Los titulares sobre el uso de misiles “hipersónicos” por parte de Rusia en Ucrania han alimentado los temores de que Estados Unidos se estaría quedando atrás de sus rivales en el desarrollo de tales armas.
Aunque Estados Unidos necesita una estrategia para contrarrestar el impulso de Rusia y China para desplegar arsenales hipersónicos, debe tener cuidado al derrochar en nuevas tecnologías que los militares en realidad no necesitan.
Las armas hipersónicas se dividen en dos categorías: vehículos de planeo que se lanzan con cohetes impulsores antes de despegarse y planear hacia un objetivo, y misiles de crucero que usan oxígeno para generar propulsión. Ambos viajan al menos cinco veces más rápido que el sonido, pero eso es cierto para casi todos los misiles balísticos. Lo que distingue a los hipersónicos es su capacidad para volar bajo y maniobrar en lugar de seguir un arco rastreable, lo que significa que podrían evadir las defensas de misiles de Estados Unidos.
Si bien Vladímir Putin ha promocionado los avances de Rusia en la construcción de tales armas, la verdadera potencia de su arsenal sigue sin estar clara. Los misiles Kinzhal (“Daga”) utilizados en Ucrania no son técnicamente hipersónicos; son misiles balísticos lanzados desde el aire probablemente modificados del misil Iskander de Rusia. Los expertos militares también son escépticos sobre el progreso que Rusia afirma haber logrado con otras armas hipersónicas.
La prueba de China de un planeador hipersónico global el verano pasado, por otro lado, demostró capacidades más avanzadas.
Después de liderar el campo en el desarrollo de tales armas, Estados Unidos ha avanzado lentamente en los últimos años. La Fuerza Aérea ha tenido problemas con su planeador lanzado desde el aire, y el Ejército y la Armada no esperan desplegar sus propios planeadores antes de 2024 y 2025. La inversión continua en investigación y pruebas es sin duda prudente.
Sin embargo, antes de invertir decenas de miles de millones de dólares adicionales en una nueva carrera armamentista, el Pentágono debe evaluar cuidadosamente cómo los hipersónicos pueden ayudar a cumplir sus objetivos estratégicos. El objetivo no debería ser igualar misil por misil a China o Rusia. Incluso un gran arsenal de tales armas no mitigará directamente la amenaza que representan las armas rusas y chinas. Y aunque los hipersónicos podrían resultar útiles contra ciertos objetivos enemigos, una opción más barata y efectiva para muchas misiones puede ser mejorar la tecnología sigilosa de Estados Unidos y actualizar sus misiles balísticos existentes.
Del mismo modo, el Pentágono necesita intensificar sus defensas contra los hipersónicos, siendo realista sobre lo que realmente puede lograr. Defender a todo Estados Unidos contra tales armas sería imposible a cualquier costo asequible y solo llevaría a Rusia y China a desplegar más misiles para garantizar su éxito. Un enfoque más sensato sería invertir en el fortalecimiento de las defensas de misiles de teatro para proteger objetivos probables, como portaaviones y centros de comando.
Finalmente, los líderes estadounidenses no deberían perder de vista lo desestabilizadoras que podrían llegar a ser las armas hipersónicas. En una crisis, es posible que los funcionarios no puedan decir qué tipo de ojiva lleva un planeador o su objetivo previsto, lo que aumenta el riesgo de una escalada no deseada. Si bien las medidas de transparencia y los acuerdos hipersónicos de control de armas con Rusia y China pueden ser difíciles de imaginar en este momento, pueden ser necesarios.
Los planificadores del Pentágono tienen razón, entonces, al monitorear cuidadosamente las amenazas planteadas por los hipersónicos. La clave es evitar una reacción exagerada costosa. La previsión y la inversión sensata servirán a Estados Unidos mucho mejor que una nueva carrera armamentista desenfrenada.