En la única región ucraniana conquistada completamente por las tropas rusas en la guerra, las autoridades respaldadas por Moscú promueven una anexión formal mientras los habitantes que se quedaron allí se muestran inquietos ante su futuro.
Los periodistas de AFP participaron en un viaje para la prensa a la región meridional de Jersón organizado por el ministerio de Defensa ruso, acompañados por soldados en vehículos armados.
La zona ha sido menos destruida por los combates que otras partes de Ucrania.
Las fuerzas rusas se adentraron rápidamente desde la vecina región de Crimea, anexada por Moscú en el 2014, y tomaron el control de la región de Jersón y la ciudad del mismo nombre a principios de marzo.
En ese momento, el ejército ucraniano estaba concentrado en defender la capital Kiev.
En la ciudad de Jersón, donde solo ondean algunas banderas rusas, no hay rastros de daños causados por los combates. En las carreteras hacia la ciudad, hay algunos vehículos militares carbonizados.
A la distancia, se pueden escuchar esporádicas descargas de artillería y de los sistemas de defensa aérea procedentes de la línea del frente entre la región de Jersón y la ciudad de Mikolaiv, controlada por Ucrania, unos 60 km al norte.
Desde su caída bajo control ruso, la información sobre qué ocurre en Jersón depende mayoritariamente de lo explicado por las nuevas autoridades designadas por Moscú.
Aunque algunos mensajes en Telegram han informado de protestas dispersadas por las tropas invasoras, Rusia y sus aliados en el terreno tratan de restar importancia al descontento.
“Es simplemente la guerra”
Durante una visita a una terminal de trolebuses en la ciudad, un conductor, Alexander Loginov, de 47 años, se aventura a hablar con AFP desde la cabina del vehículo.
“Para ser honesto, la gente está muy inquieta” por cuestiones como la “inestabilidad” o el pago de salarios porque “los bancos ucranianos están cerrando”, explica.
“Para ser honesto, es simplemente la guerra”, afirma usando una palabra que Rusia ha vetado bajo amenaza de una larga condena de prisión, insistiendo en describir su intervención como una “operación militar especial”. “Mucha gente todavía no comprende qué ha pasado”, añade.
El responsable de la nueva administración municipal, Alexander Kobets, presenta dos objetivos principales: garantizar que la población local “no se siente abandonada” y obtener un estatus legal como parte de Rusia, una ambición que tampoco esconden desde Moscú.
Con Jersón bajo control y la ocupación parcial de la vecina Zaporiyia, el Kremlin busca crear un estratégico puente terrestre que una Rusia y los separatistas prorrusos del Donbás, en el este, con la península de Crimea, en el sur.
“Muchos (residentes) apoyan formar parte de Rusia, no siendo repúblicas recién creadas, sino teniendo jurisdicción legal real. Es decir, que esto sea Rusia”, señala Kobets.
Las manifestaciones proucranianas fueron “limitadas” y “previsibles”, afirma, insistiendo en que cualquiera en la región “puede expresar su opinión, nadie lo prohíbe”.
Si la presencia militar en la ciudad es discreta, en los alrededores rurales se perciben numerosos puntos de control y patrullas junto a zonas de densos bosques.
La región ha vivido un éxodo de su población. Las autoridades ucranianas calculan que un 45% de los 300,000 habitantes de la ciudad huyeron y un 20% de la región circundante, que tenía un millón de residentes.
En las calles de la ciudad, un reportero de AFP observó que más de la mitad de tiendas y cafés estaban cerrados.
Mientras, Rusia expande su control militar también a la economía. El lunes, las nuevas autoridades regionales introdujeron el rublo ruso como moneda junto a la grivna ucraniana.
“Precios estratosféricos”
Con dos millones de hectáreas de tierra cultivable, la región es también importante para el enorme sector agrícola ucraniano.
Aunque los campos visitados por AFP no parecían afectados por los combates, Kiev acusó a las tropas invasoras de saquear graneros, alimentando una potencial crisis alimentaria global dado que Ucrania es un gran exportador de trigo. “El flujo de exportación ha cambiado su trayectoria”, justifica Kobets.
“Dado que nuestro puerto comercial marítimo está bloqueado, las remesas de carga planificadas para la exportación se han parado. Los envíos que nuestros negocios agrícolas tenían previstas se están realizando a través de la ruta de Crimea. Las carreteras siguen en buen estado, no hay dificultades”, añade.
En Skadovsk, un pequeño pueblo costero 100 km al sur de la capital regional, los transeúntes responden educadamente “no” cuando se les aborda para hablar sobre la vida bajo control ruso.
Solo Vera Mironenko, una madre soltera que ha llevado a dos de sus hijos al delfinario, está dispuesta a hablar.
“Vivimos de nuestros ahorros, dado que no hay suministros y los negocios están cerrados. Trabajaba en una tienda pero tuve que dejarlo”, explica.
La mujer se lamenta de los “precios estratosféricos” de la comida y de la imposibilidad de encontrar medicamentos. “Esperamos que la vida vuelva a la normalidad. Esperamos que al menos haya algún tipo de autoridad”, agrega.