Nueve votos descartados en Pensilvania. Un empleado que alteró un puñado de solicitudes de papeletas para votar. Gente que recibe dos papeletas para votar por correo.
En la antesala de las elecciones del 3 de noviembre, Donald Trump explota cualquier falla, por rutinaria que sea, para denunciar irregularidades en el sistema electoral. Pero no hay evidencia alguna de que haya un gran fraude, como plantea el presidente.
Sus denuncias, no obstante, son repetidas por sus aliados, incluido el secretario de justicia William Barr, lo que les da más peso todavía.
“Voto por correo, hacen trampa con eso”, sostuvo Trump el mes pasado. En el debate presidencial de la semana pasada insistió en que las elecciones están “amañadas”. “En lo que se refiere al voto por correo, eso es un desastre”, manifestó.
El fraude electoral es muy inusual. Incluso una comisión designada por el gobierno de Trump para analizar el tema no halló prueba alguna que sustente las denuncias de fraude generalizado.
Cinco estados envían papeletas a sus residentes para que tengan la opción de votar por correo si así lo desean y otros cuatro y el Distrito de Columbia adoptarán ese sistema en noviembre, lo mismo que casi todos los condados de Montana.
Pese a denuncias de supuestos problemas con el voto por correo, Trump admite que en el pasado votó por esa vía. Su decisión de apelar a pequeños problemas que ocurren en todas las elecciones reflejan los esfuerzos del mandatario por sembrar dudas acerca de la integridad de las elecciones y plantear interrogantes en torno a la confiabilidad de los resultados.
Trump se enfoca sobre todo en la decisión de un empleado electoral de descartar nueve votos de militares en Wilkes-Barre, Pensilvania, en lo que un funcionario describió como un error involuntario, no un “fraude intencional”. Para Trump, no obstante, ese incidente prueba que hay fraude electoral. En el debate presidencial del martes pasado lo mencionó dos veces.
El Departamento de Justicia ha dicho que siete de nueve papeletas encontradas en un cesto de basura en el condado de Luzerne, Pensilvania, tenían el nombre de Trump. El Departamento de Justicia está investigando el episodio, que Trump sacó a la luz luego de ser informado por Barr, antes de que el propio departamento anunciase la investigación.
En el debate, Trump también mencionó que un empleado postal de Virginia Occidental admitió cambiar partes de las solicitudes de formularios para votar por correo. En cinco de ellas cambió la afiliación del votante y puso que era republicano en lugar de demócrata. Trump tergiversó los hechos y dijo que “los empleados postales venden papeletas”.
El individuo en cuestión, Thomas Cooper, había sido contratado para recoger correspondencia en tres pueblos y entregarla a la oficina postal del condado de Pendleton. Se declaró culpable de fraude electoral.
Pero no se lo acusó de cobrar para hacerlo y les dijo a las autoridades que todo había sido “una broma”.
Barr ya habló en el pasado de la posibilidad de que “otro país imprima decenas de miles de papeletas falsas” y dijo que sería difícil detectarlas. Pero esa afirmación ha sido desmentida por expertos. Numerosos estudios descartan la idea de un fraude generalizado en las elecciones y en el voto por correo.
En una entrevista con CNN el mes pasado Barr dijo que sus comentarios se basaban en la “lógica”, a pesar de que altos funcionarios del gobierno han dicho que los servicios de inteligencia no han encontrado indicio alguno de que eso esté sucediendo.
Trump también menciona un error en el condado de Fairfax, en Virginia, donde unos 1,000 residentes recibieron dos papeletas para votar por correo, diciendo que eso demostraba que “va a haber un fraude de una magnitud jamás vista”.
Funcionarios locales, sin embargo, señalaron que incluso en esos casos no puede haber fraude porque nadie puede votar más de una vez. Si se presenta por segunda vez, se sabrá que ya ha votado y no se le aceptará el voto.