Meses después de que Rodolfo Hernández asumiera como alcalde de la ciudad de Bucaramanga, anunció un ambicioso plan para convertir los desechos en energía utilizando tecnología de última generación. Después se supo que su hijo podría ganar una gran comisión a través de este proyecto.
Hernández, de 77 años, quien fue suspendido del cargo dos veces en cuatro años, está acusado de interferir con el proceso de licitación. Pero antes de que la audiencia se lleve a cabo, tiene buenas posibilidades de ser elegido presidente del país el 19 de junio, una señal de la gran inconformidad de los votantes.
Hernández, un magnate de la construcción, ingeniero y exboxeador que afirma tener una fortuna de US$ 100 millones, se llama a sí mismo “el rey de TikTok” por sus agresivas campañas en las redes sociales. Se le conoce por sus críticas a políticos y policías corruptos, bomberos gordos y burócratas que comienzan a trabajar a las 10 a.m.
“Rodolfo saca todo lo que el colombiano, digamos promedio, quisiera decirle al sistema”, comentó Carlos Sotomonte, quien solía trabajar para él y ahora respalda a su oponente. “La paradoja de Rodolfo es que él nunca dejó de estar vinculado a los políticos más tradicionales”.
Hernández dice que el escándalo por el contrato de eliminación de basuras fue un complot de políticos corruptos de Bucaramanga para destituirlo, ya que su campaña anticorrupción era una amenaza para ellos.
“Yo nunca me robé ni un peso, ni me lo voy a robar. Yo no necesito de eso, afortunadamente”, dijo, en un video subido a las redes sociales.
Después de que el covid provocara un aumento de la pobreza, el descontento social alteró la política de América Latina. Perú eligió como presidente a un maestro de escuela de un partido marxista, Chile está reescribiendo su Constitución y ahora Colombia, una de las naciones de la región más conservadoras y cercanas a Estados Unidos, va a elegir entre dos populistas que dicen que quieren acabar con el sistema actual.
Hernández es conocido por sus arrebatos puntuados con palabrotas y, a menudo, lo comparan con Donald Trump y el presidente brasileño, Jair Bolsonaro. El día de las elecciones a fines de mayo, se dirigió a sus seguidores desde una tumbona junto a la piscina, vistiendo tan solo un traje de baño, su cabello teñido despeinado, reforzando así su imagen de hombre poco pulcro y sin temores.
Una de sus suspensiones como alcalde fue por abofetear a un oponente. Amenazó con dispararle a un antiguo cliente y una vez describió a Adolf Hitler como “un gran pensador alemán”. Más tarde dijo que había confundido a Hitler con Albert Einstein.
“Sin querer decir que está desequilibrado, el alcalde es una persona que no está en sus cabales para administrar el país porque se enerva fácilmente, no tiene autocontrol”, dijo en entrevista John Claro, el político que fue agredido por Hernández.
La mayoría de los residentes de Bucaramanga —al noreste de Colombia, no lejos de la frontera con Venezuela— no están de acuerdo. Dejó la Alcaldía en el 2019 con índices de aprobación superiores al 60% y casi dos tercios de los votantes de la ciudad lo respaldaron en la primera vuelta de las presidenciales.
Hasta el mes pasado, el izquierdista Gustavo Petro era el favorito para convertirse en el próximo presidente. Ahora las encuestas muestran que los dos candidatos están empatados.
Petro tiene un plan claro para aumentar el control estatal sobre la economía y reducir la dependencia del petróleo y la minería, mientras que las políticas de Hernández no están ni aquí ni allá.
Como empresario exitoso que quiere reducir los impuestos, cuenta con el respaldo de muchos conservadores que asumen que será mucho más proempresarial que su rival. Dice que reducirá el IVA del 19% al 10%.
Su visión de la economía aún no queda clara y su manifiesto de 60 páginas a duras penas menciona temas como la política monetaria, la inflación y la emisión de deuda.
Al mismo tiempo, muchas de sus políticas no son tan diferentes de las de Petro. Recientemente apareció en TikTok diciendo “¡F#ck fracking!”. Planea reconstruir los lazos con la Venezuela socialista y también quiere iniciar conversaciones de paz con el grupo guerrillero marxista al que culpa de haber secuestrado y casi con seguridad asesinado a su hija adoptiva.
Aunque fue educado por monjes católicos en la década de 1950, ahora dice que favorece el matrimonio homosexual y la adopción por parte de parejas del mismo sexo.
“Yo creo que los hijos tienen una gran influencia en él”, dijo Jorge Figueroa, uno de sus asistentes principales. El equipo de veinteañeros que ejecutan su campaña en las redes sociales también puede haber tenido una influencia.
