Al analizar los últimos pronósticos de las tres principales agencias petroleras, pareciera que vivieran en mundos diferentes. Las perspectivas mensuales de la OPEP, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) y la Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA, por su sigla en inglés) pintan panoramas totalmente diferentes del impacto de la guerra en Ucrania. Al leer el informe de la OPEP, no se detecta fácilmente que se libra una guerra.
La palabra “invasión” no aparece en absoluto en el documento de 90 páginas, y “guerra” solo una vez. Su descripción favorita es “crisis de Ucrania”.
La falta de voluntad del grupo para abordar la escala de la disrupción que podría resultar de la agresión de Rusia puede deberse a los años de trabajo que la OPEP dedicó a cultivar las relaciones con Moscú, persuadiendo a Rusia de participar en los recortes de producción dentro del grupo OPEP+. Pero deja su pronóstico del mercado petrolero fuera de lugar.
Si bien los analistas de la OPEP reconocieron que los efectos de la guerra —si se mantienen— tendrían un impacto negativo en la actividad económica en el 2022, en realidad hicieron una pequeña revisión al alza de su pronóstico de demanda de petróleo para el año en comparación con el pronóstico de febrero.
La EIA tampoco recortó significativamente su pronóstico de la demanda de petróleo, aunque señala en su informe que las estimaciones de consumo se basan en pronósticos económicos que se completaron antes de que se produjera la invasión y que el panorama “dependerá de cómo respondan la actividad económica y los viajes a acontecimientos y sanciones recientes y potenciales a futuro”.
La AIE, en un contraste marcado, ve un impacto alto y casi inmediato en la demanda de petróleo debido a una combinación de sanciones y altos precios del petróleo y su efecto en la inflación general. Recortó su pronóstico de demanda en el 2022 en 950,000 barriles por día, y el mayor grado de influencia se sintió en el segundo y tercer trimestre del año.
La agencia con sede en París prevé que los precios más altos reducirán la demanda en 400,000 barriles por día, y el resto provendrá de una desaceleración de la actividad económica.
Recortó su pronóstico de demanda de petróleo ruso este año en 435,000 barriles por día, debido a una fuerte caída en el PBI e interrupciones en la industria de la aviación, que han provocado la cancelación de la mayoría de los vuelos internacionales desde el país. Las perspectivas para otros grandes consumidores de petróleo se redujeron en aproximadamente un 1%.
También hay diferencias marcadas en las perspectivas por el lado de la oferta.
Una vez más, la OPEP no incorporó ningún impacto de la invasión en su pronóstico. Eso contrasta marcadamente con la AIE, que recortó su perspectiva de suministro mundial de petróleo para el resto del 2022 en 2.8 millones de barriles por día. Ve que la producción rusa baja hasta en 3 millones de barriles por día a partir de abril, “ya que una caída en la demanda interna se combina con un embargo voluntario cada vez mayor impulsado por los clientes, mientras que las sanciones alejan a más compradores”.
Con la excepción de una o dos refinerías rusas que recortaron las entregas de crudo, hay pocas señales inmediatas de la gran disminución en la producción pronosticada por la AIE, a pesar de que las principales compañías petroleras y refinerías autosancionan las exportaciones de petróleo de Rusia. Continúan los cargamentos en las terminales de exportación de Rusia, al menos por ahora.
Es posible que la guerra que Rusia libra en Ucrania no interrumpa el suministro de petróleo; puede que grandes descuentos y un mercado ajustado sean suficiente para mantener el flujo de barriles rusos, incluso si tienen que enviarlos más lejos para encontrar compradores dispuestos. Y las incertidumbres son enormes, como lo señalan las tres agencias.
Pero los precios del crudo por encima de los US$ 100 el barril, la inflación galopante y la actividad económica restringida en Rusia seguramente tendrán un impacto en la demanda, algo que todas las agencias deberán reflejar en análisis posteriores.