Con el actual repunte sincronizado del crecimiento global, los bancos centrales de importancia sistémica probablemente estarán más dispuestos y capacitados para comenzar en 2018 la normalización de la política monetaria, y en un caso continuarla. Pero lo que es cierto para la comunidad de bancos centrales en su conjunto es más matizado cuando se evalúa a nivel de instituciones individuales.
He aquí la perspectiva en grados ascendentes de dificultad política y, por lo tanto, de los riesgos de errores en la política monetaria.
La Reserva Federal de Estados Unidos es la más avanzada en el proceso de normalización de la política monetaria. Ha detenido su programa no convencional de compras de valores, subido las tasas de interés cuatro veces y establecido un plan para la reducción gradual de su balance.
La Fed probablemente partirá el 2018 con otra alza de tasas y una ventana más grande para normalizar debido a las medidas impositivas que avanzan en el Congreso. Como tal, puede ser necesario que los mercados revisen al alza su fijación implícita de precios para las acciones de la Fed a fin de ser más consistentes con la proyección de dos o tres aumentos de tasas adicionales el próximo año.
Y, dentro del contexto de la "estupenda normalización" en curso, tales revisiones no necesariamente tendrán que ser perjudiciales para la estabilidad financiera o el crecimiento económico.
Una complejidad que enfrenta la Reserva Federal es que, cuando se trata de los rendimientos sobre vencimientos de bonos a más largo plazo y la forma de la curva de rendimiento, las políticas no convencionales aplicadas por sus pares en otras partes del mundo avanzado continúan siendo una influencia importante. Allí, el grado de dificultad de la política es notablemente más alto.
El Banco de Japón enfrentará una presión creciente para sacar su pie del acelerador de estímulo. Además de tener que pensar más seriamente sobre la moderación de su programa de compra de activos, es probable que el banco tome medidas el próximo año para revisar al alza su objetivo de rendimiento para las tasas a 10 años (actualmente en un 0%); y deberá secuenciar esto cuidadosamente con una reducción de las compras no convencionales.
La facilidad con que esto se implemente dependerá en gran parte de si la situación de una política interna más fuerte del primer ministro Shinzo Abe permite la implementación de reformas estructurales largamente postergadas (lo que, en el contexto japonés, se ha denominado "la tercera flecha").
El Banco Central Europeo hará todo lo posible por mantener su recientemente anunciado plan para reducir a la mitad las compras mensuales a 30,000 millones de euros (US$ 34,000 millones) hasta septiembre, un preludio para terminar el programa de compras a gran escala antes de sacar a las tasas de interés del territorio negativo.
Pero, a juzgar por las minutas recientemente publicadas por el BCE, los miembros de la junta de gobierno tendrían opiniones dispares y el banco podría encontrarse en la compleja posición de tener que cambiar sus mensajes sobre la orientación de la política acelerando la eliminación progresiva de la flexibilización cuantitativa (QE), en especial si la inflación se recuperara más rápido de lo que se prevé en la actualidad.
A pesar de lo difícil que es eso, en particular para un banco central que establece políticas para 19 diferentes países miembro, las complejidades bien podrían ser menores que las que enfrenta la postura monetaria del Reino Unido.
Con las perspectivas de crecimiento revisadas a la baja y con la tasa de inflación muy por encima del objetivo, el Banco de Inglaterra se encuentra en un dilema político no bienvenido, particularmente después de haberse visto obligado a decretar un alza este año por primera vez en unos 10 años.
Responder a una inflación que de manera persistente supera la meta por medio de una nueva alza, genera el riesgo de profundizar la desaceleración económica. Retrasar el alza y las expectativas inflacionarias podría empeorar las cosas. Y todo esto antes de que se incorpore la incertidumbre por el Brexit.
En el diseño de todo esto, hay buenas noticias para la economía global: el banco central más poderoso del mundo, la Fed, enfrenta el grado relativo más bajo de dificultad política (y en el proceso, podría restituir una mayor flexibilidad política para contrarrestar el riesgo de posibles déficits de crecimiento e inflación en el futuro).
Otro punto relativamente positivo es que la mayor complejidad la enfrenta el banco central menos sistémico dentro del grupo: el Banco de Inglaterra. Pero esto no se traduce automáticamente en un camino despejado en lo que respecta al riesgo de lo que, en los análisis de escenarios, resultaría ser un error de política de banco central en 2018.
En lugar de reflejar las perspectivas de las instituciones individuales, la mayor incertidumbre de la política monetaria que enfrenta la economía global es qué pasaría si todos estos bancos centrales, junto con el Banco Popular de China, decidieran reducir su estímulo monetario al mismo tiempo.
Cuando se trata de bancos centrales, esta es la mayor fuente de riesgo para los precios de los activos y la economía global, y requeriría un monitoreo de la política de alta frecuencia y consultas internacionales cercanas.
-Mohamed A. El-Erian es columnista de Bloomberg View. Es el principal asesor económico de Allianz SE, la empresa matriz de Pimco, donde se desempeñó como presidente ejecutivo y codirector de información. Fue presidente del Consejo de Desarrollo Global del presidente y de Harvard Management Company, así como director general de Salomon Smith Barney y subdirector del FMI.