Defender la gestión de la pandemia del coronavirus, ajustar las medidas para relanzar la economía china y convencer de la idoneidad de una campaña diplomática para hacer frente a una suerte de nueva guerra fría con Occidente.
Expertos consultados por Efe coinciden en que esos son algunos de los temas que tratarán los casi 3,000 diputados de la Asamblea Nacional Popular china (ANP, Parlamento), quienes el próximo 22 de mayo escenificarán en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín la derrota de un virus que obligó a retrasar la cita política del año en China.
Queda por ver si este año, como es costumbre, se fija también el objetivo de crecimiento económico en un momento de incertidumbre global y de máxima tensión entre Washington y Pekín.
La batalla ideológica ya ha comenzado
La pandemia provocó reproches e intensificó la competición ideológica entre China y Occidente, que recela cada vez más de la potencia asiática, mientras los gobiernos se culpan los unos a los otros para distraer a sus respectivas sociedades de sus errores.
Tong Zhao, analista del centro de estudios Carnegie-Tsinghua, advierte de los riesgos de una batalla ideológica entre China y EE.UU. que se suma a las disputas comerciales y tecnológicas entre ambos.
“Las acusaciones son mutuas y conllevan el riesgo de que las dos sociedades se distancien. Hay una barrera comunicativa que no deja de ampliarse”, indica.
Según el experto, al inicio de la pandemia ningún país apenas pedía cuentas a Pekín por su gestión, pero el presidente estadounidense, Donald Trump, comenzó a calificar al Covid-19 como “virus chino” después de que funcionarios chinos sugirieran que el patógeno podría haberse originado en laboratorios de EEUU.
“La diplomacia china realizó comentarios muy agresivos. Mucha gente en China cree que las críticas de Occidente son causadas por prejuicios contra los chinos, racismo incluso, pero no tienen toda la información”, asegura.
La prensa china, entretanto, publica estos días editoriales con títulos como “Los estándares chinos se vuelven globales, una tendencia inevitable”, o “Un millón de infectados muestran que Estados Unidos no es una superpotencia”.
“Pero muchos países desconfían del sistema chino, ven que por naturaleza previene el libre flujo de información y promueve el control del discurso e incluso la propagación de desinformación. Esto está creando una brecha cada vez más grande que impide el entendimiento, aliena las relaciones y dificulta la cooperación o el hacer frente común a las amenazas”, argumenta.
Revertir la globalización
Las relaciones de China con el resto del mundo sufrirán, según el analista: “No hay nada que pueda evitar ya el desacoplamiento entre ambos países, y lo cierto es que nunca habíamos experimentado algo como revertir la globalización, o que dos potencias se alejen estando aún tan entrelazadas en lo económico y lo social”, comenta.
“Estamos en una etapa que cada vez más se parece a la guerra fría”, añade.
Y China no estaría del todo preparada para ello: “Podría quedarse fuera de las cadenas de suministro y del acceso a tecnología del resto del mundo. Aunque haya hecho progresos en las últimas décadas, todavía tiene que terminar de desarrollar muchas industrias”, sostiene Tong.
Pekín pensaba que todavía podría seguir beneficiándose de la globalización un tiempo, pero las tornas podrían haber cambiado.
“China lo tendrá mucho más difícil para competir con Estados Unidos y otras potencias. Por eso, a Pekín le interesaba impedir este enfrentamiento, pero ahora está completamente fuera de control”, remata el experto.
La fuerte carga ideológica, un obstáculo
Tong cree que la diplomacia del país asiático ha entrado en un punto de difícil retorno: “China se está encontrando con obstáculos por su política asertiva sobre algunos temas fuertemente ideologizados. Esto debilita su capacidad para mantener buenas relaciones con otros países, por ejemplo en Europa”.
Como contrapartida, China intenta mostrar compromiso con suministros y donaciones, aunque no podrá ocultar todos sus frentes abiertos.
Uno de ellos es su búsqueda de la superioridad militar en el mar de China Meridional para proteger sus intereses -entre ellos, Taiwán, considerada una isla rebelde- que, inevitablemente, choca con la idea de la Casa Blanca de mantener su supremacía en el Pacífico.
