El Pentágono está intentando impulsar la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías como inteligencia artificial, microchips y armas hipersónicas en su propuesta de presupuesto, dando un giro hacia la disuasión de China y Rusia y alejándose de las décadas de operaciones antiterroristas en el Medio Oriente.
El Departamento de Defensa está pidiendo una suma sin precedentes de US$112,000 millones para investigación y desarrollo en el año fiscal 2022, o un aumento del 5% con respecto a la solicitud de US$106,600 millones de este año, según funcionarios de defensa que pidieron no ser identificados.
Algunos legisladores republicanos ya están calificando de inadecuada la solicitud de defensa de US$715,000 millones en la propuesta de presupuesto del presidente, Joe Biden, enviado al Congreso el viernes. Sería 1,6% más que los US$704,000 millones promulgados para este año, pero equivaldría a una disminución de aproximadamente 0,4% en términos reales ajustados por inflación.
El secretario de Defensa, Lloyd Austin, dijo a los legisladores esta semana que la inversión en investigación y desarrollo es “la más grande que jamás se haya realizado”, lo que permite al Pentágono “prepararse para la próxima pelea”, al tiempo que actualiza los sistemas de armas obsoletos.
El dinero se gastaría en autonomía para vehículos terrestres, marítimos y aéreos, cibernética, energía dirigida de quinta generación, microchips, inteligencia artificial y tecnologías hipersónicas, según altos funcionarios de defensa.
Retirada de Afganistán
El Departamento de Defensa está incorporando los gastos de operaciones de guerra de emergencia, anteriormente conocidos como cuenta de operaciones de contingencia en el extranjero, en el presupuesto regular. El Pentágono planea pedir US$42,100 millones para lo que ahora llama guerra directa y costos duraderos, una reducción significativa con respecto a este año, lo que refleja la retirada en curso de Estados Unidos de Afganistán, que Biden ordenó que se completara para el 11 de septiembre.
El presupuesto de Biden para el año fiscal que comienza el 1 de octubre será el primero en una década en la que los gastos de defensa y no relacionados con defensa no estén limitados por los topes presupuestarios, lo que significa que el Congreso tiene la oportunidad de transferir fondos de defensa a gastos que no son de defensa y viceversa.