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El salvadoreño Óscar Alberto Martínez y su hija de 23 meses, Angie Valeria, muertos a la orilla del Río Bravo en junio del 2019. El sirio de tres años Alan Kurdi, muerto sobre las arenas turcas en septiembre de 2015. Ambas imágenes son profundamente perturbadoras. Ambas representan las crisis migratorias a un océano de distancia; la dinámica en cada una es muy diferente.

Al igual que la Unión Europea en el 2015, Estados Unidos claramente se enfrenta a un pico de llegadas de inmigrantes indocumentados. En octubre del 2015, los solicitantes de refugio en la UE a través del Mediterráneo alcanzaron un récord histórico de 222,800.

En mayo del 2019, EE.UU. reportó 144,278 "capturados e inadmisibles" (muchos de los cuales habrían solicitado refugio, ya fuera que cumplieran a cabalidad con la definición de quienes huyen de la persecución o no) en su frontera sudoeste, la mayor cantidad para el mes de mayo desde el 2000.

Ambas representan 0.04% de la población de la UE y EE.UU. respectivamente. Ambas parecen haber abrumado los recursos del mayor bloque comercial del mundo y la mayor economía individual; ambas dieron como resultado la muerte de personas que intentaron eludir los sobrecargados canales oficiales para escapar de condiciones de vida desesperantes. No obstante, yo argumentaría que las diferencias son más significativas que las similitudes.

El número de llegadas por el Mediterráneo en 2015 representa cuántas personas lograron atravesar a Europa, lo que obligaba a las autoridades allí a procesar las solicitudes de refugio al máximo de su capacidad.

El número de "capturados e inadmisibles" en EE.UU. se refiere a cuántas personas fueron atrapadas intentando cruzar (nadaron el río –como Martínez–, escalaron la cerca fronteriza o atravesaron algún espacio en ella corriendo) o fueron rechazadas en cruces fronterizos legítimos tras una rápida inspección.

Se les procesa por cruzar la frontera ilegalmente o simplemente son devueltos. No obtienen una audiencia para sus solicitudes de refugio.El número más relevante que se debe considerar es cuántas solicitudes de refugio han intentado procesar las autoridades europeas y estadounidenses y cuántas decisiones estaban tomando.

Las estadísticas de refugio de EE.UU. de este año solo están disponibles para el mes de enero, y una comparación entre Europa en 2015 y EE.UU. es el 2018 es imperfecta porque EE.UU. no había alcanzado su pico de llegadas el año pasado.

También ocurre que algunas solicitudes de refugio permanecen mucho tiempo en el sistema judicial estadounidense, mientras que las decisiones en las fronteras las toman funcionarios de refugio, no jueces. Sin embargo, no deja de ser instructiva.

Bajo la administración Trump, EE.UU. ha intentado aceptar la menor cantidad de solicitudes de refugio (presentadas en suelo estadounidense) posibles. También ha reducido drásticamente las admisiones de refugiados desde terceros países. EE.UU. se esfuerza por judicializar a todo aquel que entre al país de forma ilegal.

En cambio, durante su crisis de refugiados, la UE decidió procesar muchas solicitudes de refugio, en parte porque no podía devolver a los recién llegados por el Mediterráneo y en parte por preocupaciones humanitarias genuinas.

Los países europeos trabajaron arduamente por optimizar sus sistemas de procesamiento, utilizaron edificios escolares, ciudades de carpas y hangares en desuso para albergar a los solicitantes de refugio.

Como resultado de estos enfoques diferentes, la proporción de personas que recibieron estatus y documentación de refugiados respecto a las llegadas alcanzó 19% en la UE en el 2015 y 5.8% en EE.UU. en el 2018.

Dada la diferencia entre los sistemas europeo y estadounidense, por no mencionar sus respectivas complejidades, las comparaciones estadísticas directas son difíciles. Pero en términos generales, la UE ha sido más hospitalaria en los últimos años.

