Cuando a mediados de mayo el propietario de la vivienda que compartían en Brooklyn la española Paula Sevilla y dos compañeras desde hacía tres años les anunció que se tenían que ir el 30 de junio, nunca imaginaron la “pesadilla” que iban a vivir para encontrar una nueva morada.
Luego de dos meses de búsqueda, una treintena de visitas y mucho estrés, encontraron un apartamento por US$ 3,000, con dos cuartos, solo para dos de ellas. Tras muchas idas y venidas, se hubieran podido quedar en el anterior, no lejos del nuevo, pero pagando US$ 800 más, US$ 4,800 al mes.
Solo en el segundo trimestre del 2022, los alquileres subieron en Nueva York el 20.4%, según el portal inmobiliario StreetEasy.com.
Y las filas de aspirantes son mucho más largas que hace unos meses.
“En una ocasión perdimos un apartamento porque enviamos la solicitud cuatro minutos tarde”, exclama esta joven de 26 años con cierta incredulidad.
A veces, no basta con llegar primero ni, incluso, ofrecer más dinero del que piden los propietarios - en muchos casos grandes empresas o fondos de inversión, en particular en Manhattan - para lograr firmar un contrato de arriendo.
Los requisitos para alquilar son draconianos: ganar un salario anual 40 veces superior al alquiler mensual, tener un historial de crédito impoluto, presentar las dos últimas declaraciones de impuestos y los estados de la cuenta bancaria.
Con un salario de US$ 75,000 anuales, “el mismo de la media de una familia en esta ciudad”, dice, Sevilla sola no hubiera podido alquilar su nuevo apartamento.
A eso se suma, a menudo, tener que pagar al agente inmobiliario una comisión del 15% del precio anual del alquiler.
“Demasiado cliente y poco apartamento”, resume desbordado, el agente inmobiliario Miguel Urbina, la situación actual del mercado neoyorquino que sufre las consecuencias del COVID-19.
Buena parte de las 336,000 personas que se fueron de la ciudad durante lo peor de la pandemia están de vuelta.
Asimismo, la llegada de nuevos habitantes atraídos por la vida cultural, gastronómica y social neoyorquina, así como la calidad de los colegios o la instalación de empresas tecnológicas que ofrecen buenos salarios y ayudas para vivienda contribuyen a tensar también un mercado caracterizado por una escasez de vivienda crónica, explica Gea Elika, propietario de la agencia Elika Real Estate.
Los contratos de alquiler firmados en el 2020 y 2021 --que ofrecía generosas rebajas del precio-- están siendo revisados al alza, expulsando a un tercio de los inquilinos (34%) que no pueden asumir las subidas, según StreetEasy.
Asimismo, un panel designado por el alcalde de Nueva York autorizó en junio una subida de 3.25% por contratos de un año y de 5% de dos años para un millón de apartamentos con alquileres controlados, a menudo ocupados por familias con menos recursos. La mayor subida en casi una década.
“Carga pesada para las familias”
En Manhattan, las familias destinan el 55% de sus ingresos a vivienda, el 60% en Brooklyn y el 43% en Queens, según un informe de StreetEasy, cuyo autor, Kenny Lee, señala que el alquiler “se está convirtiendo en una carga financiera pesada” para las familias.
El alquiler medio de un apartamento de un cuarto en Manhattan está en US$ 5,000, recuerda Elika. En la ciudad de los contrastes, algunas agencias ofrecen alquileres hasta por US$ 140,000 mensuales en la 5ª Avenida, frente al Central Park.
Los altos precios hacen que familias de clase media o jóvenes diplomados como Paula Sevilla busquen vivienda en barrios antes ocupados por inmigrantes latinos o afroamericanos, en un proceso imparable de gentrificación.
“Nadie previó lo que está ocurriendo”, dice Elika, que reconoce que “siempre ha habido escasez de vivienda pero ahora el problema se ha magnificado”.
Según un informe del grupo de investigación Up For Growth, radicado en Washington, en el 2019 se necesitaban 340,000 viviendas en el área metropolitana de Nueva York.
La subida de los tipos de interés para combatir la disparada de la inflación amenaza con agravar la crisis ya que los aspirantes a comprar se decantan ahora por alquilar, en un mercado ya de por sí “difícil por una oferta históricamente baja”, advierte Kenny Lee.
Las restricciones que datan de 1961 para limitar el tamaño de los edificios en algunas zonas e impedir nuevas construcciones en muchos barrios, el costo de la edificación, la escasez de vivienda social y la incapacidad del estado y políticos locales de buscar soluciones viables a este problema cada vez más acuciante explican en buena parte la crisis actual, en particular en Manhattan, pese al boom de rascacielos que compiten en altura construidos en los últimos años, aunque muchos destinados a vivienda de lujo o fines comerciales.
A ambos lados de los ríos Este y Hudson, tanto en Brooklyn y Queens como en Nueva Jersey, en el paisaje proliferan las grúas y los desarrollos de altura, pero los agentes consultados no esperan que a corto plazo cedan los precios.