Estados Unidos y China intentarán dejar atrás hoy una nociva guerra comercial con una nueva ronda de conversaciones de alto nivel, destinada a saldar las profundas diferencias sobre las políticas chinas de propiedad intelectual y transferencia de tecnología.
Funcionarios de alto rango, encabezados por el viceprimer ministro chino Liu He y el representante de comercio de Estados Unidos Robert Lighthizer, se reunían cerca de la Casa Blanca, con cerca de un mes antes de cumplirse la tregua comercial de 90 días acordada en diciembre por el presidente Donald Trump y su par chino Xi Jinping.
Durante una oportunidad fotográfica al inicio de los dos días programados de conversaciones, Lighthizer; el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y otros funcionarios del gobierno de Trump se sentaron en silencio sobre una larga mesa en frente de sus homólogos chinos, ignorando las preguntas de un reportero.
Después de unos minutos, Lighthizer rompió el silencio con una pequeña charla en broma sobre el posicionamiento de la mesa y fotografías de la reunión entre Trump y Xi Jinping en Argentina el año pasado.
Las conversaciones comenzaron dos días después de que Estados Unidos acusara a la compañía china de telecomunicaciones Huawei Technologies Co Ltd y su directora financiera, Meng Wanzhou, por conspirar para violar las sanciones de Estados Unidos contra Irán al hacer negocios a través de una subsidiaria que trató de ocultar.
Meng fue arrestada en Canadá el 1 de diciembre a petición de los Estados Unidos, que busca que la extraditen.
Las conversaciones en Washington serían tensas y, hasta ahora, hay pocos indicios de que los funcionarios chinos estén dispuestos a abordar las demandas centrales de Estados Unidos.
Washington quiere proteger los derechos de propiedad intelectual estadounidense y poner fin a políticas que, según Estados Unidos, dice que obligan a sus compañías a transferir tecnología a las empresas chinas.
El gobierno de Trump utilizó los reclamos estadounidenses, así como acusaciones de robo cibernético chino de secretos comerciales de Estados Unidos y una campaña sistemática para adquirir empresas de tecnología estadounidense, para justificar los fuertes aranceles que aplicó a importaciones chinas por un valor de US$ 250,000 millones.
Trump ha amenazado con aumentar los aranceles, a 25% desde un 10% a partir del 2 de marzo, a importaciones de bienes valoradas en US$ 200,000 millones si no se llega a un acuerdo. También ha amenazado con aplicar nuevas tarifas al resto de productos chinos enviados a Estados Unidos.
Por su parte, China ha tomado represalias estableciendo sus propios aranceles, pero ha suspendido algunos y está permitiendo algunas compras de soja estadounidense mientras se desarrollan las conversaciones.
Funcionarios chinos niegan que sus políticas presionen una transferencia de tecnología.
Han enfatizado que ya se han tomado medidas, como la reducción de los aranceles automotrices y un proyecto de ley de inversión extranjera que mejora el acceso de las empresas foráneas. Por otra parte, promete prohibir "los medios administrativos para forzar la transferencia de tecnología".
China está acelerando esa nueva ley y es probable que el Parlamento, que tiene una función simbólica, lo apruebe en marzo.
Un componente crucial de cualquier progreso en las conversaciones, según altos funcionarios del gobierno de Trump, es el acuerdo sobre un mecanismo para verificar y "hacer cumplir" cualquier promesa que haga China. Esto podría lleva a mantener la amenaza de imposición de aranceles estadounidenses sobre los productos chinos a largo plazo.
Algunos grupos empresariales que observan las negociaciones moderaron las expectativas de un gran avance.
A un mes de la fecha límite, es poco probable que alguna de las partes ponga sus mejores ofertas sobre la mesa en los próximos dos días, dijo Erin Ennis, vicepresidente senior del Consejo Empresarial de Estados Unidos y China.