Una marea de voluntarios se organiza cada día con tiendas, almacenes y supermercados para tomar aquello que les sobra y alimentar a los más pobres, una cadena en la que las nuevas tecnologías pueden echar una mano extra.
Hasta un comedor social del este de Roma, en el extrarradio, acuden por la tarde religiosamente decenas de personas como Giuseppe, de 74 años, a quien no le llega la pensión para cubrir sus necesidades más básicas.
Esta vez toca pasta con tomate, garbanzos y verduras que el italiano Maurizio Giustini ha ido recogiendo junto con otros compañeros, una labor en la que, confiesa a Efe, siempre faltan manos.
"A muchas personas no les mueve la caridad. La gente está acostumbrada a recibir, pero no a dar", se lamenta este voluntario, que hace lo posible por pasar la voz en páginas de internet.
Por el momento lo que mejor le funciona es "ir de puerta en puerta", consciente de que donar alimentos no es tan fácil como meterlos en una bolsa y esperar a que alguien los recoja.
Como explica el párroco Luca Centurioni, al frente de ese centro caritativo que también reparte hasta 15 kilos de alimentos diarios por familia (acogen a unas 300), las empresas demandan que les resuelvan el problema de los excedentes de manera constante, no solo ocasionalmente.
"Nos llega comida de varias entidades, entre ellas el banco alimentario, que está en contacto con las plataformas agroalimentarias, que le ceden los productos poco antes de que caduquen y que eventualmente no hubieran sido capaces de poner en el circuito comercial", afirma.
En Italia, el año pasado los bancos alimentarios distribuyeron 90,411 toneladas de comida en buen estado, una forma de evitar, además, que acaben en la basura.
Las iniciativas se multiplican en ciudades como Génova (norte), donde más de 2,000 voluntarios recorren sus calles recuperando los alimentos frescos que les sobran a las empresas del sector.
Lo último que han creado ha sido un chat de WhatsApp para organizar en red la redistribución de la mercancía y para medir su impacto les está ayudando la universidad local, detalló en un reciente encuentro Roberta Massa, de la asociación San Benedicto del puerto de Génova.
A nivel europeo los esfuerzos por la digitalización se centran en saber dónde está el límite del exceso de alimentos en cada etapa para poder actuar "en tiempo real", afirmó en Roma el presidente de la Federación Europea de Bancos de Alimentos, Jacques Vandenschrik.
En 2018, los 421 bancos de alimentos en Europa ayudaron a más de 9 millones de personas con hambre, mientras que en Estados Unidos unas 200 entidades similares llegaron a 46 millones de individuos.
La directora de esa segunda red de bancos denominada Feeding America, Claire Babineaux-Fontenot, detalló que se abastecen principalmente de granjas, industrias y consumidores.
Normalmente los empresarios llaman preguntando dónde pueden colocar lo que les sobra, pero no hace mucho un joven ideó una aplicación móvil con la que conectar a todas las partes interesadas.
En un año han incrementado la distribución un 65% con el nuevo sistema y el objetivo es llegar a recuperar un millón de toneladas de comida en el 2020 usando algoritmos, dijo la responsable.
El profesor del Politécnico de Milán (norte de Italia) Alessandro Perego subrayó que lo primero es prevenir las pérdidas y los desperdicios de alimentos, que según la ONU ascienden a 1,300 millones de toneladas anuales, un tercio de lo que se produce en el mundo.
Después se debe pensar que la mayor parte de la comida de más se puede aprovechar, ya sea para consumo humano o para piensos, pero siempre dentro de un "proceso" organizado en el que se compartan datos y tecnologías que mejoren la eficiencia.
De las 835 compañías emergentes o "start ups" orientadas a la sostenibilidad agroalimentaria que su centro ha identificado, Perego aseguró que 86 pretenden evitar que se malgasten los alimentos y la mayoría están hechas por jóvenes dispuestos a llevar la innovación a las asociaciones de comerciantes, instituciones, donantes y bancos de alimentos.