Cada 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental (DMH) con el objetivo de concientizar a la sociedad sobre los problemas de nuestra mente. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce la importancia de esta fecha y cómo la pandemia del COVID-19 agravó la crisis que atraviesan miles de personas.
En la actualidad, la importancia de la salud mental juega un papel fundamental por los estragos vividos en los dos últimos años desde que apareció el coronavirus y la vida que conocíamos dio un giro inesperado.
Un simple mensaje que diga “estás gorda” o “nadie te quiere” puede causar una tormenta en la cabeza de una persona y muchas veces se resta importancia a estas expresiones que -más adelante- pueden ser las causantes de la toma de daciones herradas.
Asimismo, el levantarse a mitad de noche con ataques de pánico resultar ser tema tabú para las personas que atraviesan estos males porque no intentan tocar el tema con su doctor de cabecera y optan por seguir viviendo la misma pesadilla por temor al que dirán sin saber el gran daño que se están haciendo.
Según The Conversation, un estudio clínico en España determinó que “una de cada diez personas ha sido diagnosticada con algún problema de salud mental”, siendo una cifra muy preocupante para los autores porque se conoce que la mayoría de afectados no busca ayuda especializada.
¿Qué se considera enfermedad mental?
Según Asociación Vizcaína de Familias y Personas con Enfermedad Mental, es una alteración de tipo emocional, cognitivo y/o comportamiento, en que quedan afectados procesos psicológicos básicos como son la emoción, la motivación, la cognición, la conciencia, la conducta, la percepción, la sensación, el aprendizaje, el lenguaje, etc.
Las personas con enfermedades mentales resultan ser más complicada de adaptarse al entorno cultural y social. De acuerdo a AVIFES, estos problemas de la salud mental han sido clasificados mediante los siguientes criterios:
- Esquizofrenia y grupo de trastornos psicóticos
- Trastorno bipolar y grupo de los trastornos afectivos mayores
- Trastornos de la personalidad
- Trastorno obsesivo compulsivo
Más de 350 millones de personas padecen depresión a nivel global, siendo las mujeres una mayoría considerable pero se ignora por qué esto es así, detallan varios estudios publicados en los últimos años.
¿Qué es la depresión y qué ocurre en un cerebro deprimido?
Es considerado un trastorno mental que va más allá de cambios de ánimo repentinos por algún momento considerado “muy fuerte” en la vida del afectado. Se trata de la perdida de interés por realizar alguna actividad que suele llamar la atención en otras personas como la práctica de algún deporte o un hobby.
Todavía se desconoce -o quizá no hay estudios- sobre los mecanismos del cerebro que llevan a una persona a estar deprimida. Sin embargo, quedó demostrada la irregularidad de los niveles de serotonina en los pacientes que padecen esta enfermedad.
En la corteza prefrontal -ubicada entre la frente y la sien- habitan una población de neuronas que liberan serotonina, que se produce por la acción de unas enzimas llamadas TPH que convierten el aminoácido “de la felicidad” (triptófano) en serotonina. Cuando los niveles de serotonina bajan, aumenta la probabilidad de episodios depresivos.
¿Qué herramientas tenemos y cuáles vienen de camino?
Ha quedado demostrado que los casos más severos de depresión pueden ser tratados mediante un tratamiento con médicos especialista para evitar que haya episodios recurrentes. Además, este método es complementado con fármacos como el Prozac, Celexa y Paxil, encargadas de inhibir específicamente la reabsorción de serotonina.
Si bien la mayoría de resultados fueron positivos, hubo ciertos casos que los pacientes presentaron efectos secundarios no deseados.
Una investigación menciona que la psilocibina, la mescalina o el LSD -considerados psicodélicos clásicos- pueden resultar efectivos para combatir la depresión, ya que en los años 70 se estudió la posibilidad de recurrir a estas sustancias químicas en el impacto de ataques depresivos a profundidad.
Hace algunos años, pacientes tratados con psilocibina mostraron mejoría hasta cuatro veces mayor que los antidepresivos tradicionales, provocando que la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) inicie los ensayos clínicos para testear sus efectos.