Los bancos europeos están “bien posicionados” para afrontar el impacto económico de la invasión rusa de Ucrania y tienen “margen de maniobra” para gestionar la situación derivada de las sanciones a Rusia, según la Junta Única de Resolución (JUR).
“Mirando a los efectos de primera ronda, lo que podemos ver por el momento, es justo decir que los bancos europeos parecen estar bien posicionados para capear la tormenta. Incluso si todos los activos rusos se pierden, esto parece manejable para el sector bancario”, dijo la presidenta de la JUR, Elke König, en una comparecencia ante la comisión de Asuntos Económicos de la Eurocámara.
Preguntada por los eurodiputados sobre el impacto de la crisis sobre las entidades europeas, König insistió en que tanto el organismo que preside como el Banco Central Europeo (BCE) están monitorizando la situación y señaló que, como ocurrió con la pandemia de COVID-19, esta “parece muy manejable” puesto que las entidades “están en una situación mucho mejor de la que estaban y tienen mucho más margen de maniobra”.
Admitió que “no se puede excluir que haya algún caso aparte” y que con los efectos de segunda, tercera o cuarta ronda la situación “podría cambiar”, pero insistió en que “por el momento” es “moderadamente positiva”.
König debatió con los eurodiputados apenas dos semanas después de que la agencia que preside ordenase intervenciones en las filiales del banco ruso Sberbank en Austria, Croacia y Eslovenia, que fueron declaradas en quiebra o riesgo de quebrar tras sufrir un significativo deterioro de su liquidez a raíz de las sanciones impuestas a Moscú.
Tras aplicar una moratoria, la JUR decidió resolver los bancos de Sberbank en Croacia y Eslovenia, transfiriendo todas sus acciones a Hrvatska Potanska Banka y Nova ljubljanska banka (NLB), respectivamente.
En el caso de la matriz en Europa del mayor banco ruso, con sede en Austria, se decidió liquidarla conforme a las normas de insolvencia austríacas puesto que no cumplía funcionas críticas para la economía de este país y no generaría un problema para la estabilidad.
König defendió que este proceso se llevó a cabo “a la velocidad de la luz” permitió proteger la estabilidad financiera europea, a los consumidores, puesto que sus depósitos de menos de 100,000 euros estuvieron protegidos; y a los contribuyentes porque no fue necesario utilizar dinero público para rescatar a las entidades.
Pero insistió en que la operación deja dos “lecciones que aprender”. Por un lado, la necesidad de armonizar las legislaciones de insolvencia nacionales puesto que este caso ha vuelto a poner de relieve las diferencias entre países, un problema que “podría verse amplificado” si el grupo bancario hubiese sido de mayores proporciones.
Y por otro, la importancia de establecer un fondo europeo de garantía de depósitos que “instale confianza en un momento de crisis” al añadir un segundo nivel de protección europeo para los depósitos de menos de 100,000 euros.
Esta iniciativa lleva años sobre la mesa, pero no ha salido adelante por la reticencia de varios países a mutualizar los riesgos de la banca.