Territorio de condiciones extremas, el Ártico, objeto de una reunión de sus ocho países ribereños este jueves en Islandia, es una zona codiciada por sus recursos naturales, pero también muy amenazada por el cambio climático.
Un territorio extremo, único en el mundo
A nivel geográfico, la zona ártica se extiende del Polo Norte al círculo polar ártico (latitud 66°), o sea algo más de 21 millones de kilómetros cuadrados.
Incluye el océano Ártico, las regiones septentrionales de Noruega, Islandia, Suecia, Finlandia, los archipiélagos del gran norte de Canadá, Groenlandia (Dinamarca), las costas más al norte de Rusia y Alaska (Estados Unidos). La definición política incluye otros territorios, como Laponia.
Delimitado por Europa, Asia y América, el océano Ártico tiene una extensión de más de 14 millones de kilómetros cuadrados.
El desarrollo de la vida en esta zona es muy lenta, debido a las bajas temperaturas que pueden caer hasta -50° centígrados y a una luminosidad muy débil gran parte del año. En estas condiciones climáticas extremas, sólo un tipo de vegetación puede resistir, la tundra.
Durante el periodo invernal, la banquisa se reconstituye hasta alcanzar, en mayo, una superficie de 14 millones de kilómetros cuadrados. En verano, se derrite y se reduce a unos cinco millones de kilómetros cuadrados, en setiembre.
Cuatro millones de habitantes
Su población es de unos cuatro millones de habitantes, 500,000 de los cuáles son autóctonos: inuits (esquimales), samis (lapones), yakutos (sajas) y pequeñas comunidades del norte de Rusia, como los nénets o los aleutas.
Además de las ochos naciones limítrofes, seis organizaciones indígenas están representadas en el Consejo del Ártico. Esta instancia, de cooperación regional, creada en 1996, tiene como objetivo promover “los aspectos medioambientales, económicas y sociales del desarrollo sostenible en la región”. Sus ministros de Relaciones Exteriores celebran una reunión cada dos años.
Una biodiversidad amenazada
El Ártico, que alberga más de 21,000 especies de animales o vegetales, es una de las últimas zonas del mundo que siguen en estado salvaje. Sin embargo, el desarrollo de las actividades pone en peligro la preservación de la biodiversidad.
El cambio climático, que conlleva la reducción de la banquisa, es otra amenaza para varias especies emblemáticas, como los osos polares y las focas.
Desde 1971 hasta el 2019 el calentamiento en el Ártico ha sido tres veces más rápido que en otras partes del planeta, según un informe del Programa de Evaluación y Vigilancia del Ártico (AMAP). El aire, el hielo y el agua interactúan en un círculo vicioso del calentamiento.
En el 2019 y 2020, les temperaturas llegaron a niveles récord. El año pasado, la banquisa alcanzó su segunda superficie más pequeña hasta ahora registrada, después de la del 2012.
Un paraíso polar
El Ártico es un territorio muy codiciado por los Estados que lo delimitan, y por otros más lejanos, como China. Además, estos recursos son cada vez más accesibles con el aumento del deshielo.
Rusia ha hecho del desarrollo de los recursos naturales del Ártico una de sus prioridades.
Noruega también cuenta con los recursos en el gran norte, puesto que el mar de Barents incluye más del 60% de las reservas petroleras del país.
Por su parte, Donald Trump había aprobado un programa que allanaba el camino para realizar perforaciones de hidrocarburos en la mayor zona natural protegida de Estados Unidos, en Alaska, pero su sucesor Joe Biden lo bloqueó.
En este contexto, se acelera la carrera de las reivindicaciones territoriales. Moscú, Washington, Ottawa, Oslo y Copenhague reclamaron la extensión de su “meseta continental”, más allá de su zona económica exclusiva de 200 millas náuticas.
Vías marítimas estratégicas
El deshielo acelerado de la banquisa abre nuevas vías marítimas, que tendrán un papel estratégico a nivel internacional.
Rusia, que busca desarrollar el tráfico por el paso del Noreste para unir Europa y Asia, abrió múltiples bases militares y científicas.
Por el otro lado, la ruta del Noroeste, a lo largo de Canadá, permitiría también reducir de forma considerable la distancia entre los océanos Atlántico y Pacífico.