La AIE va más allá y explora un escenario más ambicioso en el que China reduciría en casi un 20 % de aquí al 2030 sus emisiones. (Foto: iStock)
La AIE va más allá y explora un escenario más ambicioso en el que China reduciría en casi un 20 % de aquí al 2030 sus emisiones. (Foto: iStock)

China no solo tiene las capacidades para acelerar la transición energética que reduzca sus emisiones de gases de efecto invernadero respecto a los objetivos que se ha marcado, sino que saldría beneficiada social y económicamente, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE).

Las necesidades de inversión no son una barrera para una transición más rápida”, ya que la cantidad de dinero necesaria es similar a la requerida para cumplir con los objetivos actuales, señala en un informe publicado este miércoles sobre el camino para que Chine alcance la neutralidad en emisiones de dióxido de carbono (CO2).

El pasado año, Pekín se fijó como meta alcanzar el pico de emisiones de CO2 antes del 2030 para llegar a cero emisiones netas antes de 2060.

Los autores del informe apuntan a que, “dado el tamaño y el dinamismo de su economía”, China no tendrá dificultades para hacer frente a las inversiones precisas, que no se detallan.

La AIE va más allá y explora un escenario más ambicioso en el que China reduciría en casi un 20% de aquí al 2030 sus emisiones.

Su conclusión es que, además de ayudar a mitigar el impacto sobre el cambio climático global para poder limitarlo a 1.5 grados centígrados, para China eso supondría “beneficios sociales y económicos”.

Entre esas mejoras habría “una mayor prosperidad para las regiones que todavía no se han beneficiado plenamente del desarrollo económico y una mayor creación de empleos netos”.

Esta transición acelerada pondría las emisiones de CO2 de China en una marcada disminución después del 2025 y abriría la posibilidad de que alcance la neutralidad de carbono mucho antes de 2060. Sería bueno para China y para el mundo”, subrayó el director general de este organismo que reúne a la mayor parte de los miembros de la OCDE.

China es el primer país del mundo en emisiones de CO2 -el principal gas responsable del efecto invernadero-, con un tercio del total. Su industria siderúrgica y cementera por sí solas generan más carbono que toda la Unión Europea.

Aunque ha realizado progresos notables para una transición limpia (tiene las mayores capacidades de energía solar y el 70% de las de fabricación de baterías eléctricas para vehículos), alrededor del 60% de su electricidad se produce todavía en centrales de carbón, cuyo número continúa creciendo.

Para la actual década, los principales vectores para avanzar en esa transición, según la AIE, serán las mejoras en eficiencia, el despliegue de más energías renovables y menos uso del carbón.

En su hoja de ruta, las capacidades de las renovables en la generación de electricidad, esencialmente la solar fotovoltaica y la eólica, se multiplicarían por siete entre el 2020 y 2060, hasta representar cerca del 80% del total.

Las emisiones industriales de CO2 bajarían casi un 95%, gracias en particular a la emergencia de tecnologías innovadoras como el hidrógeno o la captura de carbono, sobre todo a partir del 2030.

Todo eso permitiría la creación de más empleos en esas actividades que los que se destruirán por el abandono de los sectores que implican a los combustibles fósiles.