Al igual que Trump, Hernández tiene el don de hacer que los pobres y desfavorecidos lo vean como su agente de cambio, como lo demostraron decenas de entrevistas en Bucaramanga.
El centro acaudalado de Bucaramanga está construido sobre una meseta. Más abajo en la montaña hay un cinturón de barrios pobres y asolados por el crimen, como la comunidad de Bavaria 2, donde los recolectores de basura se quejan de que no pueden ingresar a algunas calles por temor a los tiroteos entre narcotraficantes.
Este es uno de los núcleos del apoyo político de Hernández. Hombres jóvenes con pitbulls están sentados junto al complejo de canchas de fútbol, canchas de baloncesto y áreas de juegos infantiles que construyó cuando era alcalde.
El líder comunitario Mauricio Jaime Ayala, de 53 años, dice que la gran mayoría en el barrio van a votar por “el ingeniero”, como lo llaman sus seguidores.
“Acabó con la corrupción en Bucaramanga y lo va a hacer por Colombia entera”, dijo Ayala. “El ingeniero Rodolfo ha sido en muchos años el mejor alcalde que ha tenido Bucaramanga”.
Hernández hizo gran parte de su fortuna construyendo viviendas para familias de bajos ingresos. En agosto pasado, un tribunal determinó que había construido un tipo de vivienda que se beneficia de exenciones fiscales, pero que las había vendido como si fueran bienes inmuebles normales, cobrando a los compradores más que la cantidad regulada.
Sergio Toledo, un abogado que representa a algunas de las 120 familias de policías y militares que compraron casas en el proyecto, dice que Hernández se hace pasar por un luchador anticorrupción, pero proviene del mismo mundo que las personas que critica.
“Es un falso mesías”, dijo Toledo.
Su oficina de prensa no emitió comentarios a una pregunta enviada por escrito sobre el tema. Su seguidores hacen caso omiso de sus problemas legales y confían en que Hernández va a cumplir.
“Yo sé que él no nos va a mentir ni nos va a faltonear”, dijo Maria Inés Castillo, una seguidora de Bucaramanga.
Según Figueroa, Hernández hizo su dinero no solo con la construcción, sino también con la concesión de préstamos directamente a los compradores de viviendas en lugar de que dependieran de los bancos.
Como alcalde, controló las finanzas de la ciudad. Cuando asumió en el 2016, Bucaramanga tenía un déficit fiscal de unos US$ 60 millones. Cuando se fue en el 2019, era un superávit, según Fitch Ratings.
Hernández nació en 1945 en una familia próspera en Piedecuesta, un pequeño pueblo a unos 16 kilómetros de Bucaramanga.
Habla de sus raíces “campesinas”, aunque su madre era dueña de una fábrica de cigarros con 80 empleados. Ella dice que la vendió cuando los trabajadores formaron un sindicato.
Su madre dice que lo azotaba con un cable eléctrico por no tender su cama, por ejemplo. Ingresó a la mejor universidad pública de Colombia, la Universidad Nacional de Bogotá, donde se graduó.
Hernández y su familia han sufrido repetidamente la extraordinaria violencia que durante décadas azotó a Colombia. Cuando su madre era recién nacida, uno de sus propios trabajadores agrícolas le disparó a su padre, luego de que este lo hubiera reprendido por una cosecha de azúcar que se dañó con la lluvia.
Durante la guerra civil conocida como La Violencia, su madre fue baleada por usar zapatos rojos, el color de una de las facciones, y la familia huyó a Medellín por un tiempo. Hernández tuvo que pagar un rescate cuando su padre fue secuestrado. Su hija fue secuestrada hace casi veinte años y nunca más se le volvió a ver. Hernández se negó a pagar su rescate, diciendo que solo fomentaría más chantajes de este tipo.
En muchos sentidos, la nueva popularidad de Hernández es un rechazo a las clases dominantes en Bogotá con sus filas de camionetas blindadas, empleados por doquier y diplomas de las mejores universidades de Estados Unidos y Europa. Hernández dice que si es elegido, llevará a cabo su toma de posesión lejos de la capital, en una de las ciudades más pobres del país, para mostrarles a los ladrones que actualmente ocupan cargos altos en dónde debería estar el verdadero poder.
“Ese discurso de Rodolfo Hernández interpreta ese sentir de la población colombiana, un deseo reprimido de hace muchísimos años, de ver cómo el país ha caído en garras de la corrupción, de la ineficiencia”, dijo Figueroa.