Imponiéndose privaciones y sacrificios, los británicos intentan adaptarse a la explosión de los precios, con una inflación que en el Reino Unido alcanza niveles récord en los últimos 40 años.
“Cada vez que salgo” del supermercado la cuenta “ha sido más cara de lo que pensaba”, se lamenta Gerald Pursey, taxista de 62 años, a las puertas de un comercio del norte del Londres.
Con una gran bolsa de la compra en cada mano, este sexagenario afirma que ha modificado sus hábitos: “primero que nada” mira la sección de productos rebajados que están a punto de caducar. “Antes nunca lo hacía”, reconoce.
“Lo que más noto es el precio del gasoléo”, afirma. “La semana pasada parecía que aumentaba un penique cada día”, hasta alcanzar 1.98 libras (US$ 2.45) el litro de carburante premium, frente a 1.56 en agosto, según un viejo recibo que encontró recientemente.
La disparada en los precios del petróleo “beneficia a alguien, probablemente a las grandes empresas, ¿por qué no pueden reducir (los precios)? ¿O el gobierno?”, se interroga, denunciando las políticas de privatización lanzadas por Margaret Thatcher en los años 1980. “Algunos se han hecho muy ricos facturándonos tanto como querían”, afirma.
La inflación aumentó un 9% interanual en abril debido a la brusca alza de las facturas energéticas, que obligan a muchas familias a reducir su gasto en comida para pagar la calefacción, en una espiral de creciente crisis por el coste de la vida.
Según el barómetro Toluna sobre hábitos de consumo publicado el miércoles, 93% de los británicos se consideran afectados por la disparada de precios cuando hacen la compra y 51% estima que su situación financiera será más difícil dentro de tres meses.
“De mal en peor”
Para pagar la electricidad o dejar alimento suficiente para sus hijos, algunos padres han empezado a saltarse comidas.
Un estudio publicado por la Food Foundation evalúa en siete millones el número de adultos en el Reino Unido que no comieron suficiente en abril. Y 2.4 millones de ellos dejaron de comer durante al menos todo un día.
Antes de subir en un taxi como una exhalación cargada de bolsas, Suzy Holliday, que trabaja en un hospital, se resigna a que “todo suba”. “¿Qué podemos hacer?”, se lamenta.
El gobierno de Boris Johnson prometió estudiar “todas las medidas necesarias” para ayudar a la población, pero reconoció que “no se puede proteger a la gente por completo de los desafíos globales”, en palabras del ministro de Finanzas, Rishi Sunak.
“No hay nada que no haya aumentado”, denuncia Mary Havens, ama de casa de 54 años que, afirma, no quiere comprar comida de menor calidad. “Así que tengo que pagar más y encontrar el dinero para pagar más”, agrega.
Recorta su gasto en artículos como la ropa, declarándose “muy preocupada porque esto no va a mejorar”. Y piensa en hijo mayor, de 25 años, que “va a terminar los estudios” y no podrá independizarse. “Vamos a ir de mal en peor”, vaticina.
Brian Elliott, de 54 años, que no trabaja por motivos de salud, solía pagar unas 12 libras (US$ 15) por su compra diaria. “Ahora me cuesta hasta 30 libras, es enorme”, se exclama, “todo aumenta menos los sueldos”. “Estoy a punto de no poder comprarme algunas cosas y eso que necesito unas zapatillas de deporte”, dice.
En su opinión, al gobierno conservador “no le importa” y “no hacen nada por las personas desfavorecidas”. “Pero la mayoría de la clase obrera sigue votando por ellos, no logro entenderlo”, agrega.