A medida que China se adelantaba a las principales economías rivales tras el desplome inducido por el COVID-19 el año pasado, Pekín vio la oportunidad de impulsar duras medidas dirigidas a los promotores endeudados, así como a los contaminadores industriales y a los gigantes tecnológicos.
Las audaces reformas del presidente Xi Jinping pretenden reducir la dependencia de la economía de las propiedades y la deuda, canalizar más recursos hacia la fabricación de alta tecnología y crear una economía más ecológica e igualitaria.
Pero la ralentización del ritmo de la segunda economía mundial pone de manifiesto los riesgos y pone a prueba la determinación de Xi de aplicar sus planes.
El crecimiento en el tercer trimestre bajo hasta un 4.9% anual, el más lento en un año. Sin embargo, es poco probable que los responsables de las políticas flaqueen en sus intentos de abordar lo que consideran riesgos y distorsiones a largo plazo en la economía, según los analistas.
“La desaceleración está impulsada principalmente por las políticas... (pero) Pekín está dispuesto a hacer concesiones”, dijo Dan Wang, economista jefe del Hang Seng Bank (China).
Los inicios de construcción se han desplomado en medio de los esfuerzos por enfriar el sector inmobiliario, donde la crisis de la deuda del Grupo Evergrande ha suscitado la preocupación por un contagio financiero más amplio.
La producción industrial se vio frenada por objetivos energéticos, así como por los recortes en medio de la escasez de carbón, agravada por el cierre de minas y las inspecciones de seguridad. La estrategia china de “tolerancia cero” para enfrentar el COVID-19 también ha pesado sobre el consumo.
Estas políticas gubernamentales pueden haber recortado el crecimiento trimestral en 0.7 puntos porcentuales, según Nie Wen, economista de Hwabao Trust con sede en Shanghái.
Los dirigentes chinos se comprometieron el pasado mes de diciembre a aprovechar la ventana creada por la recuperación económica para centrarse en las reformas estructurales.
La fijación de un objetivo de crecimiento más modesto y flexible, “por encima de 6%”, para este año también les dio un amplio margen de maniobra, ya que muchos analistas esperan un crecimiento de alrededor de 8% en el 2021 a pesar de la desaceleración.
En medio del impulso de Xi para crear lo que llama “prosperidad común”, las medidas de los reguladores dirigidas a la tecnología, la educación y el entretenimiento han perturbado el vasto sector en línea y han devastado la industria de las clases particulares con fines de lucro, planteando preguntas sobre el papel del sector privado en la economía de China.
Pekín proyecta confianza y no ha señalado ningún cambio de política importante para hacer frente a la desaceleración. El primer ministro Li Keqiang dijo la semana pasada que China cuenta con amplias herramientas para hacer frente a los desafíos económicos.
Los responsables de las políticas, temerosos de que una burbuja inmobiliaria pueda socavar el ascenso a largo plazo del país, probablemente seguirán frenando el endeudamiento y la especulación desenfrenados, pero podrían suavizar algunas tácticas, según han declarado a Reuters fuentes políticas y analistas.
“Hará falta mucho más daño a los mercados financieros y a la economía real antes de que Pekín esté dispuesta a deshacer algunos de esos frenos”, dijeron los analistas de Nomura en una nota. Puede haber una relajación más “marginal” de las medidas inmobiliarias en las ciudades que se enfrentan a una mayor presión fiscal, dijo Wang de Hang Seng.