En los últimos días hemos visto una corrección importante del mercado, de casi -7% en el S&P. Esta es la caída más grande que hemos tenido desde que, el 23 de marzo, el mercado alcanzó el mínimo del año.
Esta corrección tuvo la particularidad de que las acciones que más cayeron fueron las tecnológicas, con una caída del sector de 11.4%, mientras que sectores como financieras o salud cayeron 3.7% y 5%, respectivamente.
Todo esto se da en un contexto en que las tecnológicas habían conseguido, a pesar de la pandemia, tener una rentabilidad de casi 40% en lo que va del año.
La pregunta que surge entonces es si estas correcciones son una oportunidad de aumentar posiciones o si realmente los precios están en un nivel difícil de sostener y por lo tanto deberían seguir cayendo.
Para hacer este análisis es importante contextualizar la situación actual, pues si bien todos estamos conscientes del riesgo y del impacto que ha tenido el coronavirus en la economía mundial, también hemos visto estímulos monetarios por más de US$ 5 trillones a nivel mundial, o algo cercano al 20% del PBI de los países desarrollados.
Este aumento descomunal de liquidez disponible nunca se había dado con la velocidad que se dio este año. Esto ha generado que las tasas de interés caigan rápidamente de niveles de 1.8% a 0.6% a 10 años, siendo este el nivel más bajo de la historia.
En línea con esto, los bonos de grado de inversión también han tenido caídas importantes en sus rendimientos futuros, por lo mismo las alternativas más seguras en términos de inversiones se vuelven poco atractivas en un contexto de inversión de largo plazo.
Un portafolio en dólares que mezcle bonos de grado de inversión y tesoros, en partes iguales, difícilmente alcanzará a compensar la inflación en los próximos años.
Por lo que la inversión en renta variable se vuelve no solo atractiva en estas caídas, sino que necesaria en el mediano plazo, si uno quiere tener rentabilidades por sobre la inflación. En términos coloquiales, hoy se habla de que no hay alternativa a la renta variable.
Muchos están preocupados de que las utilidades del año 2020 sean bajas y que, por lo mismo, la inversión en Renta Variable se vuelve difícil, pero hay que recordar que cuando uno invierte en acciones lo que hace es ser en parte dueño de un negocio de largo plazo y en la medida que todas las políticas llevadas a cabo este año, han disminuido la probabilidad de quiebra de las empresas de los grandes índices, lo que tenemos es que este 2020, será solo un mal recuerdo en términos de utilidades para la mayoría de las compañías.
¿Es la renta fija suficiente?
Klaus Kaempfe, director de Soluciones de Portafolio de Credicorp Capital Asset Management
Considerando las bajas de tasas de interés tanto para los bonos de gobierno de Estados Unidos como para los bonos de grado de inversión de países desarrollados hemos actualizado nuestras expectativas de rentabilidad para los próximos 5 a 10 años.
Creemos que los bonos del tesoro rentarán entre 0% y 1% nominal, mientras que los bonos de grado de inversión entre 0.5% y 2% también nominal.
Lo anterior genera que un portafolio de renta fija segura en dólares tenga una rentabilidad esperada después de inflación cercana a 0% o incluso con probabilidad de ser negativa. Esto claramente dificulta poder vivir de un patrimonio en dólares y no reducir el capital.
En Credicorp Capital sugerimos complementar los activos americanos de renta fija por bonos latinoamericanos y un portafolio diversificado de acciones.
Este portafolio creemos que podrá generar una rentabilidad de entre 2% y 4% después de inflación en el largo plazo. Este diferencial de rentabilidad puede generar un gap de hasta 100% de retorno entre ambos portafolios en un periodo de 30 años.
Estimamos que un portafolio que tenga solo renta fija en dólares, tendrá una rentabilidad promedio en los próximos 10 años de entre 0% y 1% anual después de inflación.
Esto dificulta poder vivir de un patrimonio así y mantener la riqueza en el tiempo, mientras que un portafolio diversificado podría ofrecer rentabilidades de entre 2% y 4%, en dólares, después de inflación en el largo plazo.
En 20 años esto puede generar una diferencia de rentabilidad a favor de un portafolio más diversificado y con renta variable de hasta 60% y en 30 años superar el 100% de diferencia.