Los banqueros centrales de todo el mundo están nuevamente en el asiento del conductor para apuntalar la economía mundial, pero muchos están exigiendo a los gobiernos que se les unan en el esfuerzo de rescate.
En medio de la desaceleración del crecimiento mundial, la Reserva Federal, el Banco Central Europeo y quizá incluso el Banco de Japón están listos para aliviar la política monetaria en los próximos meses. Pero con menos espacio para actuar que en el pasado, sus líderes les están diciendo a los políticos que tendrán que ayudar en caso de crisis.
Podrían presionar personalmente el miércoles, cuando los banqueros centrales y los ministros de Finanzas del Grupo de los Siete se reúnan para conversar al norte de París.
La reunión se da en medio de una coyuntura peligrosa para la economía mundial, ya que una guerra comercial impredecible plantea el riesgo de precipitar una desaceleración más profunda, y algunos mercados de bonos insinúan una posibilidad cada vez mayor de recesión.
Francia, país anfitrión del G7, puede incluso ofrecer una razón para poner atención. El apoyo por 17,000 millones de euros (US$ 19,200 millones) del presidente Emmanuel Macron para los consumidores, en respuesta a las protestas de los Chalecos Amarillos, puede haber sido contrario a su mantra de reducción del déficit, pero parece afortunado en medio de una desaceleración mundial. Se espera que el crecimiento francés en el 2019 supere el promedio de la zona euro por primera vez en seis años.
"Estamos viendo un aumento de los riesgos políticos en todas partes, por lo que abordar la falta de crecimiento para beneficio de todos es bastante urgente", asegura Laurence Boone, economista jefe de la OCDE. "Eso no se puede lograr solo a través de la política monetaria".
Los bancos centrales ya están listos para desempeñar su papel de preservar la expansión. El presidente de la Fed, Jerome Powell, confirmó la semana pasada que reducirá las tasas de interés este mes, mientras que el presidente del BCE, Mario Draghi, se inclina en la misma dirección.
Pero con un arsenal limitado y balances inflados, dicen que esta vez no pueden hacerlo solos. La Reserva Federal, por ejemplo, tiene una tasa de referencia de la mitad del nivel que tenía antes de las recesiones anteriores. El Banco de Japón y el BCE ya están por debajo de cero.
Aunque Powell advirtió que la posición fiscal de Estados Unidos no es sostenible a largo plazo, dijo la semana pasada que no es bueno que la política monetaria tenga el rol principal. Estados Unidos recibió un impulso en 2018 gracias a la revisión fiscal del presidente Donald Trump por US$1,5 billones, pero ese efecto se está desvaneciendo.
En Europa, Draghi se ha quejado de que la política monetaria ha asumido una carga "desproporcionada" en la última década.
Algunos dicen que la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, puede transmitir el mensaje más efectivamente cuando reemplace a Draghi en noviembre. Ya ha dicho que en la próxima crisis, se necesitará "estímulo fiscal siempre que sea posible". El presidente del Banco de Inglaterra, Mark Carney, un candidato potencial para suceder a Lagarde en el FMI, también ha promovido la idea.
Sus pedidos tienen un peso adicional dado el colapso de los rendimientos de los bonos globales, lo que hace que sea más barato para los gobiernos pedir préstamos. En Europa, gran parte de la atención se centra en Alemania: no solo tiene un superávit presupuestario, sino que los inversionistas pagarán para pedir prestado hasta a 15 años.
La gran dificultad son los altos índices de endeudamiento. El de Francia, por ejemplo, está cerca de 100% de la producción, mientras que el de Italia es aun mayor.
Una solución para la zona euro, según la OCDE, sería coordinar el estímulo fiscal en algunos países con reformas estructurales en otros, en conjunto con la política monetaria flexible. Se estima que un esfuerzo conjunto elevaría el crecimiento del PBI en alrededor de 0.75 puntos porcentuales este año y el próximo.
Con el tiempo, los bancos centrales y los gobiernos pueden terminar uniéndose si más partidos de izquierda ganan las elecciones. Algunos legisladores en Estados Unidos y el Reino Unido han promovido la teoría monetaria moderna, según la cual los países que controlan su propia moneda pueden buscar un crecimiento económico más fuerte a través del gasto gubernamental.
"Si las políticas no convencionales actuales han sido un avance respecto a las medidas tradicionales, el panorama político futuro podría justificar un cambio aun más radical", afirma Alberto Gallo, jefe de macroestrategias de Algebris Investments.
Mientras tanto, los funcionarios del G-7 pueden mirar hacia la última crisis, cuando sus gobiernos retiraron el estímulo demasiado rápido. La economía mundial apenas había escapado a la recesión cuando los formuladores de política reunidos a principios del 2010 acordaron "buscar estrategias de salida y avanzar hacia una vía fiscal más sostenible".
Por William Horobin y Simon Kennedy