Por Lionel Laurent
Todavía hay numerosas incertidumbres en torno a las elecciones presidenciales de Estados Unidos, pero la buena noticia para la Unión Europea es que su candidato preferido no oficial, Joe Biden, parece estar cerca de asumir las riendas de la Casa Blanca.
Una derrota de Donald Trump, si así es como termina esta carrera, significaría que el bloque de 27 miembros podría evitar cuatro años más de agresivas guerras comerciales, ataques a instituciones multilaterales y comportamiento errático.
La mala noticia es que una victoria estrecha y disputada de Biden sería un desastre para los lazos transatlánticos, especialmente si el Senado permanece en manos de los republicanos. Con tal resultado, la agenda de Biden se vería obstaculizada por un Congreso dividido, lo que dejaría aún menos tiempo para una política exterior totalmente comprometida.
Eso significa que los europeos no pueden darse el lujo de esperar a ver qué pasa. Independientemente de quien gane, la UE tendrá que intensificar la definición de su propio camino y reducir su dependencia de EE.UU. Los últimos cuatro años no pueden ser descartados como si nada; el sólido desempeño de Trump en la votación de 2020 lo demuestra.
Pese a lo extremo que ha sido, aceleró una tendencia a largo plazo: un Estados Unidos cada vez más indiferente u hostil hacia una Europa más asertiva y más centrada en contener a China y que está girando hacia Asia. Si un Gobierno de Biden no puede gobernar efectivamente en casa, cualquier reinicio en las relaciones con Europa parece improbable.
Incluso antes de que termine el recuento, esta alerta se extiende por Bruselas, París y Berlín. La ministra de Defensa alemana, Annegret Kramp-Karrenbauer, calificó la votación de situación “explosiva”, una posición mucho más cáustica que su reciente discurso que proponía una alianza occidental de gran alcance que vendría de la mano con más gasto militar alemán.
Esa propuesta parece “deseable” en retrospectiva, dice Jacob Kirkegaard, del Fondo Marshall alemán. Si Trump gana, todas las apuestas están canceladas. Si gana Biden, a pesar del tono más amistoso, es probable que no tenga la libertad o el interés de remodelar radicalmente el Occidente.
Es una oportunidad especialmente oportuna para el presidente francés, Emmanuel Macron. Ha señalado reiteradamente que la retirada de EE.UU. y el Reino Unido del orden liberal de posguerra es una prueba de que la UE necesita mejorar para velar por sus propios intereses.
El trumpismo aceleró sus ambiciones de una “Europa más geopolítica” y atrajo a una Alemania tradicionalmente reticente hacia áreas de cooperación como la defensa y la tecnología. El bidenismo daría a la UE más tiempo para llegar a ese punto, pero no cambiaría el rumbo.
Lo que Macron realmente necesita es buscar apoyo en toda la UE, no solo en Berlín. El bloque aún no está en condiciones de reemplazar el paraguas de seguridad de la OTAN, dada la salida del Reino Unido como el único otro Estado miembro con capacidades nucleares.
También está el asunto de los países orientales que temen que una UE más autosuficiente signifique menos protección contra las provocaciones rusas.
La mejor oportunidad a corto plazo es utilizar el mercado único de la UE de 450 millones de consumidores como una forma de ejercer influencia económica tanto con EE.UU. como con China. Se están implementando herramientas regulatorias como la detección de inversiones extranjeras, sanciones contra subsidios estatales injustos y restricciones del sector tecnológico.
Francia se apresuró esta semana a imponer un controvertido impuesto tecnológico a empresas como Amazon Inc. y Google para avanzar en un proceso más amplio de la OCDE que había sido socavado por Trump.
Los europeos son serios cuando se trata de establecer las reglas para su propio territorio y esto es algo con lo que incluso el presidente Biden podría no estar de acuerdo, según Erik Brattberg, miembro de Carnegie Endowment for International Peace. Bajo Barack Obama, EE.UU. acusó a la UE de proteccionismo al tratar con Silicon Valley.Al tomar la iniciativa con anticipación, Europa podría ofrecer a EE.UU. ayuda con su agenda comercial. Una alianza con EE.UU. para reforzar la supervisión global de los subsidios de Pekín que distorsionan el comercio sería efectiva y también permitiría a los europeos solicitar a cambio más apoyo para sus propias iniciativas políticas, como la defensa.
Independientemente de cómo termine esta carrera presidencial, un Estados Unidos dividido tendrá que hacer lo necesario para curarse. Para Europa, es el punto de inflexión para aceptar que no hay vuelta atrás a una edad de oro. Si aspira llegar a sentarse en la mesa como bloque de poder más allá del comercio, no hay tiempo que perder.