Periodismo económico e intolerancia

Redacción Gestión

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Carlos A. AndersonEconomista

Es todo un tema esto de la "fama". Tiene sus cosas buenas, como el saludo amigable de gente sencilla—como mis amigos taxistas—agradecida por la claridad con la que aparentemente expreso mis ideas todos los días en mis comentarios económicos por RPP. Pero tiene también un lado incómodo, y hay quien diría hasta peligroso. En las últimas semanas he tenido un par de experiencias de este segundo tipo. Las cuento porque creo que ejemplifican una tara de nuestra supuesta clase dirigente: la prepotencia, la intolerancia y los malos modales. Tres o cuatro semanas atrás, a la salida de un desayuno en la residencia del embajador del Reino Unido, el ministro José Luis Silva me increpó—frente al embajador y varias otras personas—por "decir tonterías en la televisión".

Me recordó que—en efecto—"hemos estudiado juntos" y que en consecuencia él sabe lo que yo sé (imagino que se refería a mis conocimientos, supuestos o reales, acerca de la teoría y práctica económica). ¿Y a qué tonterías se refería el ministro? Probablemente a mi crítica radial y no por televisión por el supuesto beneficio económico del feriado largo con motivo del Día de los Enamorados. En realidad, mi crítica no se centraba en la bondad o no del feriado largo. Hay tantos en el Perú, que uno más qué importa.

Sí, me pareció poco elegante que el propulsor de la idea nos diga una semana después que el feriado largo había sido todo un éxito y hasta nos regalara una cifra exacta del beneficio económico. Propuse, en un ejercicio legítimo de reductio ad absurdum, que tal vez sería buena idea declarar feriados ¡los 365 días del año! Pues bien, la reducción al absurdo me valió la filípica ministerial en la residencia del embajador, en un ejemplo claro de intolerancia y malos modales.

Luego, dos semanas atrás, cuando me encontraba en la fila para pagar mis víveres en Vivanda de San Isidro, se me acerca un hombre de barba blanca (Pablo Bustamante Pardo) y me dice en voz alta y ofendido: "Te he escuchado decir un par de barbaridades en RPP. Como puedes decir que los empresarios en Ica se la han llevado fácil y que el presidente Humala es representante de los empresarios". El tono y la actitud corporal con la que se transmitía el mensaje me llevó, primero, a temer por mi seguridad física, pero unos segundos después, consciente ya de lo ridículo de la situación, no me quedó sino sonreír y tratar de acotar sus afirmaciones con un poco de verdad acerca de mi opinión: uno, que me parece que parte del desarrollo agroexportador de Ica se ha construido sobre la base de un subsidio indirecto desde la sociedad al sector agroexportador, por cuanto durante años las empresas no pagaron un sol por el agua que usaban para irrigar los sembríos. Y en cuanto al presidente Humala, simplemente que me parecía importante recordarle al mandatario que él ha sido elegido para representar los intereses—muchas veces contrapuestos—de todos los peruanos, mientras que los gremios empresariales son precisamente eso: gremios; representantes legítimos de intereses particulares. Pero fue inútil.

La furia contenida del Sr. Bustamante me hizo temer que le fuera a dar un infarto o algo parecido. Por suerte, después de tanto grito sobrevino el silencio.

La verdad, estoy sorprendido. No sabía que la fibra emocional de gente supuestamente inteligente y en posiciones de poder fuera tan frágil. Mis ideas y mis convicciones las expongo en esta tribuna desde hace ya varios años y no creo que puedan ser caracterizadas como delirantes o antisistema sino muy por el contrario. Pero, aunque las fuera, es señal de una democracia madura respetar las opiniones de otros. Tratar de imponerse por la fuerza de la sinrazón es pura prepotencia.

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