Médicos de la Unidad de Pacientes Críticos se preparan para controlar a las personas infectadas con coronavirus en el Hospital Barros Luco (Santiago de Chile). (AFP / MARTIN BERNETTI).
0053144750

Con contagios que superan a los de España e Italia, el sistema de salud de Chile ha logrado resistir la emergencia del coronavirus, llevando al límite su capacidad de atención y la de sus médicos, que sin embargo advierten que todavía hay “mucho camino por recorrer”.

En esta carrera larga para hacer frente a la pandemia, Chile comenzó temprano a preparar su sistema de salud, pensando en evitar el colapso que vivieron hospitales europeos. Y aunque en un inicio las cifras fueron auspiciosas, el panorama cambió bruscamente a mediados de mayo en este país de casi 18 millones de habitantes.

Chile y Perú tienen más casos per cápita que Estados Unidos, en términos relativos.

Con un promedio de cerca de 4,000 contagios por día desde mayo, que suman casi 260,000 casos, 5,000 muertos con examen confirmado y hasta 7,144 incluyendo las muertes “probables” por coronavirus, la presión sobre la red de salud aumentó aunque todavía no hay escenas de colapso total afuera ni dentro de los recintos.

Hace seis semanas o cuatro, la verdad que pensamos que no íbamos a resistir, pero nos hemos preparado mucho con el equipo del hospital. Ha sido un equipo muy entregado, que ha permitido que no colapsemos, sino que podamos dar a todos los pacientes el plan terapéutico que corresponde”, dice Gisella Castiglione, directora del hospital Barros Luco.

Este hospital, el segundo más grande de Chile, atiende a una población de 1.3 millones de personas, de una de las zonas más pobres de Santiago. Hoy, en su unidad de cuidados intensivos (UCI), hay 300 pacientes con COVID-19.

En términos generales, en las UCI “hay todavía capacidad de respuesta, pero en un límite muy estrecho”, advierte por su parte Izkia Siches, presidenta del Colegio Médico.

Los trabajadores de salud llevan a un paciente con síntomas del nuevo coronavirus (COVID-19) después de ser ingresado en el hospital, en Santiago de Chile, el 12 de junio de 2020. (AFP / MARTIN BERNETTI).
Los trabajadores de salud llevan a un paciente con síntomas del nuevo coronavirus (COVID-19) después de ser ingresado en el hospital, en Santiago de Chile, el 12 de junio de 2020. (AFP / MARTIN BERNETTI).

Sistema integrado

Para enfrentar la pandemia, Chile decidió integrar su sistema de salud (considerado uno de los más robustos de América Latina), uniendo a hospitales privados y públicos, donde normalmente se atiende el 80% de la población.

También se sumaron 5,000 camas al sistema y se quintuplicó el número de ventiladores mecánicos, de casi 550 a inicios de mayo a 3,000 operativos hoy, en un esfuerzo en el que también cooperaron empresas privadas.

Todos los hospitales y clínicas privadas reconvirtieron sus pabellones y otras unidades para atender sólo a enfermos de COVID-19, aplazando cirugías electivas y consultas.

Se ha hecho un esfuerzo enorme en todos los centros para tener más capacidad de ventiladores mecánicos y poner disposición. Están todos los hospitales reconvertidos, así que hay un gran esfuerzo allí”, destaca la presidenta del Colegio Médico.

Pero la estrategia de priorizar el aumento de la capacidad hospitalaria por sobre otras medidas como la trazabilidad y el aislamiento de los contagios levantó críticas entre los expertos.

Acusaron al gobierno de apostar por la “inmunidad de rebaño” y enviar un mensaje confuso a la población sobre que podrían enfermarse ya que el país contaría con los ventiladores necesarios.

También se reprochó que se hiciera una cuarentena dinámica (por zonas) que dejó a Chile como uno de los focos mundiales de la pandemia.

Claramente Chile tiene un sistema de salud que se ha hecho cargo, pero el sistema está colapsado”, plantea el experto en salud pública Juan Carlos Said, quien trabaja en el hospital público Sótero del Río.

Said estima que si bien no hay pacientes fallecidos en pasillos, el sistema colapsó cuando comenzaron a ventilarse pacientes fuera de las unidades de cuidados intensivos (unos 300 hoy) y a hospitalizarse enfermos en consultorios de atención primaria, lo que deteriora la atención que se entrega.

Personal sanitario de la Fuerza Aérea de Chile (FACH) lleva a un avión a un paciente crítico de coronavirus COVID-19 el 11 de junio de 2020 en Santiago. (EFE/Alberto Valdés).
Personal sanitario de la Fuerza Aérea de Chile (FACH) lleva a un avión a un paciente crítico de coronavirus COVID-19 el 11 de junio de 2020 en Santiago. (EFE/Alberto Valdés).

“Mucho camino por recorrer”

En el hospital Barros Luco, de 30 camas UCI pasaron a tener 80 y planean aumentar su capacidad a 100. De los 30 ventiladores mecánicos con los que contaban, subieron a 88 y esperan para los próximos días la llegada de cuatro equipos más.

Con las camas ocupadas por pacientes de COVID-19 que entran y salen, los requerimientos de oxígeno se cuadruplicaron. De 20 cilindros por día, pasaron a usar 80.

El hospital contrató 400 empleados para la emergencia y modificaron los turnos de todo el personal, algo que se replica en todo el país, donde después de semanas de intenso trabajo los trabajadores sanitarios están al borde de su capacidad.

Sabemos que mientras más preparado esté el hospital era mucho mejor y así ha sucedido”, dice Luis Castillo, médico jefe de la Unidad de Pacientes Críticos del hospital Barros Luco.

Tras semanas de intenso trabajo, este médico dice que hay pequeños indicios de reducción de la presión sobre el sistema de salud, pero advierte que “de ahí a tener controlada la pandemia o derrotado el virus hay mucho camino por recorrer”.