Hong Kong, otro de los focos
“No creo que China vaya a salir más fuerte de esta crisis”, comenta Jean-Pierre Cabestan, director del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Baptista de Hong Kong.
Según el académico, el liderazgo chino está dividido y Xi (Jinping, el presidente chino) ha recibido críticas: “Su figura es más débil en comparación con antes de la pandemia”, opina, aunque apunta que, por contra, “Pekín ha sabido sacar ventaja para apretar las tuercas” al movimiento prodemocrático en Hong Kong.
“En Hong Kong, el Ejecutivo chino siente que se juega su propia supervivencia. Hará todo lo posible para mantenerlo a raya. No hay lugar para concesiones mutuas o una reconciliación”, apostilla Tong.
Sin embargo, iniciativas como Las Nuevas Rutas de la Seda, un macroproyecto mundial de infraestructuras, “dan muestras de fatiga, y seguirá haciéndolo”, observa Cabestan, con lo que “Xi tiene que buscar compromisos” en la ANP y aceptar algunas reformas, como por ejemplo “acceder a una mayor cuota del mercado para los negocios privados” para estimular la economía y el mercado de trabajo.
Por eso, opina Tong, Xi buscará también apropiarse de los éxitos del país para contener la pandemia.
“Xi ha conseguido concentrar el poder pese a haber sufrido presiones durante los primeros compases del brote. Ha conseguido darle la vuelta a la tortilla y ahora puede vender que bajo su mandato China ha sido más exitosa que otros países”, explica.
Sin embargo, queda por ver si tiene todavía “desafíos o voces críticas o discordantes” sobre su gestión: “Voces como el empresario Ren Zhiqiang están siendo investigadas por sus reproches. Hay claramente desacuerdos dentro del Partido (Comunista Chino, PCCh) y en la calle. Pero es muy difícil estimar su alcance”, concluye.
La gestión del virus, a debate
El académico australiano Ryan Manuel, director de la consultora Official China y especialista en política interna del gigante asiático, cree que Xi, al igual que los líderes de otros países, no tuvo más remedio que esperar a disponer de más información para reaccionar al estallido del virus a principios de este año.
¿Pudo haber impedido China que el virus se extendiese?
Simplemente, sus líderes no pensaban que la crisis fuera a ser tan grave, y tenían otras metas: “Es difícil tomar decisiones cuando todo un país espera que una sola persona solucione todos los problemas. Pero cuando se cercioraron de lo que estaba ocurriendo en Wuhan, cuna de la pandemia, se declaró la ‘guerra popular’ contra el virus, se cerró la ciudad y se movilizaron recursos”, rememora.
Medidas que los gobiernos locales no se atrevieron a tomar: “No lo hicieron, y mucha gente murió”, resume.
El virus propició una mayor centralización
Una vez la operación para contener el virus se puso en marcha, Xi destituyó a los líderes del PCCh en la provincia de Hubei y en la capital, Wuhan, y los sustituyó por dos afines.
“El modelo de su predecesor en el cargo, Hu Jintao, era actuar como coordinador con las provincias. Importaba que cumplieran sus objetivos más que el modo en que lo hacían. Pero Xi está haciendo lo contrario, centralizar”, analiza.
Dada la dificultad de controlar cada municipalidad, condado, pueblo o aldea, la táctica de Xi ha sido "cambiar las reglas del PCCh, de modo que todos sus miembros sigan ciertas pautas. Y para garantizar que lo hacen, se ha asegurado de controlar todos los órganos disciplinarios".
Manuel no cree que China haya ocultado información útil pero “puede que haya cocinado cifras” por el temor de los funcionarios locales a ser sancionados, lo que habría provocado que mucha información sobre Wuhan tardase en llegar en toda su dimensión.
Sobre la ANP, Manuel cree que los diputados “asistirán para escuchar” sobre evaluaciones de riesgo de nuevas infecciones y sobre los planes de estímulo para evitar el desempleo y que una posible creciente inestabilidad social pase factura.