El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lleva tiempo buscando razones para conseguir concesiones comerciales de la Unión Europea con el entusiasmo de un perro que olfatea para encontrar un hueso enterrado en el patio de la casa.
Primero surgió el tema del superávit comercial automotriz de US$ 24,000 millones de Alemania con EE.UU. Trump estuvo cerca de catalogar las importaciones de autos fabricados por BMW, Mercedes y Volkswagen como una amenaza a la seguridad social estadounidense (antes de conceder un aplazamiento).
Luego vino el fallo de la Organización Mundial de Comercio sobre la batalla entre Airbus y Boeing por los subsidios, que otorgó a la Casa Blanca suficiente munición para amenazar con implementar aranceles a por lo menos US$ 11,000 millones en productos europeos usando el disfraz del comercio justo.
Ahora funcionarios estadounidenses encontraron un nuevo ángulo de ataque: los impuestos digitales europeos, específicamente los de Francia. Los franceses aplicarán un gravamen de 3% a las ventas en el país de empresas de tecnología con más de 750 millones de euros (US$ 845 millones) en ingresos a nivel mundial.
Firmas como Google y Apple se han quejado por lo que califican de medida injusta contra Silicon Valley y ahora se les unió su gobierno, que iniciará una investigación sobre el impuesto francés en virtud de la sección 301 de la Ley de Comercio de EE.UU. aduciendo daños a los intereses del país norteamericano.
La elección de esta medida lo dice todo. Trump usó este tipo de indagatoria contra China para atacar al gigante asiático con aranceles unilaterales. No se trata de esperar con paciencia un fallo de la OMC, esto es un elemento de guerra comercial.
Si bien la iniciativa francesa ciertamente tiene sus debilidades, París está bajo la lupa por razones políticas y tácticas. Muchos otros países buscan también aplicar un impuesto digital y Francia desecharía con gusto este gravamen en caso de surgir una solución a nivel de la OCDE.
Lo que realmente motiva al equipo de Trump es la oportunidad de abrir una brecha entre el presidente francés, Emmanuel Macron, y sus socios de la eurozona. Alemania se ha abstenido de proponer un impuesto similar, sin duda por el temor a una respuesta de EE.UU., mientras que Irlanda, cuyos bajos impuestos a las empresas son un imán para los gigantes tecnológicos, ha luchado duro contra la medida.
Recuerde también que Macron ha convertido la oposición a Trump en una virtud. Fue el único líder europeo en oponerse abiertamente a iniciar negociaciones comerciales con EE.UU. y busca mantener vivo el acuerdo nuclear con Irán. El impuesto digital no es más que otra oportunidad para que Trump aplique medidas de contrataque.
Lo que ocurra más adelante es una prueba importante para saber si Europa respaldará a Francia pese a las evidentes tácticas para dividir y gobernar de la Casa Blanca. La comisaria de Competencia de la UE, Margrethe Vestager, habló con aprobación acerca de los impuestos digitales nacionales pese a los temores a que puedan distorsionar la competencia, pero su período de mandato finaliza pronto.
Los líderes europeos deben demostrar que el multilateralismo sigue contando en una era de forcejeo bilateral. A mayor plazo eso significa intentar mantener un sistema comercial mundial (aunque sea uno reducido) basado en valores comunes opuestos a los de Trump.
Zaki Laidi, profesor de relaciones internacionales del Instituto de Estudios Políticos de París, aboga por un "Acuerdo Euro-Pacífico", que reúna a Canadá, la UE y el resto de los países en el Acuerdo Transpacífico. Esto respaldaría a la OMC (que está bajo asedio estadounidense), se ajustaría al Acuerdo de París para combatir el cambio climático y reformaría los procedimientos para resolver disputas en lugar de eliminarlos.
En cuanto a la tecnología, un acuerdo de la UE o la OCDE acerca de los impuestos digitales tendría más sentido que las soluciones nacionales y evitaría el foco oportunista de Trump en víctimas individuales.
Desafortunadamente todo esto es difícil de llevar a la práctica. El presidente de EE.UU. no da señales de aflojar en su bombardeo de aranceles y la economía de la UE, que depende del comercio, está tambaleando, lo que facilita que el mandatario aplique presión. Trump es una prueba real de unidad europea y el continente aún no la supera.
Por Lionel Laurent
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