COP21: ¡serio compromiso!

Redacción Gestión

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La COP21, que se está celebrando en París desde el 30 de noviembre hasta 11 de diciembre, tiene como objetivo fundamental lograr, por primera vez, un acuerdo universal y vinculante que permita luchar eficazmente contra el cambio climático e impulsar la transición hacia sociedades y economías sostenibles y bajas en carbono.

Y para lograrlo, una pieza fundamental son las contribuciones nacionales (INDC, por sus siglas en inglés) que cada país estaría dispuesto a hacer, tanto de forma incondicional como condicional para lograr limitar el cambio climático a un aumento no superior a 2°C a finales del siglo XXI.

Después de un análisis de las contribuciones propuestas por los principales países sudamericanos, lamentablemente lo menos que podemos decir es que son muy tímidas. Si bien todos los países proponen reducciones de las emisiones de gases de efecto invernadero para el 2030, esta reducción está referida a la proyección que cada uno hace sobre cómo evolucionaran dichas emisiones en los próximos 15 años. Y la mayoría de los países han hecho una proyección por encima de las mismas políticas y la evolución actual permitiría esperar sobredimensionando las emisiones proyectadas.

Por lo tanto, al considerar porcentajes de reducción sobre emisiones sobredimensionadas, lo que obtenemos es que los compromisos realmente no impliquen ningún (o muy poco) esfuerzo. Esto es especialmente cierto para Argentina y Chile, donde pese a estar proponiendo reducciones de emisiones respecto a niveles teóricos para el 2030, ambos países estarían aumentando sus emisiones en valor absoluto en, aproximadamente, un 60% y 75%, respectivamente, en comparación a las emisiones de 2010.

Desde mi punto de vista, la gran ausente de las contribuciones nacionales es la eficiencia energética. Solo algunos países hacen mención en la mejora y ninguno de ellos pone metas concretas y específicas al respecto. La Agencia Internacional de la Energía ha desarrollado una serie de escenarios para poder enfrentar el cambio climático. El "Escenario 450" establece cómo debería ser la evolución del consumo energético para que sea consistente con el objetivo de limitar el aumento global de la temperatura a 2°C, al delimitar la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera alrededor de 450 partes por millón de CO2.

En dicho escenario, el papel de la eficiencia energética es fundamental, no solo por ser la acción individual con más impacto al final del periodo considerado (44% del total en el año 2035) sino por tener el mayor impacto en el corto plazo (la eficiencia energética representa el 72% de las posibles reducciones de gases de efecto invernadero en el año 2020).

Por lo tanto, creo que dejar fuera de las contribuciones nacionales a la eficiencia energética es dejar fuera posiblemente el arma más poderosa que tengamos para luchar contra el cambio climático sin resignar nuestro nivel de vida o el crecimiento económico de nuestros países.

Hoy las soluciones de eficiencia energética son una realidad, nos permiten ahorros de hasta un 30% de nuestro consumo energético y están al alcance de todos. Desde la visión de un empresario o incluso un particular, la ecuación es sencilla: la mayoría de las soluciones de eficiencia energética tiene un retorno de inversión que va de 3 a 12 meses en la mayoría. Es decir, en menos de un año, la inversión se ha repagado a sí misma.

Por lo tanto, la eficiencia energética no tiene solo un sentido medioambiental, sino económico. Hará las economías sudamericanas más eficientes, competitivas y sustentables.

Los países sudamericanos tienen, en su mayoría, una matriz energética envidiable y el potencial de convertirse en referentes de sostenibilidad a nivel mundial. De la voluntad política de nuestros gobiernos (estableciendo los objetivos adecuados y definiendo los mecanismos que favorezcan su implementación) y de nuestra conciencia como empresarios y ciudadanos depende aprovechar esta oportunidad o no.

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