El final del mandato de la canciller alemana, Angela Merkel, ha adoptado perfiles de adiós al poder para los conservadores, debilitados por la gestión errática del COVID-19, mientras crece la opción de una sucesora verde en la Cancillería.
La imagen de Merkel pidiendo perdón a sus conciudadanos por su “error” al pretender llevar adelante la práctica paralización de la vida pública en Semana Santa -algo de complejo anclaje legal y laboral- marcó la agenda política esta semana en Alemania.
Algunos lo interpretaron como un gesto de grandeza; no es habitual que un mandatario asuma como propio un error -y tenía fácil no hacerlo, pues la medida se había decidido en consenso con los líderes de 16 “Länder” alemanes-.
Otros, como de reconocimiento de un fracaso en una cadena de desaciertos. Cinco meses de parón de la vida pública no han logrado revertir el repunte de contagios y la lentitud de las vacunaciones desespera al país más poblado de Europa -83 millones de habitantes-..
También se vio en el “mea culpa” un intento por exculpar a su bloque conservador, debilitado y sin haber definido aún quién luchará por la Cancillería en las generales del 26 de septiembre, las que marcarán la despedida de Merkel del poder.
El año electoral empezó el 14 de marzo con el hundimiento para la Unión Cristianodemócrata (CDU) en dos comicios regionales. El “Politbarometer” de la televisión pública ZDF sitúa dos semanas después al bloque conservador en una intención de voto del 28%. Siete puntos menos que hace un año, cuando Alemania respondía mejor que otros europeos a la pandemia y Merkel aparecía revalorizada como líder.
Los Verdes se han disparado a un 23%; un aumento de cuatro puntos y seis puntos por encima del Partido Socialdemócrata (SPD) del vicecanciller y ministro de Finanzas Olaf Scholz.
Los ecologistas, que hasta hace unas semanas se vislumbraban como futuros socios menores en una coalición de liderazgo conservador, tienen por primera vez en su historia opciones a conquistar la Cancillería, tal vez al frente de un tripartito con SPD o liberales.
De pronto, otra mujer
El SPD es el único entre los grandes partidos que ha definido su candidato, el centrista Scholz. El bloque conservador debe decidirse entre el representante del centro y líder de la CDU, Armin Laschet, y el derechista Markus Söder, su homólogo en la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU).
Ninguno de los dos tiene un gran aprecio entre el electorado. Y tampoco se puede contar con un “efecto Merkel” a su favor, ya que la imbatible canciller está en horas bajas.
Los Verdes salieron relanzados en las regionales de marzo con la victoria -la tercera- de su líder en Baden-Württemberg, Winfried Kretschmann, un moderado y miembro fundacional de la formación.
La designación de su candidato debe decidirse en las próximas semanas entre sus dos co-presidentes, Annalena Baerbock y Robert Habeck. “Sería una espinita en el corazón ceder el puesto”, admitió al semanario “Der Spiegel” Baerbock, teóricamente menos carismática que su compañero, pero más combativa y con mayor instinto político.
“No se trata de quién de nosotros puede ser el canciller. Se trata de la posibilidad de que la mayor potencia industrial de Europa sea liderada por un verde, es un momento que puede cambiar el rumbo de la historia”, responde Habeck a esa misma publicación.
Los Verdes mantuvieron siempre liderazgos bicéfalos. Pero solo uno puede ser canciller. Si la designación recae en Baerbock -de 40 años, casada y madre de dos niñas- sería la única candidata mujer con opciones a alcanzar la Cancillería, tras 16 años en el poder de Merkel.
Los ultras, estancados
La frustración ciudadana es muy visible. También lo son las movilizaciones de negacionistas, ultras u otros ciudadanos, simplemente asfixiados tras meses de cierre de restauración, ocio, cultura y comercio no esencial.
Sin embargo, ello no apuntala a la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), partido autoerigido en capitalizador de ese voto de protesta. Oscila entre el 12% y 9%, niveles parecidos a antes de la pandemia.
Está debilitado por las guerras internas entre el ala más radical y los llamados moderados, escándalos por donativos irregulares y bajo el radar del espionaje de Interior por su extremismo.
Parece que el descontento no va contra las restricciones, sino contra su gestión o el desconcierto ante sucesivos consensos anunciados por Merkel en sus reuniones con líderes regionales, que luego quedan en nada, ya que cada “Land” les aplica su criterio.
Apenas un 26% de los ciudadanos considera exageradas las restricciones actuales; un 67% las cree adecuadas o considera deberían incluso reforzarse, según el Politbarometer de la ZDF.