En efecto, al devolver a las personas o capturarlas en la frontera, EE.UU. está protegiendo un sistema con una capacidad extremadamente baja. Incluso ante el pequeño número de solicitudes presentadas, EE.UU., se enfrenta a una acumulación de casos de refugio "afirmativos" (los que resuelven los Servicios de Inmigración y Ciudadanía de EE.UU. y no las cortes): 325.277 en enero de 2019, según el Departamento de Estado. El sistema de procesamiento alemán, que recibió una carga de casos mucho más grande durante la crisis de refugiados, inicialmente también tuvo retrasos, pero eventualmente los superó.

Mientras que Europa, abrumada, intentó estar a la altura del desafío, EE.UU. ha funcionado en efecto como una fortaleza sitiada que intenta repeler los ataques. Tanto EE.UU. como Europa se enfrentan a desafíos de inmigración posiblemente permanentes (la migración africana a la UE tiene tan poca probabilidad de terminar como la centroamericana a EE.UU.). El enfoque estadounidense crea tensión y cuellos de botella; el enfoque europeo permite más flexibilidad durante las casi inevitables crisis futuras.

En últimas, para aquellos que viven en Siria destrozado por la guerra, Eritrea y su opresión o El Salvador infestado de pandillas, poco importa que las reglas existentes clasifiquen a algunas personas como refugiados legítimos y a otras como migrantes económicos. Las personas de cualquiera de estos países buscarán seguridad y una vida mejor, y la dificultad de entrar a otro país siempre será menor para ellos que la de sobrevivir en las extremas dificultades de su hogar.

Tanto la UE como EE.UU. pueden permitirse recibir a más de ellos de lo que lo hacen, más allá de la toxicidad política del asunto. Pero incluso bajo las reglas actuales, dar a estas personas la oportunidad de presentar sus solicitudes de refugio y contar sus historias es más justa, más humana y más digna de las sociedades regidas por el derecho que rechazarlas.

La UE llevó a cabo una importante operación naval en el Mediterráneo durante la crisis de refugiados, en un intento por repeler las embarcaciones de los inmigrantes cuando era posible o rescatar a los solicitantes de refugio cuando no. Hubo injusticias y fallas. Algunas personas murieron en todo caso, por supuesto.

La familia de Alan Kurdi tomó un bote inflable en Bodrum, Turquía, hacia la isla griega de Kos –un peligroso viaje de 4 kilómetros en ese tipo de embarcación– y no llegó muy lejos antes de que el bote se volcara.¿EE.UU. puede hacerlo mejor? Creo que sí. Caminé por la orilla del Río Bravo en el 2016 y encontré la ropa mojada de personas que acaban de cruzar de manera ilegal abandonada en los arbustos.

El Río Bravo es traicionero, pero no es el Mediterráneo; básicamente es un riachuelo estrecho y lodoso con muchos puentes. No obstante, ahora hay una imagen tan desgarradora como la de Alan Kurdi para el cruce del Río Bravo.

No puedo evitar pensar que habría pasado si EE.UU. hubiese adoptado el enfoque europeo, recibiendo a los solicitantes de refugio y trabajando sobre la marcha para mejorar las instalaciones de recepción y optimizar el proceso de solicitud. Martínez no habría tenido tanta necesidad de intentar atravesar el río nadando.

Él y su hija habrían podido cruzar un puente. Habrían podido presentar su solicitudes y, si las autoridades las hubieran rechazado, habrían podido apelar con ayuda legal gratuita, como han hecho tantos solicitantes de refugio rechazados en Europa. Y si de igual modo los hubieran deportado, al menos estarían vivos.

Ahora hay un barco alemán llamado Alan Kurdi. Recoge solicitantes de refugio en el Mediterráneo e intenta llevarlos a los puertos europeos. Tal vez algún día haya un puente que atraviese el Río Bravo llamado Angie Valeria Martínez. Las personas lo atravesarán y tendrán una oportunidad.

Por Leonid Bershidsky

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