Por William C Dudley “Bill”
En una columna reciente, expliqué que los esfuerzos de la Reserva Federal para controlar la inflación se traducirán inevitablemente en un aterrizaje forzoso para la economía. Pero eso deja una importante pregunta sin respuesta: ¿cuándo se producirá la recesión?
Mi mejor conjetura: probablemente no este año, sino más bien en el 2023 o 2024. Y cuanto más tarde ocurra la recesión, peor será.
¿Por qué no hay recesión este año? Por un lado, la economía tiene un impulso considerable. Las amplias contrataciones y los aumentos salariales están impulsando el ingreso nominal. Las finanzas de los hogares están en excelente forma: el servicio de la deuda se encuentra en un mínimo histórico en relación con los ingresos, y las ayudas del Gobierno relacionadas con la pandemia han incrementado los ahorros.
Razón de más para que los consumidores sigan gastando. Y en sectores como la vivienda y los vehículos motorizados, la demanda sigue siendo superior a la oferta, que tiene mucho terreno que recuperar. El déficit acumulado de la producción de vehículos de motor en relación con la demanda, por ejemplo, es de varios millones de unidades. Por lo tanto, aunque la demanda se tambalee un poco, la producción aumentará a medida que disminuyan los problemas de las cadenas de suministro.
Además, la política monetaria y las condiciones financieras siguen siendo muy acomodaticias. Es poco probable que la tasa de fondos federales alcance lo que los funcionarios consideran un nivel neutral —alrededor del 2.5%— hasta fines de este año, dado el comienzo tardió de la Fed y el punto de partida cercano a cero.
Además, si la inflación de los precios sigue siendo alta y la inflación de los salarios continúa aumentando, la tasa neutral será mucho más alta que el 2.5%, lo que dejará a la Fed con mucho más trabajo por hacer.
Entonces, si no es este año, ¿cuándo? Eso dependerá de cómo responda la Fed a la evolución económica. Consideremos, por ejemplo, la posibilidad real de que las lecturas de inflación interanual disminuyan rápidamente desde el máximo del 8.5% que alcanzaron en marzo, a medida que los precios del petróleo, la gasolina y los automóviles retrocedan, las cadenas de suministro se normalicen y la demanda vuelva a ser de servicios en lugar de bienes ¿Serán suficientes estas buenas noticias para evitar que la Fed endurezca su política monetaria?
Este retraso probablemente tendría dos consecuencias principales. En primer lugar, disminuiría el riesgo de recesión a corto plazo. En segundo lugar, el mercado laboral se mantendría muy ajustado y esto evitaría que la inflación retrocediera hasta el objetivo del 2% de la Fed. La inflación subyacente seguiría aumentando, impulsada por el alza de los salarios y las expectativas de una inflación más persistente.
En última instancia, la Reserva Federal tendría que intervenir con una política monetaria aún más estricta de lo contemplado inicialmente, precipitando una recesión más profunda.
Esto es lo que ocurrió a fines de los años 60 y 70. La inflación no se atajó con fuerza desde el principio, por lo que siguió aumentando. Finalmente, el entonces presidente de la Fed, Paul Volcker, tuvo que forzar una grave recesión para volver a controlar la inflación.
La opción de la Fed es clara. Si actúa antes, con las expectativas de inflación todavía bien ancladas, el costo en términos de pérdida de producción y mayor desempleo debería ser relativamente modesto. Si espera y deja que las expectativas de inflación se salgan de control, la factura será mucho más alta.