Han pasado unos 25 años desde que en Wall Street se vivió una verdadera cacería de “osos”. Y, al parecer, ahora está empezando otra.
A primera hora del 27 de agosto de 1999, el mundo de las finanzas se vio sacudido por la renuncia de uno de los pesimistas más comprometidos, Charles Clough, estratega jefe de inversiones de Merrill Lynch & Co. La opinión de Clough era muy valorada, pero había cometido el pecado capital del mercado bursátil: seguir siendo bajista ante un repunte implacable, en este caso, el frenesí de las puntocom que hizo que el índice S&P 500 se disparara un 220% desde principios de 1995 hasta finales de siglo.
Puede parecer que fue hace mucho tiempo, pero en Wall Street, como en Shakespeare, el pasado suele ser un prólogo. Y así, la abrupta salida de Marko Kolanovic la semana pasada tras 19 años en JPMorgan Chase & Co. recuerda a muchos operadores, banqueros y analistas el adiós de Clough. Una vez más, un destacado estratega fue derribado después de que sus advertencias sobre una inminente caída de las acciones nunca se materializaran y el S&P 500 siguiera marcando nuevos máximos una y otra vez.
Ahora algunos inversionistas se preguntan si toda esta saga es una señal de que el mercado está tocando techo.
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Siga la historia de Clough hasta el final y verá que pronto fue reivindicado. En marzo de 2000, la burbuja de internet empezaba a desinflarse, y el 3 de abril el índice compuesto Nasdaq registró su mayor caída en puntos hasta ese momento. A partir de ahí siguió retrocediendo hasta perder más de la mitad de su valor a finales de 2001. No volvería a ver su máximo de 2000 hasta 2015.
El temor es que la historia esté a punto de repetirse, ya que la eliminación de los cínicos es algo que suele ocurrir hacia el final de las manías del mercado.
“¿Es la situación de Marko una señal clásica de un techo de mercado?” preguntó retóricamente David Rosenberg, fundador y presidente de Rosenberg Research. “Hay muchas características de un mercado que toca techo que se pueden señalar. Y yo diría que ésta bien podría ser una de ellas”.
“Osos” en peligro de extinción
El caso es que Kolanovic no está solo. Apenas unos meses antes de anunciar que estaba “explorando otras oportunidades”, otro famoso “oso” que predijo erróneamente una caída, Mike Wilson, de Morgan Stanley, renunció como presidente del comité de inversión global de la firma, un puesto que había ocupado durante una década. Desde entonces, ha moderado su escepticismo sobre el avance del mercado bursátil.
Clough y representantes de JPMorgan y Morgan Stanley declinaron hacer comentarios.
En muchos sentidos, se trata de una historia tan antigua como Wall Street. Ir contra el rebaño en un mercado alcista puede hacer que tus clientes y tu empleador estén “cada vez más descontentos contigo”, dijo Rosenberg, que olfateó correctamente los problemas de la economía estadounidense antes de la crisis financiera mundial como economista de Merrill Lynch.
Consideremos el caso de la veterana estratega Gail Dudack. De 1987 a 2000, trabajó en Warburg Dillon Read (adquirida posteriormente por UBS Group AG). En noviembre de 1999, Louis Rukeyser, presentador de “Wall Street Week” en PBS, la echó de su “índice de elfos” por ser demasiado bajista. “Elfos” era el apodo que le daba al grupo de analistas técnicos que aparecían regularmente en el programa.
“Cuando empiezas a disparar a los osos, es una especie de señal clásica”, afirmó.
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No hay duda de que el mercado de valores está mostrando algunas características de una burbuja, en particular en la subida récord de algunos gigantes tecnológicos clave que se espera que se beneficien del desarrollo de la inteligencia artificial. Algunos en Wall Street, incluido Kolanovic, han destacado la “espuma” en los índices liderados por esas grandes empresas tecnológicas. Otros argumentan que las ganancias justifican la expansión del mercado.
Independientemente de quién tenga razón, la clave es que las burbujas pueden seguir inflándose mucho más allá de lo razonable antes de estallar.
“Las burbujas tienen que ver con el impulso”, señaló Dudack. “Están dirigidas por un conjunto de acciones. La cuestión es que funcionarán porque el impulso genera impulso”.
En este caso, si el auge de la IA se transforma en una burbuja de IA, los estrategas de Société Générale SA estiman que el S&P 500 puede inflarse otro 20% más o menos antes de alcanzar valoraciones similares a las del pico de las puntocom. El índice cotiza actualmente cerca de 5,600.
Ceguera ante el riesgo
Esto explica por qué tantos en Wall Street parecen estar ciegos a los riesgos potenciales en estos momentos. A fines del año pasado, la mediana de las previsiones de los estrategas para el S&P 500 en 2024 era de 4,850, el mes pasado era de 5,450. Goldman Sachs Group Inc. y UBS han elevado sus proyecciones tres veces desde fines de 2023, mientras que Oppenheimer Asset Management, Citigroup Inc. y Deutsche Bank AG aumentaron las suyas recientemente.
El estratega jefe de inversiones de State Street Global Advisors, Michael Arone, acaba de canalizar una tristemente famosa frase del ex director ejecutivo de Citigroup Chuck Prince, cuando, en julio de 2007, dijo que su banco “seguía bailando” mientras comenzaba la crisis financiera mundial.
“Una Fed restrictiva no detendrá la música esta vez porque la economía se está moviendo a un nuevo ritmo”, escribió Arone en un memorándum el 8 de julio, mencionando el potencial de la IA para generar un “milagro de productividad prolongado y sin precedentes”.
Pero un pequeño sector del mercado está empezando a ver este pensamiento grupal como una señal de cautela. Scott Rubner, especialista táctico y director gerente de la división de mercados globales de Goldman, advirtió sobre una corrección inminente “ya que los últimos osos en pie han capitulado y todos están en la piscina”.
Es suficiente para que incluso los alcistas —o “toros”— de toda la vida se pregunten si el rally ha ido demasiado lejos. Por ejemplo, Ed Yardeni, de Yardeni Research, escribió en una nota a clientes esta semana que la salida de Kolanovic, así como la decisión de Piper Sandler & Co. de rebajar los objetivos de precio del S&P 500, eran potenciales señales bajistas.
“Algunos de mis mejores amigos son osos”, dijo Yardeni. “Creo que los de Wall Street hacen un trabajo excelente. Nos proporcionan un montón de razones por las que las cosas podrían ir mal, y algunos de ellos han sido llamados permabears como resultado”.
Sin embargo, las señales de advertencia no son suficientes para hacer tambalear la fe de Yardeni en las acciones. El jueves, elevó su objetivo de fin de año para el S&P 500 de 5,400 a 5,800, y reiteró su predicción de que el índice alcanzará los 8,000 a finales de la década. Incluso dijo que estos objetivos podrían alcanzarse antes de lo previsto.
“A menudo me han llamado permabull, lo cual me enorgullece, porque quiero que en mi lápida conste que Yardeni solía ser alcista, y solía tener razón”, afirmó. “Si nos fijamos en la tendencia del mercado bursátil, normalmente sube más que baja”.
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