Más de 30 millones de personas celebraron la Navidad en Estados Unidos con miedo a perder sus casas por la parálisis en torno al nuevo paquete de estímulo y mientras los hospitales de Los Ángeles se quedan sin material médico para atender a nuevos pacientes del COVID-19.
“Sabemos que, para muchos en nuestra nación, este ha sido un año muy difícil. Y en estos tiempos hay que acudir a la esperanza y a la humanidad que nos une”, dijo el presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, en un video junto a su esposa, Jill, y en el que ambos aparecen en un sofá con decoración navideña de fondo.
Biden, que tomará posesión el 20 de enero, rindió homenaje a todos aquellos estadounidenses que se han quedado sin empleo desde el inicio de la pandemia y también a quienes enfrentan dificultades para comer o pagar sus hipotecas y alquileres.
“Muchos estadounidenses se enfrentan a su primera Navidad habiendo perdido a alguien”, reconoció por su parte Jill, quien recordó que ella y su esposo conocen de primera mano ese sentimiento por la pérdida en el 2015 de Beau Biden, uno de los hijos del que fuera vicepresidente con Barack Obama (2009-2017).
“Sabemos -afirmó Jill- que, en esos tiempos de dolor, una palabra amable puede significar mucho”.
Desempleo, desahucios y pobreza
La familia Biden no hizo ninguna mención al paquete de estímulo que ha quedado en el limbo por las exigencias del presidente saliente, Donald Trump; aunque ese es el tema que más preocupa a millones estadounidenses que llevan meses esperando ayudas del Gobierno.
El lunes por la noche, el Congreso de Estados Unidos aprobó un plan de estímulo de US$ 900,000 millones para ayudar a la economía estadounidense golpeada por el parón de la pandemia y que incluye pagos directos de US$ 600, ayudas al desempleo de US$ 300 por semana y préstamos para pequeños negocios.
El paquete fue aprobado tras meses de duras negociaciones entre demócratas y republicanos; pero, por sorpresa, el martes Trump amenazó con vetar ese paquete si no se incluye un aumento de US$ 600 a US$ 2,000 de los pagos directos.
El Congreso ha rechazado incluir ese y otros cambios y, ahora, el paquete de estímulo se enfrenta a un futuro incierto porque no puede entrar en vigor sin la firma de Trump.
En términos prácticos, eso significa que 14 millones de estadounidenses podrían ver cómo el sábado expiran sus prestaciones al desempleo y, a finales de mes, 30 millones se enfrentarían a desahucios, que hasta ahora han estado bloqueados.
Además, 10 millones de estadounidenses han perdido su empleo desde que en marzo comenzaran las restricciones por la pandemia y otros 8 millones de personas se sumieron en la pobreza a partir de junio, cuando expiraron las primeras ayudas federales, de acuerdo a un estudio de la Universidad de Chicago.
El nuevo paquete de estímulo, si finalmente sale adelante, sería la primera ayuda que reciben millones de estadounidenses desde marzo, cuando el Congreso dio el visto bueno a un plan de rescate de más de US$ 2.2 billones, el mayor de la historia de Estados Unidos.
Largas esperas
La situación se ha traducido en largas colas de vehículos que durante horas han tenido que esperar en los últimos días a las puertas de los bancos de alimentos, una estampa que ya se produjo en Acción de Gracias y que se ha repetido por Navidad en varias ciudades, como Mesa (Arizona) y Houston (Texas).
El Ejército de Salvación, una organización protestante, suele repartir por Navidad unos 2.6 millones de comidas, pero este año la cifra es de más de 6 millones, dijo el director de ese grupo, Kenneth G. Hodder, a la cadena Fox.
“No es una exageración decir que ha habido un tsunami de necesidad humana”, lamentó Hodder.
Sin material médico
Por otro lado, el virus sigue arrollando a Estados Unidos, que ayer jueves volvió a registrar un incremento de más de 3,000 fallecidos, de acuerdo con el recuento independiente de la Universidad Johns Hopkins.
California, que superó el jueves la barrera de dos millones de infecciones, se ha convertido en el nuevo epicentro de la pandemia en Estados Unidos y los hospitales del condado de Los Ángeles están teniendo dificultades para encontrar el material médico necesario para atender a los pacientes.
Por ejemplo, muchos hospitales se están quedando sin oxígeno y el colapso es tal que, en algunos casos, los pacientes tienen que esperar hasta ocho horas en una ambulancia antes de poder entrar a la sala de emergencias, reportó este viernes el diario Los Angeles Times.
Esto se produce mientras las unidades de cuidados intensivos del condado están al 100% de su capacidad.
En Estados Unidos, desde el inicio de la pandemia, se han registrado 18.6 millones de casos y más de 329,000 fallecidos, según la Universidad Johns Hopkins.