Dentro de una década, el mundo podría enfrentar un enorme déficit de lo que podría decirse que es el metal más importante para las economías globales: el cobre.
La industria del cobre necesita gastar más de US$ 100,000 millones para cerrar lo que puede llegar a ser un déficit anual de suministro de 4.7 millones de toneladas métricas para el 2030 a medida que repuntan los sectores de energía limpia y transporte, según estimaciones de CRU Group.
Este posible déficit podría alcanzar los 10 millones de toneladas si no se construyen minas, según el operador de productos básicos Trafigura Group. Para reducir esa brecha sería necesario construir el equivalente a ocho proyectos del tamaño de Escondida, de BHP Group, la mina de cobre más grande del mundo, ubicada en Chile.
El cobre, que se utiliza en la fabricación de productos que van desde el cableado y tuberías hasta baterías y motores, es tanto un barómetro económico como un ingrediente clave en el impulso hacia la energía renovable y los vehículos eléctricos.
Si los productores no abordan el déficit, los precios seguirán aumentando y presentarán un desafío para la Administración de Biden y otros líderes mundiales que cuentan con una transición energética mundial para combatir el cambio climático.
Los mayores precios del cobre podrían conducir a un mayor reciclaje y sustitución con alternativas más baratas como el aluminio, lo que podría aliviar ese déficit.
Sin duda, se están desarrollando proyectos de cobre. Pero los productores no quieren repetir los errores de excesos de oferta cometidos en ciclos anteriores acelerando los planes en un momento en que las minas son cada vez más difíciles y costosas de construir, que es una de las razones por las que los precios del cobre están cerca de los máximos de la década, por encima de US$ 4 por libra.
“El aumento de la complejidad técnica y los retrasos en la aprobación podrían conducir a una escasez de proyectos listos para su construcción entre 2025 y 2030”, escribieron esta semana en un informe los analistas de Bloomberg Intelligence Grant Sporre y Andrew Cosgrove.
Se están desarrollando nuevos proyectos que podrían aliviar los déficits de cobre entre el 2022 y 2025, según los analistas de BI. Los precios más altos por más tiempo deberían hacer que algunos proyectos más costosos sean más rentables, mientras que las expansiones de operaciones existentes normalmente implican procesos de aprobación menos onerosos que los nuevos sitios.
Sin embargo, también existe un riesgo considerable de ejecución, escribieron los analistas de BI, particularmente en el período 2022-2023.
El proyecto peruano de Quellaveco, de Anglo American Plc, podría comenzar a producir el próximo año, siempre y cuando las relaciones con la comunidad no empeoren, como ha ocurrido de vez en cuando en otros sitios del país sudamericano.
La capacidad de los productores para satisfacer las crecientes demandas de suministro también dependerá de Southern Copper Corp., que quiere explotar más de las mayores reservas de la industria con el objetivo de casi duplicar la producción para el 2028.
Las empresas están teniendo que involucrar a las comunidades y los Gobiernos mucho antes en el desarrollo de proyectos en estos días, dada la creciente conciencia y expectativas sociales y ambientales. En parte como resultado, el tiempo de entrega promedio desde el descubrimiento hasta la obtención del primer metal ha aumentado en cuatro años frente a ciclos anteriores, a casi 14 años, según BI.
“Irónicamente, un enfoque más centrado en el impacto ambiental de las actividades mineras ha hecho que la industria sea incapaz de responder rápidamente a los déficits del mercado a través de nuevos suministros, a pesar de que el precio está muy por encima de un precio de incentivo”, escribieron Sporre y Cosgrove.
Es probable que la ironía no se pierda entre los mandamases de los principales productores de cobre del mundo. El director ejecutivo de Freeport, Richard Adkerson, dijo en una reunión de la industria la semana pasada que incluso si el cobre se disparara mañana a US$ 10 la libra, su compañía tardaría siete u ocho años en llevar nueva producción al mercado.