En otros países, como Australia, se lleva a cabo una estrategia llamada “cero COVID” que, para evitar la difusión del virus, lleva a que se hagan a menudo confinamientos estrictos, así como importantes cuarentenas para las personas contagiadas. (Foto: Reuters)
En otros países, como Australia, se lleva a cabo una estrategia llamada “cero COVID” que, para evitar la difusión del virus, lleva a que se hagan a menudo confinamientos estrictos, así como importantes cuarentenas para las personas contagiadas. (Foto: Reuters)

, pasaportes sanitarios... En dos años, la crisis del desencadenó una ola sin precedentes de restricciones, que significó un retroceso de las libertades públicas difícil de imaginar en los países democráticos.

“Nos habíamos acostumbrado progresivamente a una sociedad de individuos libres; somos una nación de ciudadanos solidarios”, afirmó a finales del 2020 en una entrevista en televisión el presidente de Francia, Emmanuel Macron. Un año después, asumía la transición hacia “una sociedad de vigilancia”.

Estas palabras, en boca del líder de una de las principales democracias del mundo, ilustran cómo la crisis sanitaria hizo que se aceptaran amplias restricciones de las libertades.

Desde el inicio de la pandemia, muchos países instauraron confinamientos o toques de queda que obligaban a sus ciudadanos a quedarse en sus casas de una forma más o menos estricta.

En el 2021 apareció una nueva medida restrictiva: el pasaporte sanitario, que impone la vacunación o un test de diagnóstico negativo del COVID-19, para poder acceder a ciertos espacios como restaurantes o salas de cine. Algunos países como Francia están en proceso de endurecerlo para que se transforme en un pasaporte únicamente de vacunación.

En otros países, como Australia, se lleva a cabo una estrategia llamada “cero COVID” que, para evitar la difusión del virus, lleva a que se hagan a menudo confinamientos estrictos, así como importantes cuarentenas para las personas contagiadas.

Todas estas medidas están justificadas desde un punto de vista sanitario. Suecia, que durante mucho tiempo aplicó políticas menos drásticas, tuvo una mortalidad más alta por el COVID-19 que los otros países escandinavos vecinos que sí fueron más severos.

Los países con una estrategia “cero COVID” consiguieron limitar considerablemente el número de muertos, aun cuando esta política se ha mostrado sus límites ante la aparición de las versiones más contagiosas del virus, como las variantes delta y ómicron.

Al principio, estas restricciones contaban con un amplio apoyo de la población que fue debilitándose con el paso del tiempo, como muestran las importantes manifestaciones en Francia y en Países Bajos, así como algunos resultados electorales.

En Alemania, el partido liberal FDP, que al inicio de la estaba muy abajo en los sondeos, obtuvo un buen resultado en las elecciones legislativas de septiembre del 2021 tras haber defendido las libertades públicas, a pesar de la crisis sanitaria.

Contrastes entre países

Las consecuencias de estas medidas para la democracia pueden ser duraderas, según varias organizaciones de defensa de los derechos humanos.

El retroceso de las libertades “corre el riesgo de continuar cuando se calme la crisis sanitaria, porque va a ser difícil dar marcha atrás en las leyes y reglas impuestas”, alertaba la oenegé estadounidense Freedom House, que cada año hace un informe sobre el estado de la democracia por país.

Esta organización señala que la crisis sanitaria aceleró las derivas autoritarias de algunos países, como por ejemplo Sri Lanka. Freedom House afirma que las autoridades castigaron cualquier crítica al discurso oficial sobre la pandemia, y además aprovecharon pretextos sanitarios para atacar a la minoría musulmana.

Aunque puede dar la impresión de que ha habido un retroceso general de la libertad en países democráticos y en Estados autoritarios, los matices son imprescindibles. Las restricciones han sido muy distintas de un país a otro.

En Europa, “los países del este fueron muy estrictos”, resume a la AFP Raul Magni-Berton, politólogo en el Instituto de Estudios Políticos de Grenoble (sureste de Francia). “De los países del oeste, Francia fue el más duro”.

Magni-Berton, junto a otros investigadores, estudió el grado de severidad de las medidas que habían tomado cerca de cuarenta países, para intentar explicar las diferencias entre ellos.

Para empezar, ser más o menos estricto apenas depende de la ideología del partido político en el poder. Ni tampoco de la gravedad de la situación sanitaria.

En cambio, hay dos factores que sí generan un mayor respeto de las libertades. Primero: un pasado democrático ininterrumpido desde hace más de un siglo, como es el caso del Reino Unido o de Suiza.

Y, en segundo lugar, las restricciones tienden a ser menos severas en los países donde las decisiones políticas son más difíciles de aplicar de forma unilateral.

“La pregunta es con cuánta gente estás obligado a negociar”, resume el politólogo.

Se trata, por ejemplo, de países federales como Alemania o sistemas políticos con alta proporcionalidad, donde los gobiernos están constituidos por coaliciones muy heterogéneas, como ocurre en Países Bajos, que sin embargo acaba de imponer medidas muy restrictivas ante el aumento de casos por ómicron.