Salvar el planeta no tiene por qué implicar privaciones. Bjarke Ingels, el fundador de 46 años de Bjarke Ingels Group (BIG), está en una misión para transformar sitios feos y ambientalmente dudosos en maravillas arquitectónicas que hacen del planeta un lugar más limpio y seguro.
La obra más representativa de esta visión se puede encontrar en Dinamarca, de donde proviene Ingels.
Copenhill es una planta de conversión de residuos en energía en las afueras de Copenhague que se ha convertido en una pista de esquí. Los lugareños pueden hacer salom por la colina artificial, mientras que debajo de ellos se convierten cerca de 600,000 toneladas de desechos en calefacción y electricidad.
Ingels tardó más de 10 años en terminar el proyecto, mientras se abría camino a través de obstáculos legislativos y prácticos.
“Normalmente, una planta de energía está diseñada para expandir su techo si hay un exceso de presión, pero realmente no se puede hacer eso cuando hay esquiadores en el techo”, dijo Ingels en una entrevista. “En general, nos enfrentamos a muchos dilemas y tuvimos que seguir varios pasos para hacer realidad este tipo de fantasía”.
Ingels llama a Copenhill un excelente ejemplo de “sostenibilidad hedonista”. La idea es resolver los problemas ambientales de una manera que conduzca a construcciones cómodas y útiles para las comunidades locales.
Otro ejemplo es The Big U, un parque en el extremo sur de Manhattan (también conocido como Dryline), que está siendo diseñado como un espacio comunitario para los lugareños. Pero, lo que es más importante, el sitio está destinado a proporcionar protección contra las inundaciones, un objetivo clave después del huracán Sandy.
Ingels, junto con otros 17 innovadores, recientemente fue nombrado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, como asesor para ayudar a la Unión Europea a cumplir su promesa de ser carbono neutral para el 2050.
Von der Leyen ha hablado de revivir una versión del Movimiento Bauhaus. La idea es combinar un diseño hermoso con aplicaciones prácticas que se puedan incorporar en el Acuerdo Verde de Europa.
Ingels dice que el proyecto tiene un enorme potencial para cambiar la forma en que vivimos.
“Nuestras ciudades y edificios son los principales culpables de las emisiones de carbono”, dijo Ingels. “Al explorar nuevas posibilidades de diferentes sectores, creo que podemos lograr que hacer lo correcto para el futuro sea tan deseable que se vuelva irresistible”.
La economía circular
Para Ingels, una noción clave es repensar el concepto de contaminación y residuos. En lugar de considerarlo un problema de almacenamiento y eliminación, la idea es encontrar la manera de convertirlo en un recurso útil.
“La idea general de la economía circular es eliminar todos los callejones sin salida cada vez que se tiene un subproducto”, dijo. “La contaminación es esencialmente un subproducto que aún no se ha identificado como un recurso”.
La idea es alejarse de una noción rígida de lo que se trata la sostenibilidad. Ingels habla de liberarse de lo que él llama un “concepto protestante” del ambientalismo, como algo que “hay que soportar”.
“El efecto secundario positivo de la tecnología limpia es que, de repente, una planta de energía no tiene que ser negativa”, dijo.
Cuando Ingels piensa en Copenhill, él admite que no era un hecho que el proyecto resultaría tan bien como lo hizo.
“Mi mayor pesadilla era que una vez que estuviera terminado, simplemente se sintiera como estar parado en el techo de una planta de energía”, dijo. “Pero la primera vez que pudimos caminar por la colina aquí, me di cuenta de que esto no es solo el techo de un edificio, sino que realmente es una montaña artificial y en ese sentido tiene una sensación majestuosa incluso más allá de lo que esperaba”.