Por Marcus Ashworth
La debilidad del euro se está convirtiendo rápidamente en un problema para el Banco Central Europeo, ya que su depreciación lo lleva por debajo de la paridad con el dólar.
Si bien ese umbral puede ser solo un número, sin duda es más que simbólico: cruzarlo afectará la confianza en la eurozona y, por una vez, la caída está siendo fomentada tanto por la preocupación por las perspectivas económicas de Europa como por los inversionistas que buscan refugio en el dólar. El banco central debe responder con un aumento de tasas mayor al previsto para este mes.
El peligro claro y presente de que Rusia corte el suministro de energía y la agitación económica que eso produciría —un cierre de las fábricas y un racionamiento generalizado de energía— está provocando un éxodo de inversionistas desde la moneda común. Kit Juckes, analista principal de divisas de Société Générale SA, considera que el euro es “incomprable” y ve potencial para que caiga a hasta 90 centavos por dólar en un futuro no muy lejano.
Al contrario de lo que sucedió durante la década pasada, esta vez, un euro más débil dañaría la economía. En vez de producir un auge de las exportaciones, la actual racha de abaratamiento de la moneda está causando aún más inflación. Tenga en cuenta, sin embargo, que esta no es una crisis existencial sobre la estructura del euro, ya que las naciones miembros del bloque están todas juntas en este dilema.
La caída de la moneda debería persuadir al BCE para que eleve los costos de endeudamiento más rápido de lo que anticipa actualmente, reduciendo el diferencial de tasas de interés con respecto a otras monedas globales importantes.
La Reserva Federal ha elevado las tasas en 150 puntos básicos este año y está lista para endurecerlas mucho más; más de 50 países han aumentado las tasas oficiales este año en al menos 50 puntos básicos.
El BCE aún tiene que actuar, dado que —con su tasa de depósito oficial todavía negativa— llega muy tarde a la fiesta de endurecimiento monetario, lo que podría haber sido un grave error en su política. El euro se ha debilitado este mes frente a todas las principales monedas del mundo.
Hasta ahora, a pesar de que el BCE no se ha referido oficialmente al euro, el consejo de Gobierno ha expresado su preocupación y realizado comentarios acerca de que está “monitoreando” los niveles de la moneda. Como era de esperar, esta intervención verbal tiene un efecto muy limitado en el mercado de divisas.
Si bien la compra de euros utilizando reservas es un último recurso (y se magnifica si se coordina con otros bancos centrales), existe un precedente de compras oficiales de la moneda a fines del 2000 cuando el euro rondaba los 85 centavos por dólar. Elevar las tasas de interés debería ser la primera línea de defensa, con la esperanza de impulsar la moneda mucho antes del punto en el que se requiere la intervención del mercado.
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, ha sido muy normativa al dar indicios de que los banqueros centrales comenzarán con su primera alza de tasas en una década en su próxima reunión del 21 de julio, pero solo en 25 puntos básicos.
Se espera que siga un nuevo aumento en septiembre, lo que finalmente terminaría con ocho años de tasas negativas. Pero ese ritmo también podría ser lento para evitar un caluroso verano de debilidad de la moneda antes de un frío invierno con una posible escasez de energía.
El ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Bruno Le Maire, dijo el domingo en un discurso que es “probable” que Rusia corte totalmente el suministro de gas a Europa. El BCE debe tomar medidas para defender el euro, ya que, de lo contrario, la economía solo se debilitará y la recesión se verá agudizada por una crisis monetaria concomitante.
Los encargados de la política monetaria deben aumentar la tasa de depósito oficial en 50 puntos básicos a cero el 21 de julio y trazar un camino para que los costos de endeudamiento continúen subiendo hacia territorio positivo en los próximos meses. No hay tiempo que perder.