La crisis entre Rusia y Ucrania obliga a Alemania a malabares para reducir su dependencia del gas ruso, y revela el fracaso de su diplomacia indulgente hacia Putin desde hace más de 20 años.
“Fracaso absoluto”, destaca la cadena de televisión pública ARD, en tanto el diario Süddeutsche Zeitung evoca “campos de escombros diplomáticos”.
En tela de juicio: la política de Berlín hacia Moscú desde comienzos del actual milenio debido a que el 55% del gas importado por Alemania proviene de Rusia.
Todo esto se hizo añicos el martes cuando Berlín no tuvo otra opción que cancelar la autorización al gasoducto germano-ruso “Nord-Stream 2″, tras el reconocimiento por parte de Moscú de la independencia de las repúblicas separatistas prorrusas del este de Ucrania.
Moscú ya impuso un porvenir difícil para Alemania en materia energética. “Bienvenidos a un mundo nuevo, en el cual los europeos deberán pagar 2,000 euros por 1,000 m3 de gas”, advirtió este martes el expresidente ruso Dmitri Medvedev.
Fuerte dependencia
Alemania está inquieta: ¿cómo prescindir del gas ruso y modificar más de dos décadas de diplomacia energética enfocada hacia Rusia?
El gas representa más de la cuarta parte de su consumo de energía y el 50% para calentar sus hogares.
“Podemos” prescindir del gas ruso a largo plazo, afirmó el ministro de Economía y Clima, Robert Habeck, a la radio pública alemana.
Pero renunciar por completo a éste, en primer lugar provocaría “un gran déficit” a cubrir en el mercado energético, cuya primera consecuencia sería el “aumento de precios”, admitió.
Éstos ya son muy elevados. De acuerdo a la Oficina de estadísticas alemana, aumentaron 32.2% interanual en enero. Situación explosiva que despierta un creciente descontento entre los consumidores alemanes y debilita a la primera economía de la zona euro.
“El alza de precios del gas amenaza con asfixiar a la economía la situación es tan grave al punto que empresas medianas están considerando la relocalización”, según el lobby industrial BDI.
Para enfrentar la coyuntura, el país apuesta a una caída de la demanda a corto plazo, merced a temperaturas más benignas en tanto el invierno se acerca a su fin.
Y, a mediano plazo, para Alemania se trata de cambiar de proveedores, construyendo terminales para GNL y trasladar gas licuado vía marítima desde Catar, Estados Unidos o Canadá.
Diplomacia en el banquillo
Esta situación es consecuencia de políticas adoptadas por sucesivos gobiernos, que han mimado sus relaciones con Moscú en las últimas dos décadas.
Berlín quería simultáneamente asegurar su suministro de gas y por esta vía promover la democratización de Rusia, política bautizada en Alemania con el lema: “Cambio mediante el comercio”.
Esta estrategia, comenzada por el socialdemócrata Gerhard Schröder --muy vinculado al sector gasífero ruso-- continuó con la conservadora Angela Merkel.
Con “Nord-Stream 2″, respaldado activamente por el excanciller, la dependencia gasífera de Alemania respecto a Moscú aumentaría al 70%, según expertos.
La política de Berlín hacia Moscú fue el “error fatal” de Merkel, señala Bild, diario más leído en Alemania.
“Lo mejor habría sido no construir ‘Nord-Stream 2″, afirmó Habeck, calificando de “error” la diplomacia al respecto del anterior gobierno.
La ecologista Annalena Baerbock, jefa de la diplomacia alemana, ha corregido el rumbo de la política exterior, apoyándola en “la defensa de los valores” democráticos y menos en los intereses económicos.
Al priorizar la “protección del clima”, Berlín tiene por delante la transición energética para suprimir su dependencia de combustibles fósiles importados.
Pero, hay un obstáculo, y es que para lograrla, paradójicamente debería consumir más gas, al eliminar la energía nuclear, prevista a fin de año, y la del carbón, para el 2030.