FOTOS | Dick Butera, promotor inmobiliario y alguna vez propietario del Hotel Jerome de Aspen, regularmente sale de la ciudad con destino a México durante la Navidad.
Hace catorce años compró una casa en Careyes, México, ubicada en la costa del Pacífico al sur de Puerto Vallarta, y un año más tarde descubrió que estaba a la venta una península cercana de poco más de una hectárea, así que también la compró. "No me costó mucho decir: ‘este es un terreno inusual’", comentó.
Trajo al arquitecto Manolo Mestre, de Ciudad de México, cuya primera reacción según Butera, fue "oh, Dios mío".
Butera decidió construir una casa en la propiedad y quería hacerlo rápido. “Tuve una reunión en el lugar con el superintendente y le dije: ‘debe entender que a mi edad [Butera ahora tiene 82 años], cada Navidad es un gran porcentaje de las que me quedan y si puede hacer que se construya antes de esta próxima Navidad, le daré un bono del 5% a todos’”.
Reunió a 250 constructores y artesanos para completar el proyecto, construyó una aldea cercana donde los trabajadores pudieran dormir y comer, "y se convirtió en una especie de secta, tratando de terminar esta casa a tiempo", detalló Butera. En total, la mansión de casi 1,700 metros cuadrados se completó en 11 meses.
Ahora, Butera la pondrá a la venta con Scott Davidson de Christie’s International Real Estate por US$ 13 millones, "aunque luego veo los videos de la propiedad y me hacen no querer venderla", admitió.
Cinco piscinas
Sin contar la casa de un cuidador de 186 metros cuadrados en la entrada de la propiedad, la casa tiene seis dormitorios y ocho baños.
Hay cinco piscinas: tres principales y cada una de las dos casas para huéspedes adjuntas tiene una también.
Se accede a la casa principal a través de un camino lleno de palmeras y la mansión tiene una sala de estar enorme y una "sala de juegos" con futbolín, gimnasio y teatro. También posee una gran cocina, un comedor y terrazas con áreas de estar al aire libre. La suite principal tiene más de 90 metros cuadrados y además hay un garaje para seis autos.
Cada habitación de la casa es diferente. “Todos los pisos de concreto tienen un diseño; trajimos 35 personas indígenas de una tribu que todavía hace [la decoración] a mano", explicó. “Estuvieron allí durante cinco meses. Tienes que verlo para creerlo, porque es algo que ya no se hace".
La propiedad es de más o menos una hectárea, pero la casa en sí se encuentra en el borde de un acantilado. No hay un camino directo hacia el mar, precisó Butera, "pero estar en un acantilado es la mejor manera de estar en el océano", acotó. "No hay insectos, ni cangrejos, y estás bien resguardado cuando llegan los huracanes".
Admiradores ricos
Por un tiempo, Butera pasaba de 12 a 16 semanas al año en la casa. El resto del año, la propiedad estaba casi vacía. La familia se quedaba en ella ocasionalmente y con menos frecuencia la alquilaba durante una semana para una subasta de caridad.
Dicho esto, cuando los visitantes se acercan, señaló, se impresionan. "He invitado a gente extraordinariamente rica a la casa", afirmó. "Quedan asombrados".
Butera decidió desprender de la propiedad una vez que su hijo se enamoró del golf. No hay una cancha cerca de la casa en Careyes, indicó, "y tengo 82 años, y no soy un multimillonario, y no soy de ir a fiestas. No puedo tener esa propiedad inmobiliaria allí". Su plan es vender la casa y comprar otra en Estados Unidos con un campo de golf, para que su hijo pueda desarrollar su pasión.
"Sin embargo, todos están sorprendidos de que yo la esté vendiendo", aseguró Butera. "Es más que una casa".