La invasión rusa de Ucrania, que este viernes cumple cien días, está provocando un terremoto en el mundo energético que afecta principalmente a Europa, donde Rusia es el principal exportador de petróleo y gas, a lo que se ha sumado el elevado precio de la electricidad.
Pese a que los suministros energéticos ya registraban precios elevados desde que comenzó el año debido al encarecimiento de determinadas materias primas y la recuperación de la movilidad tras la pandemia, la guerra que se inició el pasado 24 de febrero no ha hecho más que agravar la situación.
Además, los precios se han visto afectados por las sanciones económicas que la Unión Europea (UE) ha impuesto a Rusia, como el reciente embargo al petróleo ruso que llega por vía marítima, a lo que se suma la intención del bloque comunitario de reducir gradualmente su dependencia energética de Moscú.
Sin embargo, el proceso de “desconexión” de los Veintisiete se sigue viendo obstaculizado por las dificultades que algunos países miembros tienen para sustituir los suministros rusos debido a su alta dependencia de éstos, como es el caso de Alemania, Hungría o República Checa.
Petróleo se encarece un 21%
En este sentido, una de las materias primas que más ha notado la guerra en Ucrania ha sido el petróleo, concretamente el Brent, el de referencia en Europa, cuyo precio ha subido más de un 21% desde el 23 de febrero, un día antes de que Rusia invadiera Ucrania, hasta ahora.
El precio del barril cerró ayer a US$ 117.54, habiendo llegado a superar la barrera de US$ 120 en las últimas semanas, frente a los cerca de US$ 97 que marcaba antes de la guerra, casi US$ 20 menos.
En las últimas semanas, el precio de esta materia prima ha mantenido una tendencia alcista ante la posibilidad de que la UE vetara el crudo ruso, como finalmente ha hecho, y los efectos que esta decisión pudiera tener en la oferta ante una creciente demanda global tras la pandemia.
Pese a ello, y aunque el veto de la UE afectará de forma efectiva al 90% de las importaciones rusas al Viejo Continente, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), junto con un grupo de productores aliados, entre ellos Rusia, ha decidido aumentar el bombeo de crudo previsto de cara al verano en un intento por rebajar los precios.
Carburantes se disparan en toda Europa
Por otro lado, el alza del petróleo está teniendo un efecto directo en el precio que pagan los consumidores a la hora de repostar sus vehículos con gasolina o gasóleo, dos carburantes que llevan semanas en máximos históricos pese a las ayudas aprobadas por gran parte de los gobierno europeos.
Así, según los datos del último Boletín Petrolero de la UE, la gasolina alcanza un precio medio en el continente de 2.01 euros por litro, mientras que el gasóleo se paga a 1.856 euros.
La media registrada antes de que comenzase la invasión rusa de Ucrania se situaba en 1.71 euros en el caso de la gasolina, y de 1.591 euros para el gasóleo, lo que supone que ambos carburantes se han encarecido cerca de un 18% y 17%, respectivamente.
Esta situación ha obligado a los diferentes gobiernos europeos a tomar medidas económicas para paliar el efecto que este incremento de los precios está teniendo en el bolsillo de los consumidores, como es el caso del Gobierno español.
En este sentido, el Ejecutivo de Pedro Sánchez aprobó hace unos meses un descuento de 20 céntimos por litro para todos los consumidores que en un principio iba a estar vigente únicamente hasta el 30 de junio, pero que ha decidido prorrogar otros tres meses.
El gas, fuera de las sanciones
La otra materia prima de la que Rusia es uno de los mayores exportadores a nivel mundial, y de la que dependen gran parte de los países europeos, es el gas natural, un suministro que la UE no se plantea de momento incluir en sus sanciones.
Así, pese a que países como España tienen una dependencia muy limitada del gas natural ruso, que representa menos del 10% del consumo nacional, otros como Alemania o República Checa tendrían muchos problemas a lo hora de sustituir el gas ruso en un corto periodo de tiempo.
Sin embargo, el gigante gasístico ruso Gazprom, propiedad del Kremlin, ya ha empezado a cortar en las últimas semanas el suministro de gas a varios países europeos -Polonia, Finlandia y Bulgaria- al negarse estos a pagarlo en rublos.
Por ello, desde que comenzó la guerra, Europa y sus miembros están buscando nuevos socios comerciales que les permitan dejar de comprar gas ruso de cara al próximo invierno, como es el caso de Catar, Estados Unidos, Azerbaiyán o Argelia.
La electricidad, daño colateral
La incertidumbre en el suministro de gas y el incremento de su precio está provocando un efecto colateral en los mercados mayoristas de la electricidad de todo el continente, que desde hace casi un año se sitúan en niveles históricamente elevados.
Así, la electricidad lleva al alza desde finales del verano anterior, debido al encarecimiento del gas natural.
Esta situación ha llevado a España y a Portugal a aprobar un mecanismo que limitará el precio del gas natural empleado para la generación eléctrica, una medida que empezará a funcionar previsiblemente en el mes de junio y rebajará la factura de la luz cerca de un 20%.