Una vez que llega el invierno o el verano, los estadounidenses deben retrasar o adelantar sus relojes, dependiendo de qué estación está por comenzar. Si bien, con esta acción se busca un ahorro energético, pocos comentan que con esta práctica, la salud de los ciudadanos se ve seriamente afectada. A continuación, los efectos negativos que sufre el cuerpo con el cambio de horario que se da dos veces al año.
Aunque algunos consideran que con el inicio del invierno, retrasar los relojes ayuda a dormir un hora más, lo cierto es que los cambios que experimenta el organismo, tarde o temprano terminan pasando factura.
De acuerdo con la Dra. Jocelyn Cheng, neuróloga y especialista en Medicina del Sueño, y subdirectora del Comité de Seguridad Pública de la Academia Americana de Medicina del Sueño, la luz es el principal regulador del ritmo circadiano, por lo que al cambiar la cantidad que se recibe en el día y en la noche, se altera ese “ritmo, el cual conlleva efectos adversos para la salud”, publica AARP.
Esta misma opinión sostienen especialistas del área de la salud de la Universidad de Chile, país donde también se ajustan los relojes. Ellos aseguran que con esta acción se amenaza la calidad de vida de las personas.
Debido a que la transición entre el Daylight Saving Time y el horario estándar, y viceversa, provoca desajustes en el sueño y la salud mental, estos pueden provocar:
Estos problemas fisiológicos se presentan por una alteración en la secreción de melatonina, hormona que regula los estados de vigilia y sueño en función de la luz solar, publica Euro News.
“Esta desregulación en la secreción de melatonina es suficiente para que el organismo se resienta y aparezca el cansancio, la fatiga o incluso la irritabilidad”, precisa. Los más afectados son los niños y personas mayores, quienes sufren al inicio de cada estación.
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