China reportó el domingo 57 nuevos casos de COVID-19, la cifra diaria más alta desde abril, haciendo temer un rebrote de la epidemia en el país donde surgió la epidemia a finales del año pasado.
El draconiano confinamiento y el uso de mascarilla lograron controlar esta epidemia que surgió en diciembre en la ciudad central de Wuhan.
Según la Comisión Nacional de Salud 36 de los nuevos casos son de personas infectadas localmente en la capital china.
Las autoridades sanitarias de Pekín precisaron que estos casos están vinculados con el mercado de Xifandi, en el sur de la capital, que suministra la mayor parte de los productos frescos que consume la capital.
El nuevo foco ha llevado a las autoridades a decretar el confinamiento de 11 barrios residenciales cercanos al mercado, el cierre de nueve colegios y jardines de infancia y la suspensión de evento deportivos, cenas en grupo y visitas en grupo de otras provincias.
Asimismo, otros dos casos se reportaron el domingo en la provincia de Liaoning en el noreste del país, y según las autoridades, están vinculados con los de Pekín.
Xu Hejian, funcionario local, advirtió a la prensa que Pekín ha entrado en un "periodo extraordinario".
Un hombre de 56 años que trabaja como conductor de autobús en el aeropuerto y visitó el mercado de Xinfadi antes de caer enfermo, es uno de los nuevos casos reportados este domingo, informó el Diario del Pueblo, órgano del Partido Comunista.
Una semana después tenía fiebre y fue diagnosticado con COVID-19, según el diario.
La sección de la carne de este gigantesco mercado estaba cerrada el domingo. La AFP constató que centenares de policías y personal de seguridad así como policía paramilitar bloqueaban el acceso a la zona.
Todos los trabajadores del mercado, los habitantes del vecindario y las personas que lo visitaron tienen que someterse a test de diagnóstico.
Las empresas, así como otros barrios de la ciudad han empezado a preguntar al personal y a los residentes sobre sus movimientos recientes.
Un mercado de verduras adyacente a Xinfadi abrió este domingo y los camiones llegaban para entregar y recoger mercancía.
Un conductor aseguró que cuando estaba recogiendo cajas de champiñones para llevar al supermercado y restaurantes en Pekín se le resbaló la mascarilla. "¿Miedo? Realmente no", dijo Zhang.
"Pero no tengo elección. Soy parte de la clase más baja de la sociedad. Por lo que tengo que trabajar para ganarme la vida".
En las calles cercanas, la población estaba confinada y los negocios y restaurantes cerrados.
Un residente, llamado Chen, contó que había hecho varios viajes con su auto hasta la entrada de la comunidad para llevar alimentos a su familia. "En cuanto acabe me sumaré a ellos". "Después no podré volver a salir", aseguró.
Alimentos, en el ojo de la mira
El COVID-19 emergió a finales del año pasado en el mercado de la ciudad de Wuhan donde se vendían animales silvestres vivos. El último brote en Pekín ha puesto el foco en la higiene de la cadena alimentaria de la ciudad.
Según la prensa estatal, el virus fue detectado en tablas de cortar utilizadas para la manipulación del salmón importado, y que ha llevado a la mayoría de los supermercados a retirar este producto de sus anaqueles.
Las autoridades pequinesas ordenaron inspeccionar la cadena alimentaria con el foco puesto en la carne fresca y congelada, la carne de pollo y el pescado en los supermercados, almacenes y los servicios de catering.
La mayoría de los casos en los últimos meses han sido de chinos procedentes del extranjero que regresaban a casa.
Las otras 19 infecciones reportadas el domingo eran casos importados, incluidos 17 viajeros en un vuelo de China Southern procedente de Bangladesh.
Dado el alto número de casos, el regulador de la aviación civil anunció que la ruta Daca-Huangzhou queda suspendida cuatro semanas.