En el Reino Unido crece la inquietud por la falta de acuerdo con la Unión Europea (UE) y las empresas locales han comenzado a acaparar suministros ante posibles aranceles y desabastecimientos, mientras los negociadores hacen un último esfuerzo por evitar una ruptura abrupta el 31 de diciembre.
El primer ministro británico, Boris Johnson, expresó a través de su portavoz oficial, que una salida sin acuerdo continúa siendo el escenario más probable, y fuentes del Gobierno han rebajado el optimismo sobre ciertos avances que trasladó ayer a los embajadores de la UE el negociador jefe comunitario, Michel Barnier.
A falta de poco más de dos semanas para que termine el periodo de transición del Brexit, se han disparado los envíos de mercancías a través de los puertos británicos por parte de empresas que quieren evitar las nuevas barreras comerciales a la vista.
La congestión en las instalaciones portuarias, que ya estaban bajo presión por la pandemia y la campaña navideña, ha llevado a cadenas de producción como la de la automovilística Honda y el fabricante de bicicletas Brompton a sufrir paros por los retrasos en la recepción de piezas.
Posibles compromisos
El problema fundamental que queda por resolver en la negociación es la creación de un mecanismo que asegure que las empresas británicas solo acceden al mercado único si cumplen unos estándares similares a los europeos en ámbitos como los derechos laborales y el medioambiente, para evitar que compitan con ventaja.
Las propuestas en ese sentido han sido rechazadas hasta ahora por el Reino Unido, que esgrime la necesidad de salvaguardar su “soberanía” y su derecho a divergir de las regulaciones de la UE.
A pesar del secretismo que rodea las negociaciones, el Gobierno británico ha sugerido que está dispuesto a comprometerse a no retroceder respecto a los estándares que estén en vigor cuando se materialice el Brexit, algo que rechazaba al inicio del diálogo.
Bruselas, por su parte, puede estar abierta a un mecanismo de arbitraje en caso de futuras disputas, en lugar de aplicar sanciones unilaterales y automáticas si considera que el Reino Unido ejerce competencia desleal en algún momento.
La forma final de esos mecanismos de gobernanza, así como determinar qué ocurrirá si en el futuro el bloque comunitario eleva sus estándares y Londres no quiere hacer lo mismo, continúan bloqueando por ahora un acuerdo.
Persiste al mismo tiempo el problema del acceso de las flotas europeas a las aguas británicas, con menos peso económico que otras cuestiones en liza pero con una enorme relevancia política tanto para el Reino Unido como para países como Francia.
Se acaba el tiempo
El líder del Partido Conservador en la Cámara de los Comunes, Jacob Rees-Mogg, confirmó hoy que todavía no hay una fecha establecida para levantar el periodo de sesiones antes de las Navidades, dada la posibilidad de que un eventual acuerdo deba pasar por el parlamento en los últimos días del año.
Ambas cámaras parlamentarias deberán previsiblemente dar su visto bueno a una ley que traslade a la legislación británica los compromisos adquiridos con la UE.
Aunque ese trámite se ha llegado a cumplir en una sola jornada en circunstancias excepcionales, los diputados presionarían para contar con varios días para someter a escrutinio un texto que podría tener cientos de páginas y que el Gobierno, según diversas fuentes, ya ha comenzado a redactar.
Algunos expertos, como el director del Centro Europeo para la Economía Política Internacional (ECIPE, en inglés), David Henig, han advertido que puede ser ya demasiado tarde para implementar a tiempo todas las medidas que trae consigo un acuerdo de libre comercio y sería necesario extender cierto tiempo las condiciones del actual periodo de transición.
Desde Bruselas también se contempla el escenario de llegar a un acuerdo en los últimos días del año, sin tiempo para que los parlamentos de ambos lados del canal lo ratifiquen, lo que obligaría a un periodo de “no acuerdo gestionado” a principios de enero, con medidas temporales para minimizar los trastornos.