Un mes después de su reapertura, Florida reportó 8,553 nuevos casos de coronavirus esta semana, su máximo para un período de siete días.
En Texas, las hospitalizaciones del martes aumentaron 6.3% a 2,056, lo más alto desde que surgió la pandemia y el tercer aumento diario consecutivo.
Las hospitalizaciones en California están en su máximo desde el 13 de mayo y han subido en nueve de los últimos 10 días.
Una nueva embestida del coronavirus está planteando desafíos para los residentes y la economía de EE.UU. Las oleadas localizadas han disparado alarmas entre los expertos, incluso cuando están enmascaradas por el recuento general de casos del país, que a principios de esta semana aumentó un poco menos de 1%, su menor incremento desde marzo.
“Está llegando una nueva ola en algunas partes del país”, asegura Eric Toner, investigador principal del Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud. “Es pequeña y distante por ahora, pero está llegando”.
Aunque los brotes llegan semanas después de la reapertura del estado, no está claro que estén vinculados a una mayor actividad económica. En Georgia, donde los salones de belleza, salones de tatuajes y gimnasios han estado operando durante un mes y medio, los números de casos se han estancado y han desconcertado a los expertos.
Las diferencias desconcertantes aparecen incluso dentro de los estados. En California, que impuso una orden de quedarse en casa a fines de marzo, San Francisco vio cero casos durante tres días consecutivos esta semana, mientras que el condado de Los Ángeles reportó más de la mitad de los nuevos casos del estado.
El Grupo de Trabajo para el Coronavirus de la Casa Blanca aún no ha visto ninguna relación entre la reapertura y el aumento de los casos de COVID-19, dijo el comisionado de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés), Stephen Hahn, en un podcast.
Pero en algunos estados, el aumento de los números supera los aumentos en las pruebas, lo que genera preocupación sobre si el virus puede controlarse y si podría abrumar a los hospitales. Tardará un par de semanas en saberse, pero para entonces “va a ser bastante tarde” para responder, afirma Toner.
Desde que la pandemia se propagó inicialmente por EE.UU. a principios de este año, se confirmó la infección de casi 2 millones de personas y murieron más de 110,000.
Después de un confinamiento nacional que ayudó a detener la propagación, se esperaba un aumento de la enfermedad a medida que se reducían las restricciones. La tendencia se ha observado en 22 estados en las últimas semanas, aunque para muchos los aumentos son constantes pero lentos.
Debido a que los niveles generales son bajos, los brotes en entornos donde el virus se propaga fácilmente, como hogares de ancianos o plantas empacadoras de carne, podrían estar influyendo en los números de una manera descomunal.
Pero los expertos ven evidencia de una segunda ola en Arizona, Texas, Florida y California. Arizona “sobresale como problema importante”, asegura Jeffrey Morris, director de la división de bioestadística de la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania.
El recuento diario de casos nuevos en Arizona se ha disparado abruptamente en las últimas dos semanas, alcanzando un máximo histórico de 1,187 el 2 de junio.
Esta semana, su Departamento de Servicios de Salud envió una carta a los hospitales instándoles a activar los planes de emergencia y preparar camas. La directora del Departamento, Cara Christ, dijo a una estación de televisión de Phoenix que estaba preocupada por el aumento en el número de casos y el porcentaje de personas evaluadas que resultaron positivas. El estado, dijo, no tiene planes actuales para cerrar negocios por segunda vez, pero no lo descartó.
“Eso no es parte de nuestra discusión, eso no está sobre la mesa para lo que estamos viendo, pero sabemos que tenemos una amplia gama de opciones”, dijo en una entrevista el martes con Fox 10 News.
Texanos móviles
En Texas, el gobernador Greg Abbott fue criticado por una reapertura agresiva el mes pasado. Los datos de los teléfonos móviles muestran que la actividad de los residentes está repuntando hacia niveles anteriores al COVID, según los colaboradores de Morris en PolicyLab del Children’s Hospital de Filadelfia.
Eso podría reflejar la percepción de que el virus “nunca fue una gran amenaza”, dice Morris, quien recientemente se mudó a Filadelfia después de 20 años en Houston. El condado de Brazoria, cerca de Galveston en la costa del Golfo, ha visto solo una reducción de 6% en las visitas a negocios no esenciales, en comparación con una reducción de aproximadamente 50% en la ciudad de Nueva York y el condado de Los Ángeles, según PolicyLab.
Contrarrestando la tendencia está Georgia, que fue el primer estado de Estados Unidos en reabrir. Los casos de COVID allí se han estancado.
A pesar de algunos brotes locales, “sus niveles no aumentaron”, asegura David Rubin, director de PolicyLab, quien ha estado modelando la propagación del virus en áreas locales de todo el país. “Han mantenido este frágil equilibrio”.
Señal de preparación
California fue el primer estado en cerrar su economía por el coronavirus, después de uno de los primeros brotes de la nación en el área de la Bahía de San Francisco. Ha sido más lento que la mayoría para reabrir.
Aun así, el estado también ha visto rebotar el número de personas hospitalizadas con COVID-19 en las últimas dos semanas, a medida que aumenta el comercio. Los casos también están aumentando, aunque los funcionarios estatales lo atribuyen más al aumento de las pruebas y dicen que es una señal de su preparación.
En parte, un número creciente representa el virus que se propaga a lugares que evitaron en gran medida la primera ronda de infecciones, incluido el condado rural de Imperial en el desierto del sudeste de California. Sin embargo, el contagio también sigue presente en algunos lugares que soportaron la peor parte de la primera ola, incluido el condado de Los Ángeles. Las hospitalizaciones allí son más bajas que a principios de mayo, pero las muertes siguen siendo obstinadamente altas, con 500 solo en la última semana.
Barbara Ferrer, directora de salud pública del condado de Los Ángeles, dijo en una entrevista que la región probablemente no haya visto el final de la primera ola. Y a pesar de las preocupaciones sobre las infecciones que surgen de las manifestaciones masivas que se han apoderado de la ciudad en expansión, cree que la reapertura de la economía tendrá un mayor impacto.
“No estamos al final de nada”, dice. “Nunca tuvimos un gran pico. Hemos estado dentro de esta banda. No estamos en declive, estamos defendiéndonos de una manera que protege el sistema de atención médica”. Pero, agrega, “vaya a Venecia y vea las multitudes, y entenderá por qué me preocupo”.
Otra embestida
Estados Unidos ha estado preparándose para otra ola del coronavirus, pero es probable que los brotes futuros adopten una forma diferente. Es probable que las precauciones como el distanciamiento social y el uso de máscaras, así como el comportamiento cuidadoso de las personas, tengan poder de permanencia en muchas partes del país, incluso a medida que las economías se reabran.
Sin embargo, los expertos también se están preparando para el otoño, cuando los cambios en el clima y los planes de regreso a la escuela podrían tener repercusiones perjudiciales.
“La segunda ola no va a reflejar exactamente la primera ola”, afirma Lance Waller, profesor de la Escuela de Salud Pública Rollins de la Universidad Emory en Atlanta. “El distanciamiento funciona para amortiguar las cosas al principio, y no está volviendo exactamente a lo mismo que antes, porque ya no somos exactamente como antes”.
Daniel Lucey, miembro de Infectious Diseases Society of America, compara el nuevo paradigma del virus con un día en la playa: Estados Unidos se ha estado preparando para otra “marea alta” como la que envolvió la ciudad de Nueva York. Pero hoy es una marea baja y “las olas siempre están llegando”.