Aclamado como el rostro de una nueva izquierda latinoamericana, el presidente de Chile, Gabriel Boric, no solo fue electo de manera aplastante, sino que apoyó una reforma constitucional para transformar a su nación desde una potencia minera neoliberal a un modelo de desarrollo humano ecológico.
Pero tras solo seis semanas en el cargo, Boric se enfrenta a la agitación social, su índice de desaprobación ha subido más de 30 puntos, su asesora más cercana es criticada por su inexperiencia, la economía tambalea y la delincuencia asedia.
Tras dos años de pandemia mundial y con la invasión rusa en Ucrania exacerbando la inflación y los problemas de las cadenas de suministro, son muchos los jefes de Gobierno que se enfrentan al descontento. Sin embargo, especial mención merece la rapidez con la que se presentaron los problemas para Boric y la profundidad de los mismos.
“Los ciudadanos no ven que el gobierno este llevando adelante iniciativas, prioridades que permitan resolver los problemas que la gente quiere”, dijo Marco Moreno, director de la escuela de Gobierno de la Universidad Central en Santiago. “No ha tenido el control de la agenda política y no tiene una coalición que le permita hacer viables sus proyectos en el Congreso”.
Las crecientes tasas de desaprobación ahora pueden entorpecer sus ambiciosas propuestas políticas, incluidas las reformas tributarias y de pensiones. En términos más generales, sus desafíos también representan una advertencia para otros líderes en América Latina.
El ex líder estudiantil de 36 años de repente es objeto de reproches. Cuando visitó la ciudad de La Serena la semana pasada, un manifestante le arrojó una piedra, lo que obligó a su equipo de seguridad a trasladarlo a un lugar seguro. Días antes fue increpado por una mujer en un acto público en la comuna de Cerro Navia, en Santiago.
Descontento
Tras tres décadas de estabilidad y crecimiento, Chile fue sacudido a fines de 2019 por violentas protestas masivas, una señal de que bajo la apariencia de tranquilidad se acumulaba un enorme descontento. Boric capitalizó esa insatisfacción para llegar a la presidencia, pero ahora enfrenta una explosiva mezcla de demandas de mejores servicios públicos, alta inflación y el nerviosismo por la redacción de una nueva Constitución.
Los desafíos de Boric vienen de distintos flancos. Algunos de sus aliados comunistas critican que no avanza lo suficiente en desmantelar el neoliberalismo. Desde la derecha, se le reprocha su ingenuidad sobre la importancia de los mercados de capital y la inversión extranjera.
Axel Callís, director de la encuestadora Tuinfluyes.com, dijo que más de la mitad de los votos a favor de Boric en diciembre pasado fueron, en realidad, rechazos a su contrincante de derecha. “Fue más bien un voto estratégico”, dijo. “Ese voto no es de una lealtad al presidente”.
El apoyo a Boric comenzó a caer junto con los primeros desaciertos de su ministra del Interior, Izkia Siches, una de sus personas más cercanas y su ex directora de campaña. Siches primero viajó al sur —donde se han recrudecido los hechos de violencia— con la esperanza de dialogar con líderes indígenas. Su comitiva fue recibida con disparos al aire. Luego, en declaraciones en el Congreso, Siches afirmó erróneamente que durante el Gobierno anterior un grupo de migrantes deportados había salido y luego regresado a Chile y que se desconocía su paradero.
Estos desaciertos eclipsaron la agenda política del presidente, incluido el anuncio de su primer paquete de ayuda económica para sectores más rezagados. En un evento para anunciar el plan de US$ 3,700 millones, Boric fue bombardeado con preguntas sobre si despediría a Siches.
La oposición de Boric a una nueva ronda de retiros de los fondos de pensiones —una medida popular entre segmentos de menores ingresos pero que ha contribuido a acelerar la inflación— también golpeó su reputación entre sus partidarios. Después de no poder convencer a sus aliados en el Congreso de que rechazaran los retiros, Boric se vio obligado a presentar su propio plan, más acotado, para permitir que la gente pudiera sacar dinero de sus cuentas. Al final, la Cámara Baja rechazó ambos proyectos de ley.
“El principal desafío hoy para el Gobierno es generar una cultura de coalición para que todos los que están con el Presidente Boric actúen de manera coordinada”, dijo Álvaro Elizalde, presidente del Senado y también miembro del Partido Socialista, partidario al Gobierno.
Boric ha advertido que Chile enfrenta un panorama complejo y ha dicho a sus partidarios que moderen sus expectativas. Ha enfatizado que los cambios durante su Administración se harán de manera gradual y que buscará el aporte de numerosos sectores de la sociedad antes de avanzar en planes como una reforma tributaria.
Su Gobierno “ha tratado de mantener un discurso más realista desde las elecciones”, dijo Martina Ogaz, economista de Euroamerica en Santiago. “Eso se ha reflejado en su selección de ministros y también en los pasos que está dando antes de enviar los proyectos de reforma al Congreso”.
El presidente, quien ha hecho una prioridad el establecer una relación más cercana con los ciudadanos, todavía es recibido por multitudes de simpatizantes en eventos públicos y en su residencia en el centro de Santiago. A diferencia de los jefes de Estado anteriores, Boric no rehúye tomarse selfies y abrazarse con quienes le pidan.
Al mismo tiempo, factores externos que Boric no puede controlar también contribuyen a la inflación.
Eso no evitará que los votantes lo culpen. “A medida que se fortalezca la desaceleración económica, aumentará la presión sociopolítica para un gasto fiscal adicional o un nuevo retiro de los fondos de pensiones”, dijeron los economistas de Credicorp Capital Samuel Carrasco y Sebastián Ronda en un reporte del 19 de abril.
La seguridad sigue siendo una preocupación. El subsecretario del Prevención del Delito, Eduardo Vergara, dijo recientemente en una entrevista radial que el país enfrenta su mayor crisis de seguridad pública en tres décadas.
Mientras tanto, las encuestas también muestran que más gente se inclina a rechazar la nueva Constitución en el referéndum de septiembre, un proceso que el presidente apoya.
La Convención Constituyente, encargada de redactar la Constitución, es dominada por grupos de izquierda elegidos por una población que aparentemente buscaba un cambio radical. Pero mientras la convención trata de avanzar en propuestas que protegen los derechos indígenas y de género, al tiempo que suben la inflación y los delitos, la opinión pública ha dado un vuelco.
Por supuesto, todavía es muy pronto para el nuevo Chile.
“El índice de aprobación de Boric podría recuperarse si logra avanzar en algunas de sus políticas de transformación este año”, dijo Callis, de la encuestadora Tuinfluyes.com. “Es como ser entrenador: si no tienen triunfos la gente no los quiere. Y no se ven triunfos a la vista en el corto plazo”.