A partir del 1 de enero, el sector financiero europeo dejará de operar libremente a cada lado de la Mancha, y ello independientemente del resultado de las negociaciones en curso de un acuerdo comercial posBrexit.
Pese a los deseos de los británicos, el sector financiero no ha participado en las negociaciones en torno a un acuerdo comercial y la situación que emerja el próximo año no depende de una eventual adopción, muy incierta en este momento, de este acuerdo.
Desaparición del “pasaporte”
El 1 de enero, las compañías financieras británicas dejarán de beneficiarse del “pasaporte europeo”, una disposición que permite a una empresa autorizada a operar en un país de la Unión Europea (UE) ejercer una actividad financiera en cualquiera de los países del bloque sin más autorizaciones adicionales.
Las numerosas compañías financieras implantadas en Reino Unido y que operan en el territorio de la UE se han visto obligadas a adaptarse, ya sea trasladando su sede europea al continente o estableciendo una filial en la UE.
Muchos actores ya se han adelantado a los nuevos acontecimientos y han transferido sus actividades, en su totalidad o en parte, a la UE.
Es el caso, por ejemplo, del gigante estadounidense Bank of America, que ha trasladado parte de sus efectivos a París, pero también empresas jóvenes como la tecnofinanciera Bankable, que se ha mudado a Bruselas.
A título de ejemplo, el Brexit ya ha contribuido a crear más de 3,500 empleos directos en el sector en Francia, según Paris Europlace, el organismo de representación del centro económico parisino.
Según esta configuración, las compañías financieras podrán conservar una parte de su actividad en Reino Unido, pero tendrán que presentar una prueba de que sus filiales en la UE disponen de efectivos y medios suficientes para asegurarse de que no se autorizan “cascarones vacíos” o simples “buzones de correo”.
Ahora lo importante es determinar lo que significa “suficiente”. Las autoridades europeas podrían verse tentadas a endurecer sus exigencias en la materia, generando incertidumbre en los actores financieros que han trabajado con denuedo en los últimos meses para adaptarse a la situación.
El caso de las cámaras de compensación
En setiembre, se aclaró uno de los principales temores que pesaba sobre la continuidad de las operaciones: la UE ha autorizado a las cámaras de compensación londinenses, que garantizan lo esencial de la compensación en Europa sobre algunos productos financieros, a proseguir su actividad durante 18 meses, reconociendo que no existen las instituciones necesarias en el continente para privarse del Reino Unido.
Una vez que acabe este plazo, las autoridades europeas dejan entrever que la compensación de productos denominados en euros tendrá que tener lugar en la UE.
¿Hacia regímenes de equiparación?
A más largo plazo, la cuestión será saber si otras empresas financieras británicas podrán beneficiarse de la denominada “equiparación”.
Este régimen, presente en muchas directivas europeas sobre los servicios financieros, permite a la UE reconocer que un tercer Estado dispone de un marco regulador equivalente al europeo para poder concederle un acceso al mercado europeo.
Aplicado al Brexit, un reconocimiento de equiparación permitiría a las empresas que están actualmente basadas en Reino Unido conservar, en parte, su acceso al mercado europeo sin tener que trasladar sus actividades a la UE.
Pero las divergencias pueden centrarse en este punto. Por un lado, Londres “ha concedido cierto número de equiparaciones a las empresas financieras europeas”, explica Marc Perrone, abogado de negocios en el bufete Freshfields.
En cambio, “las autoridades europeas siempre han sido claras sobre el hecho de que ‘Brexit means Brexit’ (’Brexit significa Brexit). Por lo que la posición de los europeos genera cierta incertidumbre: no sabemos hasta qué punto van a conceder la equiparación”, subraya Perrone.
Para preservar los atractivos de su centro financiero, Reino Unido podría verse tentado a enmendar algunas reglas de prevención consideradas demasiado estrictas. En un escenario así, ¿los europeos estarían dispuestos a equiparar dicho régimen? Es poco probable.
Una reglamentación británica menos exigente podría perjudicar a las filiales europeas presentes en suelo británico ya que la Comisión y los Estados miembros les han pedido seguir respetando las reglas europeas, pero las británicas no tienen por qué hacerlo, según una fuente próxima al sector bancario francés.