Por Javier Blas
En las 24 horas posteriores a que Vladimir Putin firmara un decreto que reconoce dos territorios ucranianos escindidos, la Unión Europea, el Reino Unido y Estados Unidos compraron en conjunto 3.5 millones de barriles de petróleo y productos refinados rusos, por un valor de más de US$ 350 millones a los precios actuales.
Además, Occidente probablemente compró otros US$ 250 millones en gas natural ruso, además de decenas de millones de dólares en aluminio, carbón, níquel, titanio, oro y otras materias primas. En total, la factura probablemente superó los US$ 700 millones.
Y así será, al menos por ahora. Estados Unidos y sus aliados europeos seguirán comprando recursos naturales rusos y Moscú seguirá enviándolos, a pesar de la mayor crisis política entre los antiguos guerreros de la Guerra Fría desde el colapso de la Unión Soviética en 1991.
Ambas partes son conscientes de las contradicciones. Occidente sabe que las materias primas son una fuente de ingresos para Putin, que alimentan sus ambiciones imperiales gracias, en gran parte, a los altísimos precios del petróleo y el gas, pero los aliados también son conscientes del perjuicio económico que implica reducir las importaciones a cero.
Por su parte, el Kremlin puede verse tentado a convertir sus recursos naturales en armas, lo que podría provocar apagones en Europa. Pero también sabe que las exportaciones de materias primas son su propio salvavidas económico.
Es la versión del mercado de materias primas de la doctrina de la Guerra Fría de destrucción mutua asegurada, o MAD por su sigla en inglés.
Con otros adversarios —por ejemplo, Irán o Venezuela— la Casa Blanca ha sido más rápida en utilizar el petróleo como herramienta geopolítica. Como resultado, tanto Teherán como Caracas no pueden vender petróleo legalmente en los mercados mundiales, no solo en Estados Unidos Sin embargo, Rusia sigue siendo libre de enviar su petróleo a Estados Unidos; y el Reino Unido también sigue comprando diésel ruso.
En este momento, ni Moscú ni Estados Unidos y sus aliados tienen interés económico, político o militar en militarizar el petróleo, el gas y otros recursos naturales. Sin embargo, debo subrayar “por ahora”. La ronda inicial de sanciones occidentales, y la reacción del Kremlin, fue un reflejo de esa postura actual.
La UE y el Reino Unido apuntaron a cinco bancos rusos de tamaño medio, acusándolos de ayudar a la campaña del Kremlin. Pero dejaron intactos a los tres gigantescos prestamistas estatales que son clave para el comercio de materias primas: VTB Bank PJSC, Sberbank of Russia PJSC y Gazprombank JSC.
Putin hizo lo mismo, diciendo en una conferencia de la industria —el día después de reconocer a las repúblicas escindidas— que Rusia estaba planeando “suministros ininterrumpidos” de gas natural a los mercados mundiales.
Los temores de que el Kremlin corte el suministro de gas siguen siendo simplemente eso: temores. Cualquier problema militar se limita a los dos territorios escindidos, que están muy lejos de los poderosos oleoductos y gasoductos rusos que atraviesan Ucrania de este a oeste: Druzbha, Soyuz, Progress y Brotherhood. La empresa que opera la red de gasoductos de Ucrania tuiteó: “Mantengan la calma y transporten gas”.
La mayor víctima ha sido NordStream 2, el gasoducto respaldado por el Kremlin que conecta a Rusia directamente con Alemania bajo el mar Báltico. Berlín detuvo el proceso de aprobación administrativa del gasoducto, congelando el proyecto.
Sin embargo, no impuso sanciones al propio gasoducto. En cualquier caso, es poco probable que el NS2, que aún no ha empezado a funcionar, se apruebe antes del verano. Berlín no tomó ninguna medida con respecto al gasoducto hermano del NS2, NordStream 1, que sigue exactamente la misma ruta y lleva varios años bombeando gas. ¿Por qué no? El NS2 está vacío; el NS1 está lleno.
Aunque el NS2 es una causa célebre para muchos políticos, su importancia radica en la diplomacia más que en el mercado energético. Para Berlín, detener el proyecto envía una señal al Kremlin sin afectar al actual suministro de gas natural alemán. Por su parte, Moscú no necesita el NS2 si su hermana está a pleno rendimiento.
De hecho, Gazprom, el gigante estatal ruso del gas, no ha enviado ni una sola molécula de gas por su otro gasoducto, el Yamal-Europa, que atraviesa Bielorrusia y Polonia, desde fines de diciembre.
Es posible que pronto veamos cómo Gazprom aumenta sus suministros de gas a Alemania y al resto de Europa. Los precios actuales del gas al contado son superiores al promedio de febrero hasta la fecha, una situación que puede llevar a las empresas europeas a maximizar sus contratos de suministro de Gazprom a partir del 1 de marzo.
De ser así, Europa podría experimentar una situación irónica: simultáneamente, una mayor tensión política y un mayor flujo de gas ruso.