeace, Li Shuo, quizá para el 2030 sea demasiado tarde.
“Los grandes objetivos a largo plazo son un paso que vemos con buenos ojos, pero nos la jugamos en los próximos años -asevera Li-. China necesita reducir drásticamente su adicción al carbón esta década. El país debería llegar a su pico de emisiones antes del 2025, y a partir de ahí entrar en un periodo de declive (de emisiones contaminantes)”.
Objetivo: crecer más del 6%
Tradicionalmente, el rápido crecimiento económico ha ido de la mano de fuentes energéticas baratas, como el carbón, y la economía planificada china -con sus metas de crecimiento anual de cumplimiento riguroso- ha dejado poco margen para la transición energética en el país asiático.
En la última reunión del Legislativo chino, el pasado mes de marzo, las autoridades se marcaron como objetivo crecer “por encima del 6%” durante el presente año.
A esto se suma que, en el presente plan quinquenal (2021-2025), no se establece objetivo de crecimiento detallado y se habla de “mantener el crecimiento en un rango razonable y proponer metas anuales cuando sea apropiado”.
Así, el hecho de que -al menos sobre el papel- se hayan abandonado metas más rígidas de crecimiento como antaño (en el 2018, por ejemplo, el objetivo fue de “en torno al 6.5 y se logró un 6.6 podrían facilitar la transformación hacia una economía menos contaminante, en línea con las directrices de cambio hacia un crecimiento “de alta calidad”.
La crisis energética, un obstáculo
En estos momentos, la ecuación se ha visto complicada por la actual crisis energética que atraviesa el país asiático a raíz de la creciente demanda de electricidad por parte de la industria, en el marco de la recuperación posCOVID, que ha venido aparejado a una demanda extraordinaria de carbón.
Según los datos del máximo organismo de planificación económica de China, la Comisión Nacional de Reforma y Desarrollo, desde finales de octubre la extracción de carbón alcanzó las 11.5 millones de toneladas al día, casi 1.1 millones más que a finales de setiembre, lo que podría servir para relajar los precios, no así su impacto contaminante.
“A corto plazo, la crisis energética (en el país asiático) complicará (el cumplimiento de) las contribuciones nacionales de China (presentadas ante la ONU)”, explica Li Shuo, de Greenpeace. “Pero el Gobierno chino ha presentado recientemente una nueva ronda de reformas energéticas que harán a las renovables más competitivas que el carbón en el medio y el largo plazo”.
No obstante, fuentes del sector de la energía nuclear apuntan que los planes de transformación energética de China pasan también por una fuerte apuesta por ese tipo de energía.
Lejos de la senda de los 1.5 grados
A pesar de los esfuerzos anunciados, China seguiría quedando fuera del objetivo ideal de lograr limitar el calentamiento global por debajo de una subida de 1.5 grados Centígrados respecto a niveles preindustriales a menos, insisten en Greenpeace, que alcanzase el pico de emisiones antes del 2025.
Li cree que solo para lograr los objetivos medioambientales declarados por Pekín será necesaria “una transformación económica y social en China. Los cambios cosméticos no van a lograr que un país tan grande como China llegue a cero emisiones. Necesitamos grandes cirugías”.
“Si China actúa con la rapidez necesaria, tanto sus emisiones de carbono como la contaminación del aire se reducirán de manera considerable. Esto beneficiará tanto a la salud pública de China como a su economía”, agrega.
Desde la Unión Europea también consideran que “es crucial que China actúe”, ya que “representa el 28% de las emisiones planetarias”, si bien se muestran conscientes de que hace falta ser “más ambiciosos” en la lucha contra el cambio climático a nivel mundial.
Intereses políticos
En Greenpeace consideran que “es hora de despedirse del modelo de desarrollo económico centrado en las infraestructuras. Este modelo le ha ido bien a China en las últimas décadas, pero a duras penas es sostenible ni desde el punto de vista medioambiental ni desde el financiero. El camino a seguir es actualizar la economía china a un modelo basado en los servicios”.
Además, Li Shuo apunta a los intereses políticos de ciertas cuencas mineras chinas, que en provincias como la central Shanxi o la septentrional Mongolia Interior han tenido históricamente y tienen aún hoy un importante peso económico y político.
“Los intereses políticos arraigados (en algunas partes del país) suponen un gran desafío. La industria del carbón está interesada en lastrar las tan necesarias reformas en nuestro sector energético. Ocuparse de esos desafíos -adelanta- será la prueba clave para la descarbonización de China”.