La gobernadora del Banco Central de Rusia (BCR), Elvira Nabiúlina, que en la víspera fue confirmada para otros cinco años al frente de la entidad monetaria, afronta el reto de gestionar el golpe que proporcionan las sanciones occidentales a la economía del país y de las que ella misma es objeto.
Nabiúlina, de 58 años y nacida en Ufá, en la región de los Urales, dirige el BCR desde el 2013 y su actuación al frente de la entidad monetaria rusa ha sido alabada en varias ocasiones por publicaciones especializadas como Euromoney y The Banker.
Por esta última revista británica fue nombrada en más de una ocasión mejor gobernador de un banco central de Europa.
En la lista de las mujeres más poderosas en el 2021 de Forbes figura en el puesto 60. Fue la primera mujer de un país del entonces G8 (ahora solo G7) en dirigir un banco central y valorada por los inversores.
Sancionada recientemente por Canadá, Nabiúlina cree en la utilidad de mantener un tipo de cambio flotante o flexible y en generar una hucha para los malos tiempos mediante el superávit generado de la venta de hidrocarburos rusos.
La economista de formación ha sido criticada a menudo por su falta de voluntad de mantener un tipo de cambio estable del rublo con la ayuda de intervenciones cambiarias y por elevar el tipo de interés.
De lo más alto al reto de su vida
En múltiples ocasiones ha asegurado que el BCR ha desarrollado toda una serie de medidas para hacer frente a una oleada de sanciones occidentales, aunque quizás no se esperaba tal embestida como la que le ha venido encima.
Según aseguraron en marzo algunos medios, Nabiúlina no quería repetir al frente de la entidad monetaria rusa tras el anuncio de la invasión rusa en Ucrania, pero su salida hubiera sido visto como una traición al presidente, Vladímir Putin, con quien ha trabajado durante más de diez años.
Ahora se enfrenta quizás a su reto más difícil y a la posibilidad de que todo lo que ha hecho en los últimos nueve años -incluido hacer frente a las sanciones del 2014 por la anexión rusa de la península ucraniana de Crimea- quede en agua de borrajas.
El desafío es formidable ante unas sanciones internacionales que pretenden aislar completamente la economía rusa con una lluvia de sanciones -más de 6,000 según el Gobierno- sin precedentes.
Aliviar los golpes
La que fuera asesora de Putin entre mayo del 2012 y junio del 2013 logró suavizar algo el primer golpe de las sanciones occidentales al rublo y al sector financiero, el primero en sufrir las consecuencias del aislamiento al que le ha sometido Occidente con sus sanciones.
El profundo conocimiento de la economía rusa que le otorgan los nueve años al frente del BCR y el haber sido primero viceministra de Desarrollo Económico y Comercio entre los años 2000 y 2003 y después ministra entre el 2008 y 2012, le ha permitido tomar medidas inmediatas para tratar de suavizar el impacto.
Duplicó de golpe el tipo de interés hasta 20%, introdujo controles de divisas y suavizó las exigencias de capital para los bancos, entre otras medidas de apoyo.
El rublo pasó de sufrir la mayor caída frente al dólar y el euro desde al menos 1993 y 1994 (un hundimiento de casi un 30%) a estabilizarse en el entorno de US$ 76 y 82 euros actualmente.
El quebradero de cabeza que Nabiúlina ha decidido no atacar a toda costa es la inflación, que se sitúa ya en el 17.5% en términos interanuales tras subir en solo mes y medio un 9.4%.
El BCR, formado por 45,700 trabajadores en el 2020, tiene como referencia situar la inflación en 4%, un objetivo que ya antes debido a la pandemia se le escapó a la gobernadora y que ahora se propone alcanzar, quizás, en el 2024.
Nabiúlina, siempre seria en sus intervenciones tras las reuniones de la junta directiva, tiene otro gran problema: no puede recurrir a la mitad de las reservas del BCR en oro y divisas para manejar la situación en el mercado interno.
Se trata de más de US$ 300,000 millones que Occidente ha congelado.
Un lenguaje medido y mucha cautela
Desde el comienzo de la llamada por Rusia “operación militar especial” a su invasión a Ucrania el 24 de febrero, ella misma y la institución que dirige recurren a un lenguaje muy medido y poco directo, tal y como exigen los mandamientos del Kremlin y la cautela típica de un gobernador de un banco central que sabe que sus palabras mueven mercados.
“La economía entra un difícil periodo de cambios estructurales vinculados con las sanciones” es una de sus frases más recurrentes en las últimas semanas para referirse a la recesión que sufrirá una de las doce mayores economías del planeta, que el Fondo Monetario Internacional (FMI) sitúa en 8.5% este año y en 2.3% el próximo.
Así, advirtió el lunes de que la economía rusa “entrará tan pronto como en el segundo trimestre o principios del tercero en un periodo de transformación estructural”.
Nabiúlina no es ingenua, sino cauta. Aún no se ha atrevido a poner cifras al hundimiento que espera a la economía.