Paul J. Davies
La regulación bancaria es una actividad de rutina. Todo se trata de un sinfín de detalles y complejidades. A veces, para que la gente se preocupe, hay que hacerlo un poco melodramático.
Y espere que haya mucho de eso en torno a la especulación de que el miembro de la junta de la Reserva Federal, Lael Brainard, pronto podría suceder a Randal Quarles como vicepresidente de supervisión financiera del banco central, o incluso reemplazar a Jerome Powell como presidente.
Brainard y Powell no siempre han estado de acuerdo en algunas de las simplificaciones y ajustes realizados a las reglas bancarias en los últimos años, y para agudizar el drama, la senadora Elizabeth Warren ya le ha dado un apodo a Powell.
Pero esta no es una pelea por un premio. No se trata de un enfrentamiento entre Jerome “hombre peligroso” Powell, el rey de hacer la vida más fácil a los bancos, versus (por decirle de alguna forma) Lael “la gran disidente” Brainard, el flagelo de la codicia y la reincidencia.
Desde que la independencia del banco central se convirtió en el principio rector hace más de dos décadas, estos roles no son ni deben ser políticos. Claro, Brainard tiene un registro, muy inusual, de haber votado más 20 veces en contra de cambios regulatorios discutidos la junta de la Fed desde principios de 2018. Pero su oposición ha sido matizada y específica, adecuada al contexto. Eso no la convierte en una defensora de los progresistas más de lo que fue Powell anteriormente en su papel de heraldo del presidente Donald Trump, que quería deshacer gran parte de la regulación posterior a 2008.
En realidad, ninguno quiere que los bancos vuelvan a hacer algo parecido a apostar con el dinero de los depositantes, o que funcionen con una base de capital extremadamente reducida. “Estamos comprometidos a preservar y fortalecer las mejoras clave implementadas desde la crisis, particularmente aquellas relacionadas con el capital, la liquidez, las pruebas de estrés y la resolución”, dijo el presidente de la Fed en un discurso en 2018 que bien podría haber sido de Brainard, aunque en realidad fue de Powell.
Cuando ha votado en contra de cambios, sus razones a menudo han estado más relacionadas con un tema de grado, que por diferir de forma absoluta. Eso se observó el año pasado cuando estuvo en desacuerdo sobre cómo introducir un nuevo requisito de reservas de capital de estrés y sobre la forma final de las reglas sobre las fuentes de financiamiento de los bancos y su confiabilidad.
También se evidenció en la acción de la Fed sobre dividendos y recompras bancarias el año pasado. Brainard quería que los pagos se detuvieran por completo durante lo peor de la crisis de covid, mientras que el resto de los miembros de la junta eligieron solo limitarlos. Dadas las decenas de miles de millones en exceso de capital que tienen los mayores prestamistas hoy en día, tal vez ella protestó demasiado. Pero las acciones bancarias difícilmente habrían tenido un peor desempeño si se hubiera adoptado la opinión de Brainard.
Su rechazo fue más fundamental contra los cambios en la Regla Volcker, que lleva el nombre del expresidente de la Fed, Paul Volcker, y está diseñada para evitar que los bancos usen depósitos para ayudar a financiar sus propias apuestas de mercado. Le preocupaba que invirtieran en un amplio conjunto de capital de riesgo, capital privado y fondos de crédito de una manera similar a la que causó el contagio y las pérdidas en la crisis financiera.
Pero los bancos aún pueden verse limitados en la forma en que usan esta libertad a través de las pruebas de estrés y la supervisión si a los reguladores del mañana no les gusta el aspecto de los riesgos que comienzan a asumir. De hecho, los analistas de Bloomberg Intelligence creen que los requisitos de capital ya podrían aumentar el próximo año.
Brainard es más progresista en otros aspectos. Habla con regularidad, por ejemplo, sobre cómo incorporar a más mujeres a carreras del sector económico, y específicamente a mujeres negras. También ha liderado esfuerzos para hablar con comunidades minoritarias y de bajos ingresos para comprender mejor cómo mejorar la Ley de Reinversión Comunitaria, que la Fed está tratando de modernizar.
Los bancos estadounidenses deberían apoyar este trabajo. Se han vuelto cada vez más vocales sobre sus propios esfuerzos en materia de inclusión social y financiera.
Brainard también ha sido la voz principal en la Fed sobre cómo incorporar los riesgos relacionados con el cambio climático en sus evaluaciones de estabilidad financiera a largo plazo. La Fed ha sido más lenta en este tema que los bancos centrales de Europa y el Reino Unido, pero se dirige hacia el mismo tipo de enfoque centrado en el riesgo y la estabilidad. Powell ha recibido críticas al respecto, pero ha apoyado el mismo enfoque.
La conclusión es que la pandemia de covid destacó la importancia de los bancos más grandes y el enfoque en el capital desde 2008: no amplificaron la crisis, sino que fueron un conducto confiable para el apoyo masivo desplegado por la Fed y el Tesoro.
Lael Brainard no es una radical que aboga por un aumento cada vez mayor del capital bancario. Ella es más bien una voz prudente de resistencia contra el olvido de las crisis pasadas y de estar preparados para las futuras.
Este año, la rentabilidad de los bancos y los miles de millones que se pagan a los inversionistas se debe tanto a eso como a cualquier otra cosa.