El ecosistema emprendedor en Perú aún se encuentra en desarrollo. Pero la luz al final del túnel, según la experiencia internacional, es una industria de venture capital consolidada y la apertura hacia las inversiones de impacto social (ver vídeo).
Así lo cree Mónica Vásquez, directora de la región Andina de NESsT, una catalizadora que apoya emprendimientos sociales sostenibles.
"La lógica del inversionista es que primero necesita aprender a invertir en startups. El siguiente paso es aprender a invertir en iniciativas con impacto social. Es parte de la evolución", reveló a Gestión.pe.
Pero retrocedamos un par de escalones, que este tipo de iniciativas son muy diferentes de las ya conocidas startups.
En libro de texto encontramos que la responsabilidad social es una forma de garantizar la sostenibilidad del entorno en donde se desempeña una empresa. Este tipo de inversiones recogen este concepto, pero le añaden una rentabilidad limitada.
"Cuando una empresa tiene baja rentabilidad, lo primero que corta son sus acciones de responsabilidad social. La inversión de impacto permita generar ingresos a partir de esto", señala Vásquez como la principal ventaja financiera de estas iniciativas.
Las áreas de trabajo para las inversiones de impacto social varían desde la educación, agricultura o turismo. No obstante, no se puede pensar en rentabilidad en todos los casos.
"Hay problemas que no pueden ser solucionados con inversión de impacto, como problemas graves de salud. Ahí no hay retorno", explica.
Inclusión financiera
A pesar de ser novatos en la materia, Perú también cuenta con sus propias inversiones de impacto social.
Precisamente, según el último reporte (2016) sobre inversión de impacto en América Latina, de Aspen Network of Development Entrepreneurs (ANDE), Perú lidera el top con US$ 312 millones.
No hay que dejarse engañar por el número, sin embargo, ya que Perú se ganó el puesto con inversiones de inclusión financiera, que si bien pertenecen al rubro, son las menos sociales de estas.
Por otro lado, son pocas las inversiones realizadas en el país. Suman 23, según el reporte, y claramente enfocadas en un subsector.
Con solo cinco iniciativas, las microfinanzas se llevan US$ 181 millones, mientras que con siete, la agricultura no supera los US$ 3.3 millones.
Para Mónica, Perú está mucho más atrás de lo que muestra este ranking. "Hay que ser bien finos con las microfinanzas porque se pueden estar mezclando conceptos", añade.
"Hay bancos que tienen su área de microfinanzas y no es porque estén necesariamente interesados en ofrecer créditos a los más chiquitos", observa.
Es decir, que una entidad financiera ofrezca un producto especializado para inversores en áreas rurales, por ejemplo, no necesariamente debería verse como una acción de responsabilidad social, sino como un simple nuevo producto.
Para la experta, la responsabilidad social funciona más como un complemento. Si bien no es 100% filantropía, tampoco es 100% negocio.
"Ahora se ve más como una estrategia de valor compartido: cómo estas acciones contribuyen a mi idea de negocio, reputación, abrir nuevos mercados. La responsabilidad social complementa directamente la idea de negocio", apunta.