Un avión militar ruso surca el cielo de Berdiansk, en el sudeste de Ucrania, pero ninguna mirada temerosa se eleva para escudriñarlo. “No te preocupes”, sonríe una mujer mayor sentada en un banco. “Es uno de los nuestros”.
Las fuerzas rusas han tomado el control de esta importante ciudad portuaria sobre el mar de Azov, la más grande después de Mariúpol, en los primeros días de su ofensiva, casi sin resistencia.
La AFP estuvo en Berdiansk y Melitopol, unos 100 km al oeste, también conquistada al inicio de la ofensiva, en el marco de un viaje organizado por el ejército ruso.
Para Rusia, esas dos ciudades tienen importancia estratégica porque, junto con Mariúpol, le permiten asegurar una continuidad territorial hacia Crimea, anexionada desde el 2014.
Se instalaron administraciones pro-Moscú para crear una apariencia de normalidad en espera de que se decida su suerte, que deberá pasar por alguna forma de subordinación a Rusia.
“Estamos en una fase de transición entre Ucrania y Rusia”, explicó el jefe de la nueva administración de Berdiansk, Alexandre Saulenko. “Vemos nuestro futuro con Rusia”, agregó.
La nueva administración ya decidió pagar los salarios de funcionarios y pensiones en rublos, la moneda rusa, en lugar de la grivna ucraniana.
“El presupuesto de la ciudad no nos permite asegurar todos los pagos”, por lo tanto “buscaremos ayuda en Rusia”, agregó Saulenko.
Ciudad dividida
En Melitopol, una bandera comunista ondea sobre la Plaza de la Victoria en sustitución de la ucraniana. Un camión ruso pasa tocando canciones patrióticas soviéticas.
En esas dos ciudades, la AFP no constató ningún trazo de combate o destrucción. Mariúpol y sus horrores están a solo 70 km al este de Berdiansk, pero el conflicto parece muy lejano.
“Todas las tropas abandonaron la ciudad” antes de la llegada de las fuerzas rusas, comentó en Berdiansk Svetlana Klimova, de 38 años, exempleada de una estación de servicio. “Si se hubieran quedado, habría sido como en Mariúpol”.
Al igual que ella, varios habitantes dicen sentirse aliviados de haber escapado del destino de la ciudad asediada. Pero ¿están contentos bajo el mando de Moscú?
“Cuando supe (de la llegada de los rusos) se me llenaron los ojos de lágrimas, estaba contento”, admite Valery Berdnik, un exestibador de 72 años de espeso bigote gris.
Con soldados rusos armados que rodean el perímetro y a veces escuchan las entrevistas, es difícil que la gente exprese oposición.
Pero en una señal de que no todos comparten el entusiasmo de Berdnik, Berdiansk, que tenía más de 100,000 habitantes antes de la llegada de los rusos, tiene ahora “entre 60,000 y 70,000 actualmente”, dice el nuevo alcalde.
En Melitopol, “la ciudad está dividida”, dice con prudencia Elena, una profesora de 38 años con lentes de sol y un pendiente de cruz. “Hay quienes están contentos y quienes critican la situación”.
En abril hubo manifestaciones contra la presencia rusa en Melitopol, cuyo alcalde electo fue secuestrado antes de ser intercambiado por prisioneros rusos, pero las marchas han cesado, aseguró otro residente.
Pista de hielo y matrimonio
En Berdiansk viven también varios miles de sobrevivientes de Mariúpol, como Olga Chernenko, de 50 años, alojada en un antiguo campamento de la juventud comunista.
Aún traumatizada por el asedio de Mariúpol, del cual ella logró huir a fines de marzo, espera “volver a casa en otoño”.
Ella habría preferido que su ciudad “se rindiera sin combatir”, como Berdiansk, para “salvar vidas”.
En la sala común, el único televisor difunde una cadena rusa de información.
Aunque parece prevalecer la calma, los numerosos comercios cerrados y las filas de espera frente a los bancos de Berdiansk recuerdan que la situación no es normal.
“No hay dinero en efectivo, los cajeros automáticos no funcionan”, deplora Klimova, quien espera que “Rusia ayude pagando las ayudas sociales y pensiones”.
Para las nuevas autoridades, la prioridad es que le permita ganarse a la población.
En Melitopol, el ayuntamiento prorruso reabrió una pista de hielo. Una decena de personas hace círculos sobre el hielo y luego desaparecen una vez que las cámaras se han apagado.
En Berdiansk, en el palacio de bodas donde ondea la bandera rusa, se celebran matrimonios, los primeros en más de un mes.
De pronto se oyen dos fuertes explosiones: los petardos estallan haciendo llover confeti sobre los recién casados. De nuevo, no hay reacción de pánico.