En Estados Unidos y Europa, recién hace poco los bancos centrales dejaron de incentivar la recuperación económica y comenzaron a combatir la inflación. En mercados emergentes, ese cambio empezó mucho antes. El Banco Central de Brasil elevó su tasa de interés en 0.75 puntos porcentuales en marzo del 2021, 15 meses antes que la Reserva Federal (Fed) hiciera lo mismo, pues previó que el estímulo fiscal en el mundo avanzado elevaba el riesgo inflacionario, lo cual afectaría a los mercados financieros y complicaría la vida en economías emergentes.
En retrospectiva, se ve prudente y profético. Salvo notables excepciones, los bancos centrales de mercados emergentes han estado ganando respeto en años recientes. Sus marcos de política monetaria han mejorado, según un nuevo índice del FMI (basado en 225 criterios). Sus enfoques son más coherentes (sus metas persiguen objetivos razonables), transparentes (dicen lo que hacen) y consistentes (hacen lo que dicen).
Según el Banco Mundial, las expectativas inflacionarias en mercados emergentes en 2005-2018 estuvieron tan bien ancladas como las de países ricos en 1990-2004. Asimismo, la inflación se volvió menos sensible al tipo de cambio. Muchos esperaban que los mercados emergentes triunfasen frente a la inflación, lo cual hizo más probable ese éxito. Esta reforzada credibilidad generó atractivas oportunidades.
Quizás sus bancos centrales, al igual que los del mundo rico, no tendrían que preocuparse por cada depreciación o repunte inflacionario. Quizás podrían prestar menos atención a dos fuerzas que en el pasado las asediaban: el precio global del capital, que es dictado por la Fed, y los de los commodities. Cuando la Fed ajusta su política monetaria, suele provocar dificultades en mercados emergentes, lo que no sucede en el mundo avanzado.
El 2013, el entonces presidente de la Fed, Ben Bernanke, dijo que la entidad reduciría sus compras de bonos, lo que genero una gran venta de activos en Brasil, India, Indonesia, Sudáfrica y Turquía. Del mismo modo, cuando sube el precio del petróleo, aumenta el costo de vida. No obstante, los precios al consumidor no tienen por qué subir a menos que la gente demande aumentos salariales, lo que presiona los precios al alza. Es que mientras más ancladas estén las expectativas inflacionarias, los bancos centrales tendrán mayor margen de maniobra.
Los últimos doce meses han sometido a las anclas de mercados emergentes a severas pruebas. Las tasas de interés globales han subido en anticipación a un mayor ajuste de la Fed. Y los mercados emergentes han sufrido imparables incrementos en los precios de alimentos y combustibles, que representan una mayor proporción del gasto de los consumidores que sus pares en el mundo rico.
Algunos bancos centrales han podido ignorar esas alzas. El de Tailandia no ha hecho nada pues insiste en que “las expectativas inflacionarias de mediano plazo permanecen ancladas” y quiere asegurarse de que la recuperación económica gane tracción. Pero otros mercados emergentes, entre ellos México y Brasil, se sintieron obligados a elevar sus tasas de interés mucho antes de que sus economías se recuperasen totalmente.
Esos bancos centrales fueron más rápidos en reaccionar que sus contrapartes en economías maduras, subrayan Lucila Bonilla y Gabriel Sterne, de la consultora Oxford Economics. Pero eso se debe “en parte a que tenían que serlo”. Gran parte de sus ajustes tuvo que seguirle el paso a un preocupante aumento de las expectativas inflacionarias. En este reciente ciclo de ajuste monetario en mercados emergentes, la Fed ha sido una fuerza “un tanto menos dominante” que en el pasado, señalan Andrew Tilton y colegas en Goldman Sachs.
Los temores de otra venta de activos no se han materializado. Un motivo sería que mucho capital foráneo ya se había ido durante la pandemia. Es más, algunos países que podrían ser vulnerables al ajuste de la Fed, en especial en América Latina, también son grandes exportadores de commodities que se han beneficiado de sus altos precios, subrayan Bonilla y Sterne. Sin embargo, la Fed no está acabada; y la inflación, ya en aumento en mercados emergentes, podría volverse más sensible a depreciaciones de monedas locales.
“Es como echar material combustible al fuego”, señala David Lubin, de Citigroup. Una depreciación no sería suficiente para encender la inflación, pero un tipo de cambio debilitado podría avivarla. Por ende, mucho depende de cuán lejos tenga que ir la Fed para restablecer sus credenciales antiinflacionarias y contener las presiones sobre los precios en Estados Unidos.
Mientras más duro tenga que trabajar para pasar el test de su propia credibilidad, más problemas enfrentarán los mercados emergentes, cuyo ajuste monetario comenzó mucho antes que en Estados Unidos, pero probablemente no pueda terminar antes. Este año ha recordado a los mercados emergentes que a pesar de todo su progreso, aún no cuentan con bancos centrales enteramente confiables. A Estados Unidos le dejó la misma